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Misiles y ojivas en Medio Oriente: la suma de todos los miedos

22 octubre 2024 | 14:44

Dicen que el episodio en que la humanidad estuvo más cerca de la Tercera Guerra Mundial fue la crisis de los misiles de Cuba, producto del hallazgo por Estados Unidos de bases de misiles nucleares de alcance medio emplazadas por las fuerzas armadas soviéticas en Cuba. Durante 13 días –del 15 al 28 de octubre de 1962- el mundo contuvo el aliento ante el pulso entre Washington y Moscú, que Fidel Castró llamó sencillamente la crisis de octubre.

62 años después otra prueba de paciencia y cálculo se extiende, aunque muy lejos del Caribe, en Medio Oriente donde dos antagonistas Israel e Irán han decidido medir capacidades de respuesta militar para demostrar poder y advertir al enemigo. Y aunque octubre es un mes marcado en rojo en la región –el 6 de octubre de 1973 egipcios y sirios atacaron sorpresivamente a Israel en el día hebreo del perdón (Yom Kippur) y el 7 de octubre del año pasado en la fiesta de Sukkot Hamas lanzó cohetes sobre ciudades israelíes mientras sus milicianos en Gaza penetraban el Néguev ejecutando cerca de 1.400 civiles y secuestrando más de 200 personas- éste amenaza con desencadenar una escalada regional, incluso con grandes potencias involucradas.

El conflicto armado en Gaza y la expansión a otras zonas

No es que este conflicto armado ya no haya escalado: La represalia original de Israel sobre Gaza, que ya deja cerca de 42.000 palestinos muertos, le siguió refriegas en Cisjordania, escaramuzas con Hezbolá en el sur del Líbano –hoy con una invasión de las Fuerzas de Defensa de Israel e incesantes bombardeos sobre Beirut-, enfrentamiento entre Hutíes de Yemen y milicias en Irak y Siria contra Israel.

Gran parte de estos actores son parte del auto denominado Eje de la Resistencia, liderado por Irán y el mayor de los miedos es que este último país se involucre directamente. La razón está en su ejército de 600 mil efectivos, su armamento convencional y sobretodo los desconocidos progresos de un eventual desarrollo de armas nucleares.

No hay que olvidar que la administración Trump desahució unilateralmente el acuerdo multilateral 5 + 1 o Plan de Acción Conjunto (JPOA) de 2013, con el que Estados Unidos dirigido por Obama sumó a Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania para comprometer a Irán con inspecciones regulares de la Organización Internacional de Energía Atómica de Naciones Unidas sobre su programa de enriquecimiento de uranio. Sin dicho instrumento, la posibilidad de fabricación de armamento nuclear por Irán se tornó impredecible.

En un hilo argumental ficticio, Tom Clancy especuló con la catástrofe del uso bombas nucleares tácticas por grupos inspirados por el conflicto de Medio Oriente en su novela “la suma de todos los miedos”. Y aunque Oscar Wilde decía que la vida imita al arte, hoy una devastadora realidad supera la ficción de Clancy, lo que nos lleva a preguntarnos. ¿qué pasaría si una potencia nuclear cierta como Israel se confronta al Irán del que desconocemos su avance en el enriquecimiento de uranio con fines bélicos?

Este es el complejo escenario que asoma después del enfrentamiento coordinado con aires de simulacro en abril pasado, con uso de 300 drones iranios tardando horas en golpear contra sus objetivos, lo que permitía la anticipación. Seis días más tarde Israel golpeó una base aérea militar en Isfahán, al centro de territorio iraní, sin víctimas fatales por lo que todo quedó ahí… al menos así pareció.

Ataques y contraataques: el nuevo escenario bélico

Lo que cambió desde ese episodio es que ambos actores parecen han perdido el miedo a enfrentarse. Lo anterior se reflejó el lunes 1 de octubre pasado cuando Teherán bombardeo con 181 misiles balísticos: Ghadr, Emad, más un número indeterminado de supersónicos (Fattah-1) al Estado de Israel, neutralizados por el eficiente sistema de defensa israelí, domo de hierro más “Arrow”.

El Premier israelí Bemjamín Netanyahu declaró: “Irán cometió un gran error esta noche y, pagará por ello”, complementada por un comunicado en el que además de ofrecer condolencias por la muerte de ocho soldados israelíes en medio de la ofensiva terrestre en el sur de El Líbano se aseguraba que su país estaba “en medio de una dura guerra contra el eje del mal de Irán”.

El tono empleado es una reminiscencia apocalíptica mesiánica de las administraciones estadounidenses de Reagan, quien designó a la Unión Soviética como Imperio del mal, y de George W. Bush, que identificó a Siria, Irak e Irán con “el eje del Mal”. Todos elementos de una teología política, que paradójicamente se replicó en el régimen iranio al llamar a Estados Unidos “Gran Satán”, con la salvedad que Irán no se auto-define como una democracia liberal representativa.

Esta lógica religiosa maniquea también ha justificado el endurecimiento de posiciones por parte del gabinete de Netanyahu, que además del partido conservador Likud recibe el apoyo de facciones jaredim (ultra-ortodoxas) con una visión de rejudaización que recupera un lenguaje de redención religiosa.

Lo anterior relativiza los denominados enfoques racionales ante una crisis como la abierta.
Graham Allison, en su obra clásica “La esencia de la decisión” (1971) complementaba el modelo de los “agentes racionales” con el del comportamiento de las organizaciones y de la política gubernamental para analizar la crisis de Cuba en 1962. Para éstas los líderes adoptan fórmulas que limitan la incertidumbre en el corto plazo siguiendo esquemas de procedimientos establecidos.

La administración Kennedy redujo su alternativa al bloqueo naval o los ataques aéreos. El gobierno originalmente se inclinaba por la segunda opción, pero luego reparó en la incierta destrucción de todos los misiles, a la vez que sopesó los costos de elevados daños colaterales, si la Fuerza Aérea seguía la doctrina de respuesta masiva. La Armada en cambio tenía preparados planes de bloqueo y garantizaba comunicación directa con el mando político del Pentágono, previniendo una escalada.

Poco de esto hay en la crisis actual. Los cisnes negros son ahora la regla y toda hipótesis requiere ser sometida a pruebas que la contradigan. La operación extremista de Hamas el año pasado escogió con metodología terrorista cegar 1400 vidas para lograr sus objetivos:

a) Exponer las vulnerabilidades de la seguridad israelí
b) Hacerse de rehenes para intercambiar pos sus prisioneros en cárceles israelitas
c) Disputar a Al Fatah y a la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania el liderazgo simbólico de la causa nacional palestina
d) Y, sobretodo, pulverizar el clima de los acuerdos de Abraham (con Emiratos, Baréin, Sudán y Marruecos reconociendo a Israel, y Estