No se trata de una crítica solo a este gobierno. Y no es una crítica solo nacional. En general los estados han dejado de lado la mirada estratégica.
Durante algún tiempo el mundo empresarial acostumbró a tener una mirada estratégica, anclado en sus bolsas de comercio y en las grandes industrias. Fue una época donde los expertos en estrategia tenían vínculos constantes con las empresas y estados, no solo para gestionar las crisis. Luego las empresas han reducido ese análisis, lo consideran poco relevante.
Paulatinamente la estrategia quedó como un uso privativo a nivel de grandes corporaciones. Tampoco duró mucho tiempo. Es asunto de observar la magnitud (la escasa magnitud para ser preciso) de las reformas posteriores al sistema financiero a la crisis de 2008. Después de las grandes crisis (como en 1929, como en 1973) el orden económico fue reseteado. No ocurrió en la última crisis. Si la inestabilidad financiera era el problema resulta que hoy el sistema está menos institucionalizado aún. De hecho, el sistema financiero actual ya no está definido principalmente por las bolsas de comercio. Hoy el sistema financiero es notoriamente dominado por fondos de capital privado que operan fuera de bolsas de comercio.
El siguiente gráfico muestra los fondos de inversión que son hoy más importantes que el juego en las bolsas de comercio. Por ejemplo, solo BlackRock es más grande que la bolsa electrónica Nasdaq completa. Y entre los tres primeros fondos de inversión suman la valorización completa de la bolsa de Nueva York.
Para decirlo en simple, todas las bolsas de comercio del mundo son solo la sexta parte de los derivados financieros. Ahí se juega el partido. Y ese partido los sistemas políticos no solo no saben jugarlo, sino que no saben dónde queda el estadio.
Desde la crisis subprime el aumento del tamaño de estos fondos de inversión es de alrededor de un 485% (2007 a 2023). Es así como la mirada estratégica que integra política y economía, al menos en Occidente, solo ha quedado inscrita en los grandes fondos de inversión.
Pero su mirada es cenital y el análisis de los casos (países) y de los procesos (tendencias) se analizan por separado, con lo cual se produce un escenario sencillamente lamentable: no hay ninguna estrategia que articule sociedad, política y economía. Esto produce una desventaja pavorosa para Occidente, ya que China sí tiene una estrategia integrada. Y los resultados están a la vista. China construye su imperio romano y Occidente disuelve el suyo.
El asunto es todavía más complicado. Mientras el orden mundial funciona aparentemente con los principios del Tratado de Westfalia (1648), que configura la forma del estado soberano sobre un territorio; en la realidad los estados son cada vez más incapaces de ser un factor relevante en la conducción de los destinos de ese territorio donde ejercen (nominalmente) soberanía. Es decir, el orden político mundial transita a una fantasmagoría: los países y sus autoridades son crecientemente un teatro, cada vez de peor gusto, sin importancia alguna.
Volvamos a Chile: litio y la oportunidad de los recursos naturales
Chile presentó el año pasado una estrategia nacional del litio. Probablemente sea una piedra angular del proceso futuro, pero si de estrategia se trata la pregunta es cómo Chile puede aprovechar lo que se señala mundialmente: que es el país con más oportunidades para la transición energética pues tiene el primer lugar del mundo en los minerales críticos para la transición energética.
Bloomberg ha calculado casi dos billones de dólares (billones en castellano, no su uso en inglés), superando por cuatrocientos mil millones de dólares a Australia. Y a eso hay que sumarle los mejores factores de planta en eólica y solar, también a nivel mundial. El desafío es grande y sin duda los minerales no bastan: la capacidad de producir energía debe ser capaz de convertirse en exportable. Todo esto requiere un diseño donde hay que definir la actividad estratégica principal y su ruta de promoción en inversiones y el desarrollo tecnológico al que se busca llegar.
Las principales oportunidades estratégicas de Chile están hoy situadas en sectores económicos emergentes y estrategias de integración interna, así como la mejora educativa. En el marco de un diseño estratégico Chile tendrá que apostar a la diversificación económica. Y es que Chile ha sido históricamente dependiente de la minería, especialmente del cobre en largas décadas. Sin embargo, Chile tiene oportunidades estratégicas para diversificar su economía en sectores como el litio, la energía solar y el hidrógeno verde.
El norte de Chile posee una de las mayores reservas de litio y cobre del mundo. Cuenta además con las condiciones de radiación solar en el desierto de Atacama, las que son ideales para desarrollar energía solar de alta eficiencia. Además, Chile ha avanzado (con algunas dudas) en la producción de hidrógeno verde, un mercado emergente clave en la transición energética global.
