Cuando una persona como yo, se propone traspasar sus años de experiencia y de observación del acontecer chileno y, por eso, se da el trabajo no remunerado de escribir comentarios periódicos, es porque contrae un compromiso con el más riguroso de los jueces e inspectores, como es uno mismo y su propia conciencia.

Por eso, no puede esconderse para eludir temas que sabe que son impopulares y antipáticos, además que van contra la corriente general de la opinión pública, de modo que tiene garantizado el juicio negativo de la mayoría de quienes lo pueden comentar.

Reconozco cuatro temas que caen de lleno en esa categoría: los temas llamados valórico (divorcio, aborto, eutanasia), los temas que conducen un feminismo exagerado y fuera de contexto y, finalmente, los temas de carácter religioso.

El sistema de cancelación: descalificar al oponente

Debo comenzar, por señalar, que una de mis entretenciones es imaginarme a mis comentaristas y clasificarlos en sus tendencias políticas, y del tenor de sus observaciones. A estas alturas, me creo capaz de clasificarlos en tres categorías y tengo la seguridad de que me equivocaré muy poco en el diagnóstico.

Una categoría, son aquellos que escriben para objetar o ampliar algún argumento planteado en mi artículo que comentan. Puedo asegurar que se trata de personas que piensan lógicamente y que reaccionan ante una argumentación con un análisis mental del problema tratado.

Aseguraría que, desde un punto de vista cívico, pertenecen al sector del 62% que rechazó el proyecto constitucional del extremismo de izquierda.

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Otra categoría es la de aquellos que, mostrándose en contra de lo por mi planteado, lo hacen formulando a su vez su propia argumentación sobre la materia tratada. Podría asegurar que, políticamente hablando, ellos pertenecen a lo que se podría llamar “el centro político y el de oficialismo democrático”.

Por último, están aquellos que sin argumentar nada sobre el tema tratado, se concentran en la descalificación del que escribe señalando su odiosidad ante él, su crítica del pasado y su postulado de que solo escribe para defender sus intereses, que siempre son los de conservar el estatus económico social del que proviene. Ese tipo de comentarios son siempre de un marxista o de un frenteamplista.

Sin ir más lejos, ese tipo de cancelación a priori del adversario opinante es como la patente dialéctica del marxismo, según los propios libros de Lenin que aconseja siempre descalificar previamente al oponente.

Si mis lectores se fijan, se darán cuenta de que el sistema de cancelación previa es universal en ellos y que es lo que hacen, ya sea que ocupen un cargo público, un sillón parlamentario o las simples posiciones de mando en las instancias partidistas.

Muy rara vez y tal vez nunca, se van a encontrar con una réplica marxista que no empiece con algo que evoca la odiosidad social y ello porque doctrinariamente despertar los sentimientos negativos es su principal arma dialéctica.

Temas impopulares

Cuando hago estas observaciones, generalmente me tachan de obsesionado antimarxista, pero ello no es verdad porque estas afirmaciones que he hecho no provienen de mí sino que de los propios textos marxistas. Hay que leer el documento que se llama “Qué hacer” de Lenin para aprender que obedecen a sus propias recomendaciones.

Otra observación necesaria es que se basan en observaciones de la realidad y no en posturas a priori mías. Para decirlo de otro modo, yo soy un feminista, pero eso no me impide creer que se ha extrapolado el feminismo a sectores y a áreas que no tienen nada que ver con la superioridad o inferioridad de los géneros humanos.

Sin embargo, estoy seguro de que si critico esa extrapolación, de inmediato surgirán voces airadas que me acusaran de machista inveterado porque son las de aquellos que no saben distinguir entre afirmar una realidad y ser partidario de ella.

Yo simplemente me atengo a la lógica y si creo que una cosa es real, desisto de construir sobre lo que no me gusta de esa realidad, sino que la acepto como tal y busco caminos para sortearla eficazmente.

Hechas estas observaciones, quiero comprometerme ante mis lectores a afrontar estos temas espinudos en forma respetuosa y ordenada, incluso a sabiendas de que solo tendré reacciones negativas, pero resulta que no soy candidato a nada ni necesito apoyos para afirmarme en mis convicciones y en creer que vale la pena que las publicite.