Comenzando el 2025, es justo hacer una reflexión acerca del escenario de la salud chilena. Tras el pasado anuncio de Fonasa al crear la Modalidad de Cobertura Complementaria (MCC); el ambiente está algo enrarecido y es que se observa una generalizada incertidumbre acerca de cómo impactará este sistema no solo en la calidad y oportunidad de la atención médica, sino también en la manera en que se relacionarán las y los médicos con las aseguradoras y los centros de salud, y las condiciones en las que se podrá realizar la atención de pacientes.
Esta incertidumbre se explica por múltiples razones: un modelo rígido, con valores impuestos por Fonasa, sin espacio para discutir por calidad o implementación de tecnología en salud.
Una red cerrada de prestadores limita tanto la capacidad de los centros de salud para invertir en mejoras como la posibilidad de elección de los pacientes, afectando directamente la competencia por calidad. Además, el modelo plantea una participación más fuerte de las compañías de seguro, las cuales están reguladas por criterios financieros y de mercado. Esto abre la posibilidad de que, al finalizar un contrato, las aseguradoras seleccionen a los usuarios según cambios en su estado de salud, sin ofrecer mecanismos claros de reclamo ante entidades como la Superintendencia de Salud, que no tendrá injerencia sobre su comportamiento.
Esto deja un flanco que hace difícil predecir el futuro de la salud privada, en general, dejando sobre la mesa una discusión ética acerca de la mirada de la salud como un servicio o un producto.
Incertidumbre tras el anuncio de Fonasa y la MCC
Desde la perspectiva médica, el nuevo modelo presentado por Fonasa, obliga a determinar en cada centro de salud adscrito en forma individual, las condiciones, insumos y valores con los que se podrá realizar un acto médico, ya sea un procedimiento ambulatorio o una gran cirugía.
En este escenario, la organización médica local es clave para dar condiciones mínimas que garanticen la estabilidad laboral y la calidad de la atención. En este último aspecto hablamos desde las condiciones de la atención ambulatoria, hasta la tecnología de diagnóstico y resolución de enfermedades complejas como los cánceres o las enfermedades del sistema circulatorio o sistema nervioso, donde la actualización y renovación de la tecnología es clave para mantener los estándares de calidad.
Finalmente, y lo que es aún más grave, es que el sistema de salud público ya demostró su incapacidad para resolver las listas de espera para ciertas cirugías y procedimientos, abultando de paso las víctimas fallecidas por dichas demoras.
Siendo Fonasa el principal prestador de salud para más del 80% de la población chilena, y la migración de pacientes que ya dejaron sus isapres para pasar a Fonasa, expone un escenario aún más complejo en cuanto a la atención oportuna y de calidad de estas personas.
La necesidad de una planificación a largo plazo
La medicina privada en Chile ha demostrado que puede ser un eficiente resolutor, descomprimiendo las necesidades del sistema de salud público. No obstante, aún observamos mucha desinformación en el mismo gremio médico, que no logra comprender la nueva ecuación. Solo con médicos informados y organizados en conjunto con los centros de salud, será posible garantizar mejores condiciones, que permitan sostener el sistema y mantener una medicina de calidad.
Mientras vemos un sector público colapsado que ya debió adelantar parte de su presupuesto 2025 para mantener operativos los hospitales, encaramos un nuevo año con más dudas que certezas. El modelo de salud se convierte así en un paciente que sigue en “cuidados intensivos” y que muchos esperamos que salga de esta agonía para planificar la salud chilena al mediano y largo plazo con la participación de todos los actores.