En este proceso es un activo para Chile contar con alianzas estratégicas que permiten facilitar la apertura de mercados. Chile tiene acuerdos comerciales con más de 60 países, incluyendo su participación en el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP) y el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y China.
La estrategia de apertura comercial de Chile le da acceso preferente a grandes mercados, lo que puede seguir aprovechándose para atraer inversión extranjera y posicionarse como un “hub” de negocios en la región, es decir, un punto de conexión e intercambios. Esta es una oportunidad grande para la región de Antofagasta, pero es importante que los gobiernos regionales y el central comprendan que un ‘hub’ no es un conjunto de empresas en la misma zona, sino la construcción de un ecosistema de aprendizaje y una red de confianzas que facilitan la conexión y la innovación.
El principal pasivo de Chile hoy está en el sistema educativo
Ya se ha mencionado, pero evidentemente la innovación merece un punto aparte. Las industrias de tecnología y servicios digitales son otra área de potencial. Chile puede mejorar su infraestructura digital, fortalecer su ecosistema de startups y avanzar en temas de ciberseguridad para ser competitivo. Además, Chile debe fomentar la inversión en investigación y desarrollo, no solo en tecnología propiamente tal, sino también en sectores como la biotecnología agrícola o en la capacidad de mejora de procesos mineros o energéticos.
Pero no nos escondamos. El principal pasivo de Chile hoy está en el sistema educativo. Para lograr una mayor integración en Chile y mejorar las oportunidades educativas, es fundamental enfocarse en reducir las brechas regionales. Un 27% de los colegios necesita inversión en infraestructura para aumentar la asistencia a clases. Y el 90% de las diferencias educativas derivan de diferencias económicas. La Región Metropolitana obtuvo en matemáticas 259 puntos en el Simce, puntaje equivalente a Portugal o España. Mientras tanto, la Región de Atacama obtuvo un puntaje equivalente a Colombia y Brasil.
La modernización del sistema educativo de Chile es crucial para potenciar las oportunidades estratégicas de Chile. En este sentido, los organismos internacionales insisten en que exista la necesidad de fortalecer el enfoque en competencias STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), además de habilidades en idiomas y pensamiento crítico. Iniciativas como la introducción de metodologías de aprendizaje activo, como el aprendizaje basado en proyectos y en problemas, son eficaces para desarrollar capacidades de resolución de problemas y habilidades colaborativas que son fundamentales en un mercado globalizado.
Es lamentable observar cómo en algunas universidades estos esfuerzos de avanzar en métodos activos de aprendizaje suponen grandes esfuerzos y después se reduce la ambición porque requiere una gestión particular que no se ha dotado.
Ahora bien, vale recordar que la literatura sobre las sociedades postindustriales enfatiza la importancia de una formación teórica y conceptual. Esto es decisivo. Y es que en un mundo cambiante la capacidad teórica tendrá más valor que la capacidad práctica, que puede vivir momentos de impertinencia o directamente obsolescencia. Y esta dimensión se ha descuidado notoriamente. La lógica del gerenciamiento ha reducido la lectura multivariable y se ha reducido a táctica lineal.
Habrá que decir que Chile ha puesto la educación en el centro del debate público desde 2006 primero y luego desde 2011. Sin embargo, luego de numerosas reformas, el escenario pedagógico ha empeorado. Además, resulta evidente la necesidad de fortalecer la educación técnica y profesional, ya que esta puede ayudar a desarrollar habilidades prácticas y especializadas en sectores como las energías renovables, la minería avanzada y la tecnología agrícola.
Programas de intercambio y cooperación entre universidades y centros de formación técnica en distintas regiones, además de colaboración con el sector privado, pueden acelerar esta capacitación alineada a las demandas del mercado laboral.
La integración territorial y la conectividad
Cuando fui candidato presidencial en las primarias del Frente Amplio insistí en la articulación ferroviaria, asunto que hablé luego de mi campaña con el entonces diputado Boric, quien me señaló su interés en avanzar por esa línea, lo que ha cumplido. Hay ejercicios simples que permiten comprender la viabilidad de ciertos proyectos que normalmente son denostados por su precio.
Si observamos a números gruesos la demanda de vuelos entre Santiago y Antofagasta, por ejemplo, hay alrededor de 20 a 30 vuelos diarios, moviéndose semanalmente unas cuatro mil personas (muchas veces es más).
