No se gobierna un país en base a mentiras, ni dando la espalda a lo avanzado para defender dogmáticamente las ideas propias.
Cuando este gobierno termine, las familias trabajadoras del país vivirán mejor que a su inicio. Hoy, el país retoma paulatinamente una senda de crecimiento: el salario mínimo subió de $350.000 a más de $500.000; la jornada laboral se habrá reducido a 40 horas sin afectar el empleo, que seguirá aumentado y la informalidad disminuyendo.
También, a la fecha, se ha ordenado el pago de más de $1 billón 360 mil millones de pesos en pensiones de alimentos que habían sido adeudadas por años a niños, niñas y jóvenes, corrigiendo una de las situaciones de injusticia más profundas que una sociedad puede vivir. Se ha avanzado.
Pero aun así no nos engañamos, sabemos que queda mucho. La vida en Chile sigue siendo muy dura y los niveles de endeudamiento, inestabilidad laboral, falta de tiempo e inseguridad siguen siendo desafíos importantes. Pero lo que no se puede negar, si queremos mantener un mínimo de honestidad en el debate público, es que el país ha salido del empantanamiento en que quedó tras el gobierno anterior.
La estrategia de la derecha chilena: construir una crisis ficticia
Estas semanas, mientras la carrera presidencial avanza, hemos podido evidenciar que las derechas buscan construir un escenario de crisis total, que no es tal, con el objetivo de legitimar una supuesta “necesidad” de que sean ellos los que tomen las riendas del país. De este modo, hemos sido testigos de un vaivén incesante de mentiras y propuestas ultraderechistas, que buscan transformar el debate público en una cámara de eco impermeable a la evidencia.
Como resultado, la procesión de Evelyn Matthei hacia José Antonio Kast y Johannes Kaiser no se ha reducido únicamente a tocarles la puerta o la ventana para ver si es recibida en la casa de la ultraderecha. Más bien, la estrategia principal, la verdadera, ha sido intentar llegar a sus votantes, sumándose sin tapujos al coro ultraderechista, contribuyendo con ello a generar un espiral discursivo en el que semana a semana nos encontramos en medio de una disputa por quién presenta la propuesta más extravagante, la mentira más delirante y la muestra más clara de lealtad al pinochetismo.
La última de estas mentiras: “Ni en pandemia ni en el estallido social se creció tan poco”, dijo Matthei. Sin embargo, según datos del Banco Mundial, el crecimiento del PIB el 2019, en pleno estallido, fue de un 0,6%. Mientras, que el 2020, en pandemia, fue de un -6,1%. Cuando comienza el gobierno del Presidente Boric, en 2022, crecimos un 2,1% y en 2024 crecimos un 2,6%, una cifra por sobre lo esperado.
Lo más lamentable de todo este espectáculo es que, no solo se trata de una relativización de acuerdos sociales básicos en torno al bienestar, los derechos sociales y la democracia, además se trata de un conjunto de frases orientadas a sus respectivas barras bravas, pero que tienen una carencia absoluta de propuestas reales. No ofrecen al país ninguna alternativa seria para vivir mejor. Al contrario, el resultado de sus propuestas, como ya ha sido probado en distintas latitudes, no es más que la profundización de las desigualdades y los abusos, en un tablero que, al final, busca seguir beneficiando al 1% más rico del país.
De zanjas, mentiras y desregulación: recetas de la derecha para vivir peor
La carencia de ideas de la derecha chilena aparece rápidamente al echar un poco de luz sobre las escasas propuestas que han sido presentadas durante estas semanas. Para crecer: menos impuestos, menos regulación. Una vieja y trasnochada receta que, si bien puede traer grandes ganancias empresariales, nunca ha mejorado la calidad de vida de las personas.
En migración: zanjas y dinamitas. En empleo: más flexibilidad. En salud: más privatización. En pensiones: más AFP. En simple: se trata de un programa del que ninguna familia trabajadora del país se verá beneficiada.
Pero, como el papel todo lo aguanta, podemos ir también a los hechos para ver qué plantea este proyecto político. Un buen anticipo de la forma de gobierno que ofrecen se puede ver en cómo los candidatos han reaccionado ante la reforma de pensiones que acaba de ser promulgada. Mientras el proyecto de ley presentado buscaba el alza inmediata de las pensiones a 2,8 millones de jubilados y jubiladas, el control de las ganancias de las AFP y mucha mayor regulación a esta industria, durante su tramitación Matthei guardó un sepulcral silencio, mientras que Kast y Kaiser decidieron rechazar la reforma, respaldar a las AFP y darle la espalda a los trabajadores y jubilados del país, todo bajo el mezquino argumento de que aprobar la reforma era “darle una victoria al gobierno”.
Otra muestra son sus actuales equipos de campaña. Encontramos en el equipo de Matthei, por ejemplo, a Pablo Urquízar, el ex coordinador de la Macrozona Sur e integrante del equipo programático en materia de seguridad, quien hoy es objeto de diligencias por parte de la Fiscalía por el famoso “Caso Audios”, recordado por la bullada participación de Luis Hermosilla, del que todo indica que orquestó la máquina de corrupción del Estado más grande de la que tengamos memoria en democracia.
Ejemplo de lo mismo es su persona a cargo de migraciones, el ex director del Servicio Nacional de Migraciones de Piñera, Alvaro Bellolio, responsable de este tema en los años en que se alcanzó el peak de ingresos irregulares (el 2021). Hoy, fruto del trabajo del actual Gobierno, estos ingresos se han reducido en un 48% respecto a entonces.
El futuro que Chile merece
No se gobierna un país en base a mentiras, ni dando la espalda a lo avanzado para defender dogmáticamente las ideas propias. Hoy con hechos concretos estamos abriendo un camino de desarrollo que debe poner en el centro el bienestar de las familias de esfuerzo que son, finalmente, quienes sacan adelante día a día a Chile.
Este es el proyecto país que debemos seguir profundizando, no propuestas efectistas, que en su aparente espectacularidad, no solo mantienen la desigualdad y la concentración de la riqueza, sino que además impiden que el país pueda dar el salto al desarrollo, bloquean el crecimiento y le arrebatan a las mayorías trabajadoras, al Chile real, una posibilidad que debiese estar a la base de cualquier democracia: vivir con tranquilidad.