Reforma al sistema de pensiones
La discusión de la reforma al sistema de pensiones se ha transformado en un cuello de botella. Cada uno de los actores participantes expresa una voluntad explícita e inequívoca de avanzar en su aprobación. Sin embargo, el tiempo sigue avanzando, y existe un razonable pesimismo respecto a los resultados esperados, así como dudas sobre su logro.
No cabe duda de que el Ejecutivo ha hecho importantes concesiones desde su propuesta inicial. No obstante, la industria, a través de sus representantes, se niega a adoptar una disposición similar. Incluso, desarrolla importantes y cuantiosas campañas publicitarias para mantener el statu quo, afectando lo menos posible su continuidad.
Acuerdos en la periferia, no en el núcleo
Es cierto que se ha avanzado en aspectos donde existen acuerdos en la periferia. Estos son relevantes, sin duda, pero aún no se ha entrado al núcleo de la discusión: la separación de la industria, el destino del 6% y la licitación de los cotizantes. Se habla de no afectar el fondo de pensiones en su integridad como actor relevante del sistema financiero, pero poco se menciona la necesidad de mejorar las pensiones, particularmente las de los actuales pensionados. A esto se suma la constante referencia a la Pensión Garantizada Universal.
El clima político no ayuda al avance en estos temas más complejos. Hay sectores que consideran que ceder en algo y otorgarle algún “triunfo” al gobierno es un error, más aún si se trata de una ministra comunista. Para ellos, la reforma poco importa; lo que realmente interesa es que el gobierno no se anote un “poroto” político, especialmente cuando se avecina un año marcado por campañas parlamentarias y presidenciales.
Por otro lado, ceder más allá de lo ya concedido es visto por algunos como una derrota. Esto alejaría la reforma de su sentido y propósito original, manteniendo a la industria en las mismas condiciones y sin asegurar mejores pensiones, al menos para los actuales pensionados. En este escenario, el incentivo para llegar a un acuerdo que permita la aprobación de la reforma parece lejano.
Sin embargo, me atrevo a consignar una preocupación que podría transformarse en un estímulo para arribar a un acuerdo.
“Con mi plata no”: un precedente y una amenaza
La exitosa campaña “Con mi plata no” estableció un sentido común que, aunque discutible desde los principios de la seguridad social, se transformó en un dato de realidad. La frase “la plata es mía y yo dispongo de ella” constituyó, más allá de un acierto publicitario de la industria, un factor ordenador del comportamiento de los actores políticos.
Este fue el fundamento de los retiros aprobados por el Congreso Nacional, más allá de la eventual pertinencia del primero de ellos, dada la insensibilidad del gobierno de la época al negarse a recurrir a los ahorros fiscales. (Se recuerda cuando se dijo: “Vamos a ahorrar con las vacas gordas para gastar cuando vengan las vacas flacas”).
Los actores de la política señalaron, incluso varios del llamado “progresismo”, que, ante la situación existente, recurrir a los ahorros de los trabajadores, sin otro tipo de consideraciones, era no solo viable, sino también justo, pues se trataba de su dinero. Así, se olvidaron compromisos previos, existiendo en ese momento importantes ahorros fiscales. Hemos visto las consecuencias de esa incomprensible decisión.
Entonces, ¿qué sucede si no se llega a un acuerdo y no hay una mejoría ostensible en las pensiones, particularmente las actuales? Los trabajadores que cotizan podrían retomar el dato establecido. Si “la plata es mía”, podrían pensar: ¿no sería mejor que todo fuese parte de mi sueldo líquido, incluyendo el 6% anunciado? Esto equivaldría al 16% (el actual 10% más el comprometido 6%).
De paso, conviene tener presente que el aporte patronal representa una mejora en la remuneración del trabajador y, por ende, tiene varias expresiones prácticas. Entre estas se incluyen las eventuales indemnizaciones por despido.
De este modo, el trabajador que cotiza (excluyendo a quienes se desempeñan en el trabajo informal) podría evaluar que, si el sistema ofrece pensiones miserables, el prestigio de las AFP está por el suelo y la PGU garantiza un piso mínimo en la vejez, sería mejor evitar el descuento actual del 10% e incorporarlo a su liquidez. Esto, junto con el 6% adicional, mejoraría su ingreso mensual, permitiéndole decidir cómo arreglárselas a futuro, mientras ahora enfrenta mejor su situación económica.
La libertad individual
Este razonamiento es completamente contradictorio con la idea de un sistema de seguridad social y con el principio básico de solidaridad. Sin embargo, es una consecuencia directa de la campaña “Con mi plata no” y de los retiros. Como se advirtió en su momento, aprobar los retiros fue una derrota estratégica para la solidaridad y, de paso, para el “progresismo”.
Por eso, la exacerbación de la facultad de elegir, claramente exagerada por la industria, puede llegar al extremo de reclamar libertad para no estar en el sistema, ya que no existe la alternativa de otro diferente. Así, desde la libertad, cada uno decide qué hacer con su dinero, incluso salir del sistema e incorporarlo al bolsillo.
Por favor, no se le ocurra hacer una encuesta o consulta al respecto. Habría que ocultar sus resultados.
Un llamado a la industria y a la política
Por ello, es peligroso no llegar a un acuerdo pronto. La tentación del camino individual, del “yo veré qué hago, pues son mis lucas”, en un contexto donde los principios más relevantes de un sistema de seguridad social están en entredicho, desgraciadamente por una complicidad transversal, hace urgente alcanzar un consenso.
En materia de seguridad social no existe la libertad absoluta. Todos lo saben. Sin embargo, la contingencia política y la persistencia en malas ideas, por populares que sean, constituyen un camino peligroso. Es de esperar que esto no ocurra. Por ello, se requiere un acuerdo que mejore las pensiones ya.
De paso, y finalmente, cabe advertir a la industria que la reiterada invocación a la libertad individual en estas decisiones puede terminar con su propia existencia. Cuidado.