La política exterior chilena enfrenta el desafío de actualizar sus intereses y objetivos, considerando que muchos hechos que la condicionan son ya temas del pasado, como la caída del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría, los inicios del proceso de globalización económica y la recuperación de la democracia en Chile. Los tiempos cambiaron y con ellos también la posición, el contexto y la calidad de los atributos de nuestro país.

Mientras Chile destacó en Sudamérica por su desarrollo económico y social, por su estabilidad institucional, la seguridad y el orden, estos factores se están desvaneciendo mientras otros países muestran indicadores que los acercan a los nuestros. Ya no somos, tan claramente, un país que considerar y valorar. Incluso en temas de inversión, se nos enrostra el cambio de las condiciones a que se sometieron las inversiones, y los proyectos se dilatan sin sentido para finalmente hacer perder tiempo y dinero.

Estamos ante un nuevo horizonte, borroso aún, pero en definitiva uno distinto. Caminamos hacia un nuevo tipo de fraccionamiento, ya no tanto en torno a los ejes de la Guerra Fría, sino a una nueva multipolaridad y en ese contexto, reconocer las fortalezas y desafíos de nuestro país es relevante para definir el futuro de la política exterior.

Política exterior chilena en un escenario de fragmentación de la economía global

La economía global atraviesa por un período de fragmentación, agitado por las pugnas entre EE.UU y China, y luego por la pandemia y la agresión militar de Rusia contra Ucrania. Se ha ido configurando, así, un realineamiento económico en torno a bloques, uno liderado por EE.UU., otro por China y un tercero por los denominados “no alineados”.

Para una economía profundamente dependiente del comercio exterior como la nuestra, entender la marcha de este proceso, sus riesgos, el valor político y resiliente de los acuerdos de última generación suscritos con la Unión Europea o el TPP-11, y qué tipo de impacto tendrá en la economía política del futuro, resulta por lo mismo gravitante y central.

¿Pero existe una reflexión sobre el cambio del entorno y cómo ello obliga a realizar igualmente modificaciones a nuestros objetivos internacionales? ¿O estamos atrapados en el lento desplazamiento burocrático que lo impide? Falta debate, reflexión, análisis, confrontación de ideas, para revitalizar nuestra Cancillería.

Un ejemplo de ello es que los avances de Chile en materia de acuerdos comerciales, pero, por sobre todo, los acuerdos cerrados recientemente con la UE y TPP-11, son analizados preferentemente a la luz de los comportamientos comerciales, cuando en realidad se trata de una decisión de alto valor estratégico para la política exterior chilena.

Bueno sería abrirse al entorno, escuchar y reflexionar cómo debemos hacerlo mejor y cómo debemos mejorar el servicio a los chilenos.