El 29 de noviembre marca el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, una fecha establecida por las Naciones Unidas que, paradójicamente, coincide con el aniversario de una de las decisiones más injustas y trascendentales en la historia moderna: la resolución de partición de Palestina en 1947.
Esta resolución, que prometía la creación de dos Estados, Palestina e Israel, solo vio la concreción de uno de ellos, dejando al pueblo palestino en un estado de espera permanente. Esa promesa incumplida es el núcleo de una de las tragedias más prolongadas de nuestra era, cuya implementación parcial no solo se tolera, sino que se perpetúa con la complicidad activa de la comunidad internacional.
Desde entonces, la historia del pueblo palestino se ha escrito con las tintas de la injusticia, la hipocresía y el doble estándar. La Nakba, el éxodo forzado y la expulsión de cientos de miles de palestinos en 1948, no fue un episodio aislado, sino el inicio de un proceso continuo de despojo, ocupación y apartheid. En contraste, el Estado de Israel, creado en 1948, ha operado durante 76 años al margen del derecho internacional, con un respaldo político, militar y económico que lo exime de las consecuencias que cualquier otra nación enfrentaría por violar normas básicas de convivencia internacional.
Impunidad israelí y el respaldo internacional
Hoy, en un contexto global de tensiones extremas, la disyuntiva es clara: ¿Queremos un mundo basado en normas o uno dominado por la fuerza? Israel y sus aliados apuestan por este último, donde la ley internacional se subordina al poder y la impunidad. La comunidad internacional, al tolerar la ocupación, el apartheid y los crímenes de guerra israelíes, legitima un sistema que niega al pueblo palestino sus derechos más básicos.
Sin embargo, en este sombrío panorama, surgen señales de esperanza. Más de un año después del inicio del genocidio perpetrado por el gobierno de Netanyahu, se han activado mecanismos internacionales que, por primera vez, ofrecen una perspectiva de justicia. La reciente orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional contra Netanyahu y su exministro de Defensa, Yoav Gallant, por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, es un hecho sin precedentes. Por primera vez, altos dirigentes israelíes están siendo llevados al banquillo de los acusados, rompiendo el paradigma de impunidad que ha marcado la historia reciente.
Primeros avances hacia la justicia global
Asimismo, el caso presentado ante la Corte Internacional de Justicia por Sudáfrica, respaldado por más de 50 países, evidencia un creciente compromiso global con la justicia en Palestina. Estas acciones no son solo símbolos, sino pasos concretos hacia un mundo en el que las normas prevalezcan sobre la fuerza, en el que la justicia sustituya a la arbitrariedad y en el que los crímenes no queden sin consecuencias.
El despertar de las sociedades civiles en Occidente, que hoy se movilizan masivamente en favor de las legítimas reivindicaciones palestinas, también aporta una cuota de esperanza. Este respaldo popular, combinado con la acción judicial internacional, demuestra que es posible construir un futuro basado en principios y en el respeto a los derechos humanos.
¿Por qué el 29 de noviembre es una fecha clave para Palestina?
El 29 de noviembre es más que un recordatorio de una deuda histórica; es una oportunidad para reafirmar el compromiso con un mundo más justo. No se trata solo de solidaridad con el pueblo palestino, sino de una lucha por los valores universales que nos definen como humanidad. En esta fecha, hacemos un llamado a la acción concreta, al cese de la complicidad con la ocupación y al respaldo firme de un proceso que conduzca al fin del apartheid israelí, al retorno de los refugiados y a la creación de un Estado palestino independiente.
El pueblo palestino no pide privilegios; exige justicia. Y esa demanda, en este 29 de noviembre, debería resonar con fuerza en todos los rincones del mundo. Porque no hay verdadera paz sin dignidad, y no hay dignidad sin libertad.