El legado de este gobierno se escribirá en unos meses. De cualquier modo, el listado no será cómodo. Cada uno de los pilares valorativos del gobierno de Gabriel Boric ha conocido su irrelevancia práctica:
– La bandera de las 40 horas fue un éxito del gobierno. Pero un trabajador murió en el Palacio de la Moneda cuando cumplía una jornada continua de más de veinte horas.
– El gobierno feminista, la denuncia al violador que busca excusas y matices, chocó con un Presidente que validó la versión del potencial victimario y que lo protegió políticamente por casi dos días. El Presidente incluso bosquejó un comentario sobre la irresponsabilidad del consumo de alcohol de la potencial víctima. La escena daba para Lastesis movilizando conciencias al frente del palacio presidencial, pero no ocurrió.
– La ley Karin, que ha precisado un ancho espectro de vulneraciones a los trabajadores, ha sido violada en diversos casos públicos en el Palacio de La Moneda. Una exfuncionario debió ser indemnizada y la posible víctima de Monsalve solo recibió protección cuando el caso era un incendio (no hubo valores, solo necesidad).
– El movimiento estudiantil luchó contra el CAE y rechazó la fórmula de solución de Piñera. Trece años después la copian y la proponen.
– La crítica de Boric a los altos salarios de asesores en los gobiernos de Piñera estableció un criterio de un salario máximo de $5 millones. El salario ha sido superado en numerosas ocasiones.
– Las críticas de Gabriel Boric al nepotismo o contratación de parientes de autoridades, de uso frecuente en otros gobiernos, también se ha visto en el caso de su gobierno.
Pero hay algo más que un legado de contradicciones
El legado de contradicciones tendrá su historia cuyas consecuencias aún no se han visto ni previsto. Pero hay algo en el gobierno que ha sido su impronta. Y no es su contradicción.
Lo que ha sido central ha sido el sexo. Y la exposición pública del mismo.
El aparato de Estado, usualmente refractario a todo contacto con la intimidad, chapotea hoy en ella: Los avatares personales, las parejas, los romances, los acosos generados o recibidos, la politización de eventuales delitos sexuales de terceros, la declaración oficial de culpables o inocentes, las defensas corporativas, las traiciones corporativas, la conferencia de prensa más grande de la historia, sin límites (obra del Presidente). El video de Orsini (la diputada, luchando por participar de la historia ominosa de su exnovio y reuniéndose con la eventual víctima). La vocera de gobierno señalando que la publicación de la denuncia de acoso contra el Presidente se hizo como estrategia jurídica. Es decir, el gobierno ejecuta estrategias judiciales en favor de una investigación contra el Presidente. Añadiendo, la vocera, que se ejecutó la acción porque había pasado un mes sin incidencias de fiscalía, insinuando que le deberían dar importancia. Es decir, el gobierno le quiere decir al Ministerio Público que siga investigando el caso, aunque esté prescrito, aunque el delito que se imputaría no existía entonces y aunque el caso es ridículo.
Pero bueno, lo que pasa es que querían mostrar los ridículos ataques que recibe el Presidente. El mismo día se conocieron los correos de la denunciante, logrando así el cometido el gobierno de levantar el tema.
¿Por qué convenía? Quién sabe, aunque sin duda lo saben los asesores que desplegaron tal genialidad.
El resultado de la cuidada estrategia es que la prensa internacional titula la denuncia contra Gabriel Boric por acoso sexual. Pero se hizo, con aspavientos insólitos. Y es que el sexo importa mucho. Eso está en la historia del Frente Amplio. Para muchas externamente se juzgaba como una banalidad, pero habrá que reconocer que es un eje del actuar político.
¿Para qué hablar de presupuesto si podemos hablar de sexo?
Y luego, claro está, la centralidad de los videos. Es una verdadera obsesión: Monsalve llega a ver a Boric diciendo que vio videos. El Presidente lo comenta con fruición a una prensa ávida de detalles. Luego recibe una recomendación de su equipo comunicacional (para que se calle, básicamente), pero desea seguir frente a la cámara. Y luego quiere ser el protagonista de meses sin fama.
La atención fue de Hermosilla, de ENEL, de Cubillos, de Monsalve, de Jorge Valdivia y ahora el Presidente quiere su turno, su protagónico.
En eso estaba cuando Orsini le quitó el espacio.“Sexo, mentiras y video”
En la película “Sexo, mentiras y video” la intimidad, la percepción pública y la instrumentalización de las relaciones personales; son el corazón del asunto.
