El presidente Gabriel Boric ha anunciado el embarazo de su pareja. La gran mayoría de los chilenos recibió la noticia con entusiasmo, pero unos pocos desde la derecha se han aprovechado de este momento para revivir aquellos discursos conservadores que instrumentalizan políticamente la maternidad.
Iván Moreira habló de superar la “ideología” y Ximena Ossandón, refiriéndose al aborto, afirmó que cuando su hijo o su hija se mueva en el vientre, el Presidente “va a entender” que hay otras opciones. Lo que buscan instalando esta discusión, en definitiva, como lo confiesa Cristian Valenzuela, es “cambiar el rumbo” de políticas como el aborto legal.
No se trata de contradicciones, sino de decisiones autónomas
Seamos claros: no existe contradicción alguna entre estar a favor del aborto y desear tener hijos. La maternidad y la paternidad deseadas son decisiones autónomas, que no se oponen al respeto por las elecciones personales de las mujeres respecto a si desean ser madres y cuándo hacerlo.
Una mujer que en algún momento de su vida decidió abortar voluntariamente puede, en otro momento, elegir libremente ser madre. Ambas decisiones son expresiones de su derecho a ejercer control sobre su propia vida reproductiva.
La derecha chilena, que en otros contextos ha atacado iniciativas como la Ley de Aborto en Tres Causales o el acceso a métodos anticonceptivos, ahora adopta un discurso hipócrita y políticamente conveniente al celebrar ciertas maternidades, mientras ignora las condiciones materiales que afectan a miles de mujeres en el país.
Este doble estándar evidencia el desprecio con que tratan a aquellas mujeres que deciden no gestar o que enfrentan embarazos no deseados, muchas veces en condiciones de vulnerabilidad económica y social, o incluso que han sido víctimas de violaciones.
El discurso conservador y la visión opresiva de la derecha
No nos confundamos: obligar a las mujeres a gestar en contra de su voluntad o a hacerlo en condiciones adversas no es una defensa de la vida, sino el refuerzo de desigualdades estructurales que afectan principalmente a mujeres pobres, jóvenes y de sectores rurales.
Una verdadera defensa de la vida implicaría garantizar la autonomía reproductiva de las mujeres, junto con las condiciones sociales, económicas y culturales necesarias para que no tengan que enfermarse o morir en abortos clandestinos.
Ser madres no es el único destino de las mujeres. Garantizar que las mujeres tengan el derecho a decidir si ser madres o no implica desafiar un sistema que históricamente las ha reducido a su capacidad de reproducción.
La exaltación de la maternidad como un ideal universal invisibiliza la diversidad de experiencias y de proyectos de vida que las mujeres pueden desear y reivindicar. En lugar de avanzar hacia una sociedad que respete y valore la autonomía reproductiva, los discursos conservadores de la derecha refuerzan una visión normativa de la mujer que no solo es excluyente, sino opresiva.
El derecho a decidir
Acá no hay desatinos o deslices comunicacionales. El oportunismo político que despliegan no es un accidente: es una estrategia para reforzar su posición ideológica, incluso a costa de las vidas y derechos de las mujeres.
Esta utilización del cuerpo femenino como símbolo político no es casual, sino parte de un esfuerzo sistemático por mantener la subordinación de las mujeres y despojarlas de agencia sobre sus decisiones reproductivas.
Frente a esta manipulación, la defensa del derecho a decidir no es solo una cuestión de libertad, sino una resistencia directa a quienes buscan dictar cómo deben vivir las mujeres sus propias vidas. Es una estrategia que se enmarca en una lógica de control sobre los cuerpos y vidas de las mujeres, donde la maternidad deseada y el aborto no son entendidos como derechos, sino como privilegios sujetos a la aprobación moral de la sociedad.
Ninguna de estas estrategias puede llevarnos a olvidar lo importante. La verdadera batalla está en la transformación de una sociedad que sigue priorizando el control sobre los cuerpos femeninos en lugar de respetar su autonomía. Resulta imperativo que el debate sobre derechos reproductivos trascienda las coyunturas y se enfoque en las reformas necesarias para garantizar acceso equitativo a servicios de salud, educación sexual integral y redes de apoyo que permitan a todas las mujeres, sin excepción, ejercer plenamente su libertad de decidir.