Este ha sido el efecto en casi toda Europa, como se refleja en los medios de comunicación, que están completamente enfocados en Trump (al menos aquí en Francia, donde me encuentro). Su llegada al poder ha sido catalogada como una “coronación” y su programa descrito como un “imperialismo sin fronteras”. Han resurgido antiguos anticuerpos, junto con numerosos temores e incertidumbres, especialmente ante las primeras órdenes ejecutivas firmadas y otras que ya han sido anunciadas.
Entre las preocupaciones se encuentran: el aseguramiento de las fronteras; las nuevas restricciones migratorias; el fin de las políticas de inclusión y diversidad; la reforma a la función pública federal; el aumento arancelario en lo económico; el retiro de compromisos medioambientales, como el Acuerdo de París; la emergencia energética y la liberación de recursos estadounidenses; la protección de sus ciudadanos; y el abandono de la OMS, junto con los riesgos para otras agencias especializadas.
En la reciente reunión de Davos (Suiza), se analizó la alternativa de contribuir, con un 5% por país “proporcionadamente”, al equilibrio de la balanza comercial europea con Estados Unidos.
Trump denunció que el déficit de 350 mil millones de dólares debía terminar, mediante el aumento de las compras a Estados Unidos, ojalá en petróleo. Asimismo, amenazó con mayores aranceles en compensación, en caso de no acceder a sus objetivos.
Será un tema de largo aliento y difíciles negociaciones, las que Europa no tenía contemplado encarar precipitadamente.
Se discute largamente, asimismo, acerca del condicionamiento de la participación de Estados Unidos en la protección y seguridad europeas. Ha quedado claro que no están suficientemente preparados en el campo bélico, confiados en la OTAN, como un retraso comprobable en el plano tecnológico avanzado, lo que requerirá de enormes aumentos presupuestarios. De manera particular, ha quedado de manifiesto que Europa apostó claramente por Kamala Harris y abundaron las burlas al nuevo intento de Trump. Ahora deberán afrontar las consecuencias.
Otro tema sensible es la incógnita de las condiciones que impondrá para poner fin a la agresión rusa a Ucrania, por ser una guerra que se ha desarrollado al Este de Europa y que se considera lejana o con un grado de menor peligro para el resto de los europeos. El mayor apoyo lo ha proporcionado la Unión Europea en los casi tres años que perdura, sin resultados visibles, ni en la guerra ni en las sanciones a Rusia, afectando el abastecimiento de gas y petróleo a Europa.
Se vaticinan presiones a Ucrania para ceder los territorios del Dombás en manos rusas, lo que cambiaría su poderío estratégico, obteniendo un acceso expedito al Mediterráneo con el control de Turquía en el Bósforo, país del que desconfían, después de lo demostrado en la caída del largo régimen sirio y sus nuevas aspiraciones territoriales.
La necesidad de fortalecer y expandir la influencia europea en el mundo ha sido un punto clave planteado por Alemania y Francia en el reciente encuentro entre Scholz y Macron, a pesar de sus debilidades políticas internas. Ambos países han buscado adelantarse a posibles aliados de Estados Unidos, como la Italia de Meloni, u otros gobiernos más afines, así como a eventuales concesiones y acuerdos individuales que podrían comprometer la cohesión de la Unión y proyectar una imagen de debilidad frente a un Trump dispuesto a utilizar todo el poderío estadounidense.
Además, preocupa la postura de Gran Bretaña, casi siempre alineada con los intereses norteamericanos y que, en un momento de dificultades, enfrenta los efectos cada vez más evidentes del Brexit.
Se ha reiterado la idea de que solo una Europa férreamente unida, podrá ser un interlocutor válido en la nueva era norteamericana. Para ello, deberán sortear múltiples desacuerdos que han venido postergando, e intentar desalentar los acercamientos particulares por el interés colectivo.
El cambio de administración en Estados Unidos ha sacudido el letargo europeo de los últimos años. Y no hay certezas de cómo se logrará superar. En todo caso, a las pocas horas de asumir Trump, nada sigue igual.
- Samuel Fernández, exembajador