Con el paso de los días ha quedado claro que detrás de la votación de la reforma previsional hay asuntos de fondo: ¿será Chile capaz de retomar la senda de los acuerdos?
Paradójicamente, una de las conclusiones del Gobierno de Gabriel Boric será la revalorización de los llamados “30 años”, los cuales gozan de un apoyo muy transversal. Conversando con un parlamentario de la época, me relataba la dureza de esos años, donde aquellos que buscaban espacios de diálogo eran tratados con mucha dureza y de manera muy ofensiva. Exactamente, igual como sucede hoy día.
¿Advertirán aquellos que tienen esos juicios tan categóricos (por no decir, violentos) que la “democracia de los acuerdos” fue parte central del éxito del cual probablemente hasta ellos mismos destacan? ¿Seremos capaces de advertir que el inmovilismo de la polarización está hundiendo a Chile, distanciándolo cada vez más de los contextos que nos llenaron de esperanza y progreso?
El desafío de retomar los acuerdos en Chile
Detrás del debate previsional no está solamente la pregunta sobre cómo resolvemos la insuficiencia de las actuales cotizaciones, cómo solucionamos la demanda incumplida de mejores pensiones y cómo enfrentamos el desafío de terminar con la injusticia que padecen mujeres trabajadoras.
Más allá de lo aparente está la pregunta sobre si haremos prevalecer la búsqueda de respuestas comunes con visión de Estado, o seguiremos entrampados en el inmovilismo ideológico, flojo e insultante. Si dejaremos que imperen las frases superficiales y retóricas, o nos permitiremos escuchar la evidencia y la voz de las personas con experticia probada.
¿A qué le tendremos fe? ¿A la voz altisonante masificada antojadizamente en las redes sociales? ¿O a Klaus Schmidt Hebbel, Rodrigo Vergara, José de Gregorio, David Bravo, Harald Beyer, Rodrigo Pérez Mackenna y José Antonio Guzmán (por mencionar algunos)?
El verdadero progreso de una República, sostenido y próspero, se consigue desde la realidad de que siempre existirá una parte de la sociedad que piensa de manera diferente a la propia, razón por la cual los acuerdos deben ser lo suficientemente amplios para asegurar estabilidad.
Por cierto que empatizo con la desconfianza que genera el Gobierno actual y con la legítima preocupación por el impacto en el mercado laboral. Pero, ¿somos conscientes que seguir haciendo nada es realmente grave para el sistema previsional, es complicado para la estabilidad fiscal y –lo más importante– es frustrante para aquellas personas que padecen el letargo de la falta de soluciones?
Es hora de mirar más allá
El Estado de Chile nunca ha dejado de cumplir con sus compromisos previsionales, pese a estar mucho menos garantizados que el mecanismo que se propone en esta reforma. Y se ha trabajado por una implementación gradual y por beneficios tributarios que permitan morigerar el impacto en el mercado del trabajo.
Insisto: acá lo que está en juego es si retomaremos la senda que permitió el desarrollo de Chile o seguiremos entrampados en el enfrentamiento inerte, que solo alimenta la perplejidad y la frustración de la inmensa mayoría de chilenos.
Esta reforma resguarda la capitalización individual, favorece la participación del sector privado en la gestión previsional y resuelve los problemas por abordar. Es hora de mirar más allá y darse cuenta que estamos en un punto de inflexión. Y en esa coyuntura optar por el bien de Chile, por las políticas de Estado, por construir mayorías y por brindar estabilidad, son piedras angulares para recuperar la paz y el bienestar que las familias se merecen.