Principios básicos para la defensa nacional en Chile
Aclaremos, la historia nos enseña que la mejor defensa que puede tener un país es aquella que el mismo puede construir. Desde ese punto de vista, la opción que Chile ha tomado desde hace mucho es que la defensa es una tarea de toda la nación. Es decir, Chile, en caso de ser amenazado, se defenderá con todo, empezando por la voluntad de su población, para ello necesita una economía lo más sana y pujante que pueda sostener ese esfuerzo. Por cierto, también supone disponer de buenos aliados y que decir, también se requiere de Fuerzas Armadas profesionales, competentes, bien entrenadas y equipadas. Estos conceptos han sido refrendados por los sucesivos Libros de la Defensa con los cuales Chile ha trasparentado su política de defensa.
Corresponde al nivel político conducir la defensa, porque es un esfuerzo que implica coordinar desde acciones económicas hasta diplomáticas, que decir, de la necesaria cohesión social. Por ello la defensa debe ser nacional, un esfuerzo de toda la nación, para defender a todos los chilenos y su territorio, independiente de sus credos ideológicos, políticos o culturales.
Los chilenos hemos proclamado desde hace mucho nuestra vocación de paz, que no guardamos ninguna aspiración territorial de otro Estado, y por ello nuestro esfuerzo en materia de defensa se compone de disuasión y cooperación.
Pero, desgraciadamente, no vivimos en un mundo donde impera una paz firme y duradera. Hoy en día solo un autista estratégico puede afirmar que estamos en una etapa de tranquilidad global, y solo un ermitaño aislado, sin comunicaciones, podría sostener que la paz y la cooperación es el rasgo predominante. Ojo, en esto de construir apreciaciones idealistas de la realidad, encontramos ejemplos de todos los colores, desde pacifistas, religiosos hasta socialistas utópicos.
La planificación de la defensa nacional
La defensa y la diplomacia son por esencia política de Estado, es decir, suprapartidarias, porque buscan proteger a la nación toda. Además, comparten otra cualidad: sus planes son de largo plazo, porque busca objetivos que superan el mandato de un gobierno. Los gobiernos se renuevan periódicamente, los Estados son permanentes. Por cierto, toda planificación requiere de una constante actualización, dado que la realidad es por esencia dinámica.
En nuestro caso, la defensa nacional posee un detallado proceso de planificación, de responsabilidad del ministerio respectivo, donde participan las instituciones y todos los entes involucrados. En la actualidad estamos a la espera de que el ministerio entregue la versión de la Política de Defensa (Poldef) que actualice la versión vigente redactada el 2020.
Toda planificación requiere de una apreciación lo más rigurosa posible y especialmente, de la identificación de los riesgos y amenazas que puedan afectar nuestra seguridad. Ello determinará los objetivos a alcanzar y los medios que se requieren para ello. Por ejemplo, si nos proponemos un desarrollo basado en la exportación y el comercio internacional, además de la respectiva actuación diplomática y comercial en los foros afines, requerimos de una flota que resguarde nuestro amplio territorio marítimo y cuide de la seguridad oceánica junto a nuestros aliados.
Para ello no es necesario disponer de un portaviones, pero sí de buques modernos y dotados de alta tecnología, y sobre todo, de un personal que los tripule adecuadamente, siguiendo un riguroso plan de entrenamiento. Valen consideraciones similares para nuestro poder aéreo y por cierto, para nuestro ejército de tierra.
En México se dice, “según el tamaño del sapo es la pedrada”, y en Colombia se acuña la advertencia de que “no hay que dejar que se metan en el rancho”.
Muchos se preguntan qué hacen las FFAA en tiempos de paz, por cierto están las otras misiones: ayuda a la población en casos de catástrofes y la cooperación internacional en operaciones de paz. Pero, sobre todo, las FFAA entrenan cotidianamente para tener un óptimo de alistamiento, es decir, siempre listas cuando se las requiera.
Cada institución dispone de un minucioso plan de entrenamiento debidamente faseado, el cual se altera cuando a las FFAA se les asignan nuevas misiones, en algunos casos, con objetivos difusos, es decir, sin definir por parte del poder político el llamado Objetivo Final Deseado, en otras palabras, cuál es el objetivo a alcanzar con el empleo de la fuerza estratégica del Estado. Léase Macrozona sur y Macrozona norte.
Evitemos los errores
Si la defensa es por esencia nacional y requiere de un cuidadoso manejo profesional, es más válido que nunca que su dirección siga con apego las orientaciones estatales. Para ello es necesario un elevado conocimiento del mundo y la problemática de la defensa. Y por cierto, no tener prejuicios, porque nadie designaría como jefe de un pabellón quirúrgico a alguien que desconfíe de los doctores, los anestesistas y los enfermeros.
Al respecto no quiero pecar también de idealista. Todos sabemos la tragedia que vivimos hace medio siglo, por lo mismo, quienes vivimos esos dolorosos momentos somos los más convencidos de que como país nunca más un chileno debe sentirse amenazado por otro chileno. Podemos tener diferencias, visiones distintas, pero no creo equivocarme que hoy lo que Chile necesita es cohesionar su sociedad, recuperar nuestras mejores tradiciones (como la educación cívica, por ejemplo) y dejar la competencia individualista para el mercado, pero no para las tareas nacionales.
También necesitamos mirar el entorno regional y el global para darnos cuenta de la actualidad de la defensa. Si queremos y necesitamos recuperar el control pleno de nuestro territorio, no lo vamos a lograr si recortamos sistemáticamente el presupuesto a las FFAA.
Hoy tenemos, porque así lo planificamos, una fuerza altamente calificada, que dispone de medios de elevada tecnología para nuestro estándar, virtualmente poseemos una oficialidad bilingüe y un personal mayoritariamente profesional. Lo decidimos así hace muchos años, porque queríamos modernizar nuestro sistema y “la guerra interna” quedaba atrás con la recuperación de la democracia. Por eso revisamos la ley del Servicio Militar y se disminuyó el contingente, pasamos de ser un ejército de instrucción a uno de operaciones. Queremos y necesitamos unas FFAA de todos los chilenos.
Pero más tecnología, por ende, más potencial, requieren de mayor educación de nuestro personal y mayor mantenimiento de nuestros sistemas de armas. A la fecha, el presupuesto de defensa es virtualmente un presupuesto de continuidad, indexado periódicamente según el alza del costo de la vida. Los compromisos que las autoridades suscribieron unánimemente al derogar la ley del Cobre no se están cumpliendo, es como tener un auto de alta gama y ahorrar en el cambio de aceite. Peor aún, con ocasión de los Estados de Emergencia, las FFAA han incurrido en el uso de su presupuesto, para tareas que no estaban planificadas, y a la fecha no se han completado los prometidos reintegros.
Cuidemos a quienes nos cuidan
Para finalizar solo reiteramos que, si queremos seguir viviendo en paz y heredarle a las nuevas generaciones una patria segura y soberana, necesitamos corregir, recuperar una adecuada e informada conducción político-estratégica de la defensa, actualizar nuestra apreciación. Es una tarea no solo de las autoridades del Ejecutivo y del Congreso, sino de la sociedad toda, con la misma fuerza y convicción con la cual durante décadas de nuestra historia, miles de niños y jóvenes entonaron nuestro himno todos los lunes en la mañana, mientras se izaba nuestro pabellón.