Con la aprobación del Ministerio de Seguridad Pública, Chile tendrá 25 ministerios, una cifra alta que reaviva el debate sobre el tamaño y la eficiencia del aparato estatal. La pregunta que surge es ineludible: ¿más ministerios significa un mejor Estado? No necesariamente. La proliferación de ministerios puede generar más burocracia, pero no garantiza una mejor gestión pública.
Si bien la pregunta sobre el número de ministerios (y la disputa alrededor de la solución) parece necesaria, resulta también relevante el hecho que esta discusión parece alejada de las prioridades ciudadanas.
La opinión pública parece confirmar el desacompasamiento entre la política y las urgencias sociales como podrían ser pensiones, listas de espera en los hospitales o la devolución de la deuda de las Isapres cuestiones que hoy indignan a los chilenos y que en opción de la gran mayoría la política no atiende, ignora o sencillamente lo que se receta como respuesta no hace cargo de los problemas.
Lecciones desde el extranjero
Chile no está solo en este debate. Países como Argentina y Ecuador han llevado a cabo reducciones drásticas en el número de ministerios. En Argentina, el presidente Javier Milei, recién asumido, redujo los ministerios de 18 a 8, con la promesa de optimizar recursos y simplificar la toma de decisiones. En Ecuador, bajo el mandato de Guillermo Lasso, el número de ministerios se redujo de 40 a 20, consolidando funciones para evitar duplicidad y mejorar la coordinación.
Estos ejemplos reflejan una tendencia global hacia estructuras estatales más compactas, bajo la premisa de que la eficiencia no radica en la cantidad de ministerios, sino en su diseño y funcionamiento. Sin embargo, estas reducciones también han generado críticas. La consolidación de carteras puede sobrecargar funciones, dejando áreas clave desatendidas.
El mito de la burocracia
El diputado Vlado Mirosevic ha puesto sobre la mesa la idea de fusionar Interior, Segpres y Segegob, argumentando que estas carteras podrían concentrarse para evitar traslapes y simplificar la gestión. Pero esta propuesta no está exenta de polémica. La ministra Carolina Tohá ha advertido que esta fusión sería una “muy mala idea”, dado que Interior y Segpres cumplen funciones distintas: una se centra en la coordinación ejecutiva, mientras la otra opera como un puente con el Congreso.
A su turno, la oposición encontró una oportunidad para complicar a La Moneda tanto por cuestiones pragmáticas (infringirle una derrota al oficialismo) como ideológicas (diminuir el tamaño del Estado). Johannes Kaiser lleva la idea al extremo: propone reducir el aparato estatal a solo ocho ministerios. Aunque disruptiva, su propuesta plantea una pregunta válida: ¿qué funciones son realmente esenciales en el Estado chileno?
Más no siempre es mejor
Aumentar la cantidad de ministerios no equivale automáticamente a mayor eficiencia. Según la OCDE, muchos Estados enfrentan problemas no por la falta de instituciones, sino por la falta de coordinación entre ellas. La burocracia, en lugar de facilitar la gestión, puede convertirse en un laberinto de trámites y competencias superpuestas que ralentizan las decisiones.
Un informe de 2020 del Banco Mundial destacó que los Estados más eficientes no son necesariamente los más grandes, sino aquellos que cuentan con instituciones bien diseñadas y con objetivos claros. Países como Suecia o Dinamarca tienen menos ministerios que Chile, pero lideran rankings de gestión pública precisamente por su capacidad de implementar políticas públicas de manera eficiente y coordinada.
¿Hacia un nuevo paradigma de modernización del Estado?
La creación del Ministerio de Seguridad es una respuesta a una demanda ciudadana urgente, pero también es un reflejo de una tendencia a tratar problemas específicos con soluciones estructurales. Este debate nos invita a repensar el diseño del Estado, no solo en términos de cuántos ministerios tenemos, sino de cómo funcionan y para qué están diseñados.
¿Es necesario reducir ministerios? Quizás no sea cuestión de números, sino de principios.