El Día Mundial de Salud permite ampliar la mirada sobre los retos de la atención sanitaria. En Médicos Sin Fronteras (MSF) tenemos una perspectiva humanitaria que cuenta con la mirada de más de 70.000 personas en el mundo que trabajan en 74 países.

Hace 54 años asistimos a poblaciones más vulnerables del mundo y, a su vez, tenemos proyectos en Colombia hace 40 años, cuando ocurrió la tragedia de Armero. De esta mirada global, me interesa señalar cinco desafíos.

1. Debilitamiento en la atención estatal

Tras la pandemia del COVID-19 en 2020 quedaron en evidencia dramática las desigualdades en el acceso a salud y vacunas, así como las barreras que persisten para las poblaciones más vulnerables.

Según datos de 2021 de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en América Latina y el Caribe, en promedio, los hogares deben cubrir el 28% del gasto en salud con pagos directos y en 11 países este puede ser superior al 35%.

En los últimos años, a través de proyectos en la región, como el de Chocó, en Colombia, o aquellos enfocados en migrantes, tanto en la selva del Darién como en México, hemos constatado esa desigualdad en el acceso a la salud. Muchas familias no cuentan con recursos para afrontar enfermedades crónicas o sufren por alcanzar una atención de urgencias; casos como partos complicados, fracturas o mordeduras de serpiente. Muchas veces quedan desatendidos.

2. Infraestructura afectada por conflictos y desastres naturales

El 25 de marzo un terremoto de 7.7 de magnitud sacudió Birmania. La cifra oficial de muertos supera los 2.300. De acuerdo con la Organización Mundial de Salud, al menos tres hospitales quedaron destruidos y 22 con daños importantes. En medio de la devastación de los desastres naturales, coordinar la llegada de asistencia de manera rápida y eficaz es imprescindible, pero a veces desafiante por falta de permisos.

En la Franja de Gaza, en donde estamos presentes, el 69% de todas las estructuras sanitarias están destruidas o dañadas. En muchos casos, ya sea en Gaza, Ucrania o Sudán, los ataques a los hospitales hoy en día o bien son deliberados o las partes beligerantes no muestran respeto por proteger a los centros médicos y trabajadores sanitarios de sus hostilidades. No hay espacios seguros.

3. Barreras de acceso a la salud y muertes silenciosas

En Colombia hemos presenciado las consecuencias médicas del conflicto en Catatumbo, Caquetá, Buenaventura o Alto Baudó. Muchas poblaciones se ven obligadas a desplazarse o a confinarse y pierden, entre otros derechos, el de acceder a la salud. Los centros médicos se quedan sin personal y los vacíos en atención pueden tardar años en restablecerse.

En Sudán, donde desde hace casi dos años tiene lugar una guerra atroz, el estado de Darfur Sur está sufriendo una de las peores emergencias de salud materno-infantil del mundo. Entre enero y agosto de 2024, el número de muertes maternas notificadas en dos de los centros apoyados por MSF fue superior al registrado en todos los países de Europa Occidental en un año.

Las guerras no solo tienen múltiples víctimas directas que son emergencias médicas, como personas heridas o sobrevivientes de violencia sexual, sino también muchísimas indirectas: muertes silenciosas a causa de brotes recurrentes de enfermedades como el sarampión y el cólera, o por desnutrición infantil por la pérdida de funcionalidad del sistema sanitario.

4. Problemas con financiación

Recientemente, se supo que el gobierno de EE. UU. planea poner fin a su apoyo a Gavi, la Alianza para las Vacunas, que se creó hace 25 años para aumentar el acceso a las vacunas en los países más pobres. Esta decisión podría tener consecuencias devastadoras.

Se calcula que Gavi ha salvado la vida de 17 millones de niños. Se prevé que la pérdida del apoyo estadounidense impida la vacunación sistemática de 75 millones de niños en los próximos cinco años, lo que podría provocar la muerte de más de 1,2 millones. Es tan solo un ejemplo de los efectos que podrían tener estos recortes en un mundo que abandona el multilateralismo.

5. Población migrante, más invisible y vulnerable

Entre enero de 2024 y febrero de 2025, MSF atendió a casi 3.000 sobrevivientes de violencia sexual y realizó 20.000 consultas individuales de salud mental en sus proyectos en la ruta migratoria latinoamericana, de Panamá a México.

El acceso a la salud para la población migrante es precario. En la ruta hemos encontrado pacientes con enfermedades crónicas sin tratamientos, niños enfermos por tomar agua en mal estado, mujeres embarazadas o con bebés recién nacidos sin atención.

Nos adaptamos a los cambios en las rutas migratorias, muy susceptibles a los virajes políticos, como el desencadenado desde principios de año por Washington con la suspensión de facto del derecho al asilo y el cierre de su frontera con México. Esto dificulta la atención en salud y se generan nuevos riesgos para los migrantes, quienes, como las poblaciones antes mencionadas, quedan invisibilizados y en situación de vulnerabilidad.