En la película, el personaje de Graham utiliza las entrevistas en video como una manera de explorar la sexualidad y construir relaciones que de otro modo no podría tener. En el caso del gobierno de Boric, la relación con la ciudadanía busca el deseo. Ya no es tiempo de sutilezas, ya no hay erótica: vamos directo a que me pongas atención, vamos al sexo. Y no habrá forma de detenerme porque hay videos. Y cuando no los tenemos, alguien graba uno.
Es así como los temas de sexualidad parecen haber sido politizados e instrumentalizados por distintos actores, tanto internos como externos. La politización de los casos de connotación sexual podría ser vista como una “estrategia narrativa”, ya sea para loable fin de desviar la atención de problemas estructurales más profundos; o ya sea por la más loable tarea de concentrar toda la atención en sí mismo.
También podría ser que el gobierno tenga interés en romper la separación entre los poderes Ejecutivo y Judicial. La constante intervención del gobierno en procesos judiciales y su inclinación hacia una de las partes en litigio han debilitado aún más las instituciones.
Incluso la defensa del Presidente por un caso que no lo compromete en sus actos de gobierno es improcedente, pero se ha hecho. La ministra Camila Vallejo ha defendido al presidente Boric, afirmando que enfrentan “una denuncia sin sustento, sobre hechos que jamás ocurrieron”. Por supuesto, la vocera cree ser la portavoz de un amigo, pero en realidad es portavoz de un gobierno. Y debe omitir cualquier otro comentario en ese orden.
El caos del gobierno de Gabriel Boric
¿Por qué tanta agenda con el sexo? ¿Por qué tapar el sexo con más sexo? ¿Por qué olvidar la posible víctima de Monsalve y apoyar a las potenciales víctimas de Valdivia? O, incluso mejor, ¿por qué no relevar el hecho de que el Presidente ha sido víctima de acoso? Solo hay dos posibilidades:
– La primera: un cuadro psicológico en el que la necesidad de tomar el protagonismo desde el rol valorado (víctima) es funcional a su tranquilidad emocional. En este caso podrían ser distintas rutas que podrían explicar un cuadro psicológico, por ejemplo, rasgos narcisistas o una estrategia defensiva ante una crisis de identidad que incomodaría a la persona, necesitando proyectar su incomodidad con el rol en el caso Monsalve hacia un caso donde él es la víctima.
– La segunda opción es que el gobierno y el Presidente vean en todos estos líos sobre el sexo algo positivo, algo valioso, un recurso político del más alto nivel. Por supuesto, el resultado no es un gobierno sólido, sino el caos.
En política, el caos suele ser una consecuencia no deseada, un efecto colateral de decisiones mal calculadas o circunstancias incontrolables. Sin embargo, en el gobierno de Gabriel Boric, pareciera haber una voluntad deliberada de situar el desorden lo más cerca posible de la autoridad, casi como si la notoriedad personal y el espectáculo público fueran prioritarios por sobre la estabilidad del país y de su gobierno.
La opinión pública se encuentra inundada de rumores, desconfianza hacia las autoridades y una sensación de desgobierno. La decisión de concentrar estos temas en la oficina presidencial no parece responder a un criterio de eficiencia o justicia, sino a una estrategia para mantener el foco mediático en el gobierno, aunque sea a costa de su propia credibilidad.
La única ganancia tangible parece ser la propia visibilidad mediática. Todo lo demás –la institucionalidad, la confianza pública, e incluso la posibilidad de una resolución justa de los casos– se sacrifica en nombre de una notoriedad individual que resulta tan llamativa como irresponsable.
Desorden y exposición por sobre gestión y estabilidad
En todos estos casos, la búsqueda de notoriedad personal o política parece ser la única explicación coherente detrás de decisiones que, de otra forma, resultan incomprensibles. La administración de Gabriel Boric, lejos de consolidar una narrativa de cambio y gobernabilidad, parece atrapada en una lógica destructiva donde el desorden y la exposición pública reemplazan a la gestión y la estabilidad.
Este patrón no solo debilita al gobierno actual, sino que también socava la confianza en las instituciones y en la capacidad del Frente Amplio para liderar el país. Gobernar en medio del caos puede generar titulares, pero difícilmente puede construir un legado político duradero o positivo.
Si el gobierno de Boric no rectifica esta estrategia, el diluvio que parece estar buscando será también el fin de su proyecto político.