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El regreso triunfal y sorpresivo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos tras una victoria electoral resonante es reflejado en portadas y editoriales de medios como The New York Times, que titula "Trump asalta otra vez". La reacción de desesperación y perplejidad ante este resultado inesperado contrasta con los esfuerzos previos de medios influyentes por evitar su regreso al poder. La gestión internacional de Trump, que incluyó diálogos con Corea del Norte y Rusia, se vio afectada por acusaciones políticas y la pandemia de Covid-19 al final de su mandato. Se destaca la industria armamentística estadounidense y las repercusiones globales de las políticas de defensa. Ante un segundo mandato de Trump, se preparan medidas en estados demócratas para contrarrestar sus políticas, evidenciando una nueva etapa de confrontación política en Estados Unidos.

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Portadas y editoriales de los medios permiten captar el impacto político del triunfo electoral sorpresivo, contundente y resonante de Donald Trump y su regreso a la presidencia de Estados Unidos.

El influyente periódico The New York Times exhibe un titular en la portada a cuatro columnas que reza: Trump asalta otra vez. (Trump Storms Back). La intención del mensaje: Es un nuevo asalto a la Casa Blanca. Los subtítulos más que una noticia eran una acusación: Derrota a Harris y así cubre su resurgimiento como un fuera de la le y un delincuente, a ser presidente electo.

Esta manifestación del enojo y la angustia a un nivel extremo en un periódico señero de EEUU, frente a una realidad expresada en las urnas, refleja un núcleo importante del estado de situación: desesperación frente a la perplejidad del resultado electoral impensado. No se podía creer que después de toda una programación de años para que Trump no llegara al poder político de la Casa Blanca de nuevo, estaba allí celebrando su triunfo.

Con mucha antelación a este resultado, desde su decisión a postular nuevamente el año pasado, la mayoría de los medios influyentes de Estados Unidos y los de otras latitudes, con etiquetas de progresistas, izquierdistas, liberales y de centro, se concertaron en una campaña enfocada a que, Donald Trump, para ellos un felón fascista, no llegara otra vez a la Casa Blanca.

La solemnidad de elegir al presidente de la nación más gravitante en el planeta tierra, se convirtió de golpe en otro capítulo de una saga violenta. El primer capítulo de la misma saga comenzada cuando Donald Trump decide competir en la elección presidencial en 2016, venciendo contra todo pronóstico.

El renombrado reportero Seymour Hersh, en enero 2017 en una entrevista de Intercepted por Youtube, señala que al funcionar fuera del sistema político, Trump estaba condicionado para romper circuitos de poder. “Trump is a circuit breaker”. Trump es el que rompe el circuito. Lo aplicó al partido demócrata, y hacia aquellos en política exterior que tenían al mundo al borde de una guerra nuclear. El Secretario General de Naciones Unidas en varias conferencias de prensa desde que asume el año 2016 manifestó esa preocupación.

Dicho y hecho, en los primeros dos años, su gestión en política internacional remeció esos circuitos de poder. Comenzó Trump un sistema de diálogos directos con los jefes de estado de las naciones no aliadas que constituyen las principales amenazas nucleares globales y regionales como Corea del Norte y Rusia. La estabilidad en Asia y su periferia está siempre amenazada por la situación de conflicto permanente entre las dos naciones en la península coreana del noreste asiático. Un acuerdo nuclear moderno entre las dos más grandes potencias nucleares del orbe, Estados Unidos y Rusia, adaptado a las condicionantes actuales y con vista hacia el futuro del poder nuclear, se hace cada vez más indispensable. Todo esto en función de los equilibrios de poder a todos los niveles con el objetivo de reducir tensiones y conflictos.

Súbitamente, al tercer año, la administración Trump comienza a tener asedios de las entidades claves del poder interno y se comienzan a disipar esos avances, hoy, considerados logros para la paz global y valorados como aportes que contribuyeron en la campaña que lo hace vencedor. Simultáneamente estalla la pandemia del Covid al final de su tercer año de mandato. Todo muy coincidente y las coincidencias cuando son inexplicables son más desagradables. El final de la administración Trump (2017-2020), resultó empañado por la pandemia y las acusaciones políticas y judiciales en contra del presidente.

Las inquietudes de Donald Trump respecto a la paz global y la amenaza de una guerra nuclear, han sido trivializadas y hasta ridiculizadas en una serie de publicaciones colocándolas en la dimensión de su egocentrismo y vanidad personal con la ambición de obtener el Premio Nobel de la Paz, quizás el objetivo pendiente en su carrera hacia el éxito.