Considerando el costo de un tren de alta velocidad, el precio del pasaje sería de unos noventa mil pesos según un cálculo grosso modo (en esto me ha ayudado un experto español) y la duración del viaje con paradas en Coquimbo y Copiapó (considerando el tramo Santiago-Antofagasta) duraría 5 horas y diez minutos aproximadamente. Considerando que los aviones demandan ese mismo tiempo sumando la gestión aeroportuaria, el viaje y el traslado a la ciudad correspondiente (en origen y destino) el proceso es perfectamente financiable. La integración territorial es fundamental e irá acompañada de mejora en el capital social, asunto muy deteriorado y que es de incidencia directa en procesos de deterioro de las normas sociales.
La conversación es muy larga y los ejemplos deben abundar. Pero no dejemos de apreciar el corazón del proyecto chino: la integración territorial y la conectividad del gigante asiático con otras latitudes.
El proyecto de China de la “Franja y la Ruta” (BRI, por sus siglas en inglés) ha creado una red de infraestructura global para facilitar el comercio, conectando Asia, Europa y África a través de rutas terrestres y marítimas. Incluye inversiones masivas en puertos, ferrocarriles, autopistas y proyectos de energía para mejorar la conectividad entre los países y así reducir costos logísticos, impulsar el crecimiento económico y ampliar la influencia geopolítica de China en regiones estratégicas.
En América Latina, aunque la región no está en el área geográfica original de la BRI, China ha avanzado con el desarrollo de infraestructura y la cooperación económica con países clave del Pacífico, ya que estos ofrecen acceso directo al comercio trans-pacífico. Esto es evidente en proyectos portuarios, como el puerto de Chancay en Perú, que se perfila como un hub para el comercio entre Asia y Sudamérica, favoreciendo el ingreso de productos asiáticos y la salida de materias primas latinoamericanas.
China ha atribuido roles a los países del Pacífico en Sudamérica (Chile, Perú, Ecuador y Colombia). Al respecto China busca consolidar a estos países como puntos clave para la exportación de recursos naturales, incluyendo minerales, productos agrícolas y energéticos, que son fundamentales para la economía china. En particular, Perú y Chile, con acceso directo al Pacífico y abundantes recursos mineros (como el cobre, esencial para la tecnología china), son prioritarios para proyectos de transporte e infraestructura que faciliten la logística exportadora.
Los megaproyectos portuarios, como el de Chancay, destacan la intención de China de utilizar estos países como plataformas logísticas en la región. China busca que los países sudamericanos del Pacífico faciliten el acceso a materias primas y que los países centroamericanos actúen como centros logísticos que potencien el flujo de productos y servicios entre Asia y América.
Un país sin estrategia
Chile era competitivo respecto a otros países por su fortaleza institucional. Los dos fracasos constituyentes deben ser superados porque, es evidente, generan un pasivo. Hoy en día Perú, con enormes problemas institucionales, concentra la atención de China y Estados Unidos. Este último país ha informado sobre un proyecto de base de la NASA en Perú, destinada a mejorar las capacidades de observación y análisis científico en América Latina, lo que refleja el interés estadounidense en fortalecer su presencia tecnológica y de investigación en la región.
También Estados Unidos proyecta construir un megapuerto que compita con Chancay. En estos ámbitos, Perú ha avanzado y fortalecido su posición regional en comparación con Chile, especialmente en capitalizar su ubicación estratégica en el Pacífico para fortalecer su comercio con Asia. La Alianza del Pacífico, de la cual Perú y Chile son miembros, es un ejemplo de cooperación económica, pero Perú ha ganado terreno en sectores como la agroindustria y las exportaciones mineras a Asia.
Además, Perú ha tenido un rol activo en la Comunidad Andina y en foros como la OEA y la ONU. Su posición en estos espacios le ha permitido consolidarse como un interlocutor válido. Pero es indudable que la gran derrota de Chile es en infraestructura portuaria. Esto le permite una mayor competitividad frente a Chile en el ámbito de exportaciones e importaciones.
También Perú ha conseguido destacarse en turismo cultural e histórico, con un reconocimiento global. El valor tangible (económico) e intangible (influencia cultural) del turismo (y la gastronomía), son señales potentes de una estrategia que se ha logrado mantener en Perú a pesar de la crisis institucional constante.
En muchos de los puntos Chile puede ser más competitivo. Pero volver a fortalecerse en la estabilidad institucional es fundamental, porque es un elemento diferenciador de gran tamaño. No alcanza para resolver el problema estratégico, pero es necesario.