En el mundo se calcula, según datos de la UNICEF (2017) que 15 millones aproximadamente de mujeres adolescentes entre 15 y 19 años han sufrido relaciones sexuales forzadas en algún momento de su vida. Sí, 15 millones; para ponerlo en perspectiva, la población total de Chile ronda los 19 millones de personas.
Datos de ONU Mujeres (2017) revelan que una de cada tres mujeres ha experimentado violencia física o sexual, generalmente a manos de su pareja. En el caso del acoso sexual, la cifra es aún mayor.
En el informe de 2023 sobre el Progreso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se reporta que cada año, alrededor de 245 millones de mujeres de 15 años o más, casadas o en pareja, sufren violencia física o sexual a manos de su compañero sentimental. Además, persisten prácticas nocivas como el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina.
Datos estremecedores: La situación en Chile
En Chile los datos no difieren de la situación mundial, lo que refuerza la noción de una pandemia silenciosa a nivel global, como se ha acuñado por los movimientos de mujeres y feministas. Por ejemplo, en nuestro país, los datos sobre explotación sexual son estremecedores: entre 2022 y 2023, un total de 2.184 menores fueron identificados como víctimas de explotación sexual, de los cuales un 86% corresponde a niñas y adolescentes, y un 64% tiene entre 14 y 17 años, según el Ministerio Público.
La Subsecretaría de Prevención del Delito señala que en 2022 se registraron 11.440 casos policiales por delitos sexuales, de los cuales 10.241 (90%) denunciantes son mujeres y 1.199 son hombres (10%). Es decir, 9 de cada 10 denuncias por delitos sexuales son realizadas por mujeres. La misma institución señala que los casos denunciados sobre delitos sexuales durante el año 2022, el 89,3% de las víctimas son mujeres, de ellos, el 27,7% corresponde a jóvenes entre 18 y 29 años, el 19% de los casos corresponde a adolescentes entre 14 y 17 años, la cifra mayor de casos de abuso sexual corresponde al tramo de las menores de 14 años con un 31% de los casos denunciados.
Según datos de la OMS, 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 13 hombres adultos declararon haber sufrido abusos sexuales en la infancia. En Chile, según los datos de la Policía de Investigaciones (PDI), en el año 2021 el 49% de las denuncias relacionadas a delitos sexuales, corresponde a abuso sexual a menores de 14 años. (Mineduc, 2017).
Cultura de la violencia sexual
La violencia sexual contra las mujeres y niñas es sin duda uno de los mayores flagelos de la humanidad que se expresan en actos de dominación y control de los cuerpos y la sexualidad de las mujeres y niñas, y que puede tener múltiples expresiones: miradas lascivas e intimidantes, de palabra o insinuaciones no deseadas hasta conductas de agresión física como la violación, el toqueteo, la frotación de genitales o el agarrón en la calle. También se observa en la pornografía y el uso sexual de los cuerpos en la publicidad y en los medios comunicación incluida las redes sociales.
El Estado de Chile comprende como violencia sexual aquellos crímenes que califica de delitos sexuales: violación, violación impropia, violación con homicidio, estupro, abuso sexual, abuso sexual infantil y abuso sexual infantil impropio, se suma a lo anterior la explotación sexual (Ley 21.522) y, desde 2019, la penalización del acoso sexual en espacios públicos (Ley 21.153).
Quisiera recordar, a propósito de lo que ha acontecido a nivel nacional con los casos que están siendo investigados actualmente, el término “cultura de la violación” que fue acuñado por feministas estadounidenses en la década de 1970. El concepto se refiere a un sistema que tolera, normaliza y reproduce la violencia sexista, reflejándose en la publicidad, el cine, la literatura, e incluso en instituciones como el Estado, la familia y los círculos cercanos.
La antropóloga argentina Rita Segato, en sus estudios sobre la violencia de género, describe la violación como “el uso y abuso del cuerpo del otro, sin que este participe con intención o voluntad comparables”.
La necesidad de un cambio cultural profundo
Hablar de cultura de la violación y de violencia sexual es duro, ya que pone de manifiesto las atrocidades que enfrentan principalmente mujeres y niñas en todo el mundo. No obstante, cada año los medios de comunicación, incluidas las redes sociales, exponen casos impactantes de violación, como el de Giséle Pelicot en Francia, quien acuñó la frase “La vergüenza no es para nosotras, es para ellos”, o los casos de “La Manada” y de Antonia Barra en Chile, una joven de 21 años.
Lo más alarmante es que, en el trasfondo de la violencia sexual, el abuso y el acoso, persiste una aceptación social que, a menudo, recae sobre la víctima, haciéndola sentir culpable. Aunque se han logrado avances en legislación y castigo de estos delitos, la aceptación y reproducción de estas conductas siguen presentes. La violencia sexual es, en esencia, un acto contra la voluntad de otra persona, que incluye la falta de consentimiento o situaciones donde no es posible darlo, como en el caso de menores de edad, personas con discapacidad mental, o quienes se encuentran ebrias o inconscientes bajo los efectos de alcohol o drogas.
Otro fenómeno que agrava esta situación es la asimetría de poder entre el agresor y la víctima, donde el consentimiento puede verse forzado debido a la influencia o el poder que la otra persona ejerce.
Lo expuesto anteriormente evidencia la urgente necesidad de revisar las políticas públicas en Chile en cuanto a la prevención, sanción y erradicación de la violencia contra mujeres y niñas.
No se trata únicamente de mejorar las leyes, aunque estas son fundamentales, sino de impulsar un cambio cultural profundo. Este cambio requiere de acciones estatales sostenidas, con un presupuesto significativamente mayor al actual, y debe integrarse en políticas transversales que abarquen todos los ámbitos de la sociedad. De otro modo, la cultura de la violación seguirá persistiendo.