Este interés por la paz global de Donald Trump, deberá tomar en cuenta realidades como la poderosa industria estadounidense del armamento más convencional no nuclear que significa más del 40% del comercio y la exportación de armas en el mundo. Según la publicación Chicago Policy Review de la Universidad de Chicago, del 27 de febrero de 2024, se calcula que Estados Unidos se embolsa entre 100 y 200 billones dólares americanos en venta de armas por año, números que crecen gradualmente cada año.

La industria del armamento opera hace dos décadas con un Lobby que sirve a conglomerados como Boeing, Lockeed Martin, Northrup Gumman y Raytheon, a un costo de 2.5 billones de dólares, teniendo como público objetivo al Pentágono, el Congreso, el Departamento de Estado, la Casa Blanca y los partidos políticos con sus candidatos. Es de conocimiento público que las ventas de armas de Estados Unidos, se enmarcan en sus políticas de seguridad global y defensa de la democracia en el contexto de sus objetivos hegemónicos. En diciembre de 2023, el presidente Biden aprobó dos de las más grandes ventas de armas a Israel por valores de US$ 106 millones y US$147.5 millones, en medio de la crisis humanitaria y el genocidio en Gaza. (Chicago Policy Review. Universidad de Chicago.27 de febrero de 2024)

Lo que precedió a esta elección, es tal vez el esfuerzo político mancomunado de carácter global más ambicioso que se haya hecho en torno a una elección presidencial en Estados Unidos y para que determinado candidato no fuera elegido presidente. Nunca hubo una intervención electoral más explícita de autoridades políticas y personeros políticos de otras naciones que la que se presenció en esta elección entre Kamala Harris y Donald Trump. El partido laborista inglés envió cerca 100 militantes a trabajar en los diferentes estados considerados cruciales donde se decidía la elección, para apoyar a Harris. Hubo diplomáticos que al terminar la Convención del Partido Demócrata en Chicago, alababan a la candidata demócrata Harris. Había tanta seguridad de su triunfo que los organizadores de la convención permitían esas rupturas al protocolo.

No va a ser fácil este segundo mandato de Donald Trump que se inicia en enero de 2025. Ya se anuncian medidas preparatorias en los 23 estados con gobernadores demócratas, para enfrentar las políticas supuestamente adversas de Trump a las políticas económicas, sociales y culturales adoptadas en los estados que tienen sus propias legislaturas. El estado de California, el más populoso de la unión, con casi 39 millones de habitantes y un PIB de US$4.080 trillones, es la cuarta economía del mundo, superando a Alemania con US $ 3.85 trillones. Una verdadera potencia dentro de la mayor potencia global. Su gobernador Gavin Newsome, sonó como alternativa a Kamala Harris para enfrentar a Donald Trump con el retiro de Joe Biden. Ha dicho a los medios en tono desafiante de “estar preparados para enfrentar las políticas de Trump”. Karen Bass, la alcaldesa de Los Angeles, se refirió a Kamala Harris con un torno maternal protector: “no importa donde hayas nacido y cómo viniste a este país, por quién rezas y a quién veneras, Los Ángeles estará detrás de ti. Este no es tiempo de derrotas. Es tiempo de acción. He hablado con líderes de esta ciudad, de este estado. De este país. Estamos listos”. Rob Bonta, fiscal general del estado, que tendrá un rol clave en las batallas que se esperan con las políticas que intentará imponer Trump dijo: “California continuará hacia adelante estimulado por sus valores y el espíritu del progreso. Usaré toda la fuerza y el poder de la ley, la autoridad de mi oficina para asegurar eso. Tengo vuestro respaldo. Lo prometo”. En el discurso de concesión la Vice presidenta Kamala Harris exclamó a viva voz varias veces “no hay que rendirse”, trasmitiendo la idea de que era una etapa en un camino largo para un objetivo de tener un mejor país.

La guerra contra Trump continuará y también la programación para evitar lo que sucedió en esta elección, el que Trump fuera elegido el 5 de noviembre con un voto popular muy amplio y votos de electores más amplio aún. Esos objetivos se sostendrán en el tiempo, aunque ese tiempo será breve porque Trump ya manifestó que sería su último esfuerzo de llegar a la Casa Blanca. Aunque sabemos que con Donald Trump, nunca se sabe…