El desafío que impone la encuesta CEP al sindicalismo, más allá de lo que le es propio -la representación de sus asociados en la relación con el empleador- es hacerse cargo de estos dos aspectos que afectan a los trabajadores y trabajadores: seguridad pública y empleo decente.

La encuesta CEP de reciente data, entre muchos antecedentes, entrega una lámina que pregunta a sus entrevistados respecto de cuanta confianza tiene de las instituciones que se señalan. En los primeros lugares aparecen instituciones que se han situado desde hace un tiempo en los lugares de privilegio y que se relacionan claramente con una conducta de servicio a los ciudadanos. Allí figuran, en primer lugar, la PDI y luego, las universidades, carabineros, las fuerzas armadas, las radios, y en sexto lugar “los sindicatos”.

En los últimos lugares del ranking y ello no constituye una novedad, aparecen los tribunales de justicia, el ministerio público, la televisión, las redes sociales, el sistema de pensiones, el Congreso y finalmente los partidos políticos.

En medio de la lista y en el 12 lugar, aparece las empresas privadas y luego el gobierno y ambas instituciones precedidas por la iglesia católica y las iglesias evangélicas.

El listado publicado no reconoce novedades significativas: da cuenta de una apreciación ciudadana que es coherente con otras mediciones y con la opinión pública que se conoce en múltiples entrevistas e incluso en las conversaciones que todos tenemos en lo cotidiano.

La importancia del sindicalismo para los trabajadores

Sin embargo, hay una novedad que no se debe pasar por alto y que constituye una buena noticia y al mismo tiempo un desafío: el lugar que las personas le asignan a los sindicatos.

Es una buena noticia, ya que representa el reconocimiento de una labor no siempre visible, con mucho de lo cotidiano. Refleja una tarea infatigable, permanente, de todos los días; muchas veces ingrata y no exenta de riesgos para la estabilidad laboral. Basta con mirar la cantidad de prácticas antisindicales que los tribunales y la Dirección del Trabajo conocen, en representación de aquellos que, en la relación laboral, son el eslabón débil.

Un reconocimiento a todos ellos. Que hacen de la conversación y de la legítima presión, el reconocimiento del diálogo social como el instrumento para mejorar las condiciones sociales y laborales de los y las trabajadores, y que no siempre encuentran en sus empleadores la misma disposición.

Cuanto más se podría avanzar en mejores relaciones laborales, en mejores resultados para las empresas, en mejoras en productividad, en adecuados mecanismos de distribución de tales resultados, en mejores gratificaciones, si se establecieran mejores y permanentes mecanismos de diálogo entre trabajadores y empleadores, incluso más allá de los procesos de negociación colectiva.

Seguridad laboral y empleo decente: los grandes retos del sindicalismo actual

Pero, el dato de la encuesta constituye también un desafío insoslayable al sindicalismo. La ciudadanía en esta medición le asigna un rol más allá de lo estrictamente laboral en la empresa o en su relación con los empleadores, le pide que se haga cargo de dos asuntos de la mayor relevancia para todos y por cierto para los trabajadores.

En primer lugar, la seguridad. La inseguridad afecta a los trabajadores y trabajadores que deben concurrir a la pega todos los días y que en su ida y regreso se exponen a todos estos peligros. Mucho de ellos y ellas salen de noche desde sus casas para llegar a tiempo a la faena o al lugar del empleo y en ese par de horas de tránsito se ven expuestos a todo tipo de riesgos.

El problema ya no es los riesgos laborales en el empleo, que por cierto no hay que descuidar, sino que los riesgos para ir y volver del trabajo.

La inseguridad es un problema y debe ser materia de conversación con los empleadores. La asignación de la tarea al Estado es una generalidad que no se hace cargo de lo mucho que se puede hacer en un diálogo fecundo al efecto. En esto se puede apreciar qué tan genuina es la asignación de “colaboradores”, con que algunos les gustan denominar a sus trabajadores. Qué tanto están dispuestos a cuidar a sus “colaboradores”. Sin duda que en esto hay mucho por hacer y no esperar que el Estadio haga lo que, por cierto, es su obligación.

A los trabajadores del CESFAM de Bajos de Mena no les basta carabineros en la entrada, lo que tiene un momento de término, ellos requieren un conjunto de acciones que cautelen su acceso al trabajo y su ejercicio en el recinto. Lo mismo sucede en el supermercado con sus dependientes.

Empleo y aumento del trabajo informal

En segundo lugar, empleo. Al sindicalismo no le puede ser indiferente el aumento del trabajo informal. Si no hay contrato de trabajo, no hay derechos laborales, no hay remuneración, no hay seguridad social. No hay sindicatos sin empresas. No hay negociación colectiva.

El trabajo informal es la antítesis del trabajo decente y los estímulos para la formalización laboral no están siendo eficaces. Entonces, promover el empleo decente, formal y con contrato de trabajo es un desafío que la ciudadanía le impone al sindicalismo y en la encuesta así lo señala al situarlo en sexto lugar.

Entonces, la conversación no es solo hablar del necesario crecimiento, sino cómo este crecimiento tiene como condición de legitimidad que provea de empleo formal y decente. Se trata de facilitar, con las necesarias prevenciones de sostenibilidad medioambiental, la aprobación, viabilidad y ejecución en plazos razonables proyectos que, junto con el desarrollo del país y sus regiones y sus comunas, llevan una oferta importante de trabajo decente. Es una tarea urgente.

El desafío que impone la encuesta CEP al sindicalismo, más allá de lo que le es propio -la representación de sus asociados en la relación con el empleador- es hacerse cargo de estos dos aspectos que afectan a los trabajadores y trabajadores: seguridad pública y empleo decente.

La legitimidad que se le reconoce al sindicalismo para esta tarea y que la encuesta lo señala, la hace no solo impostergable, sino que la hace coherente con lo mejor de la tradición del sindicalismo chileno. Son los desafíos que valen la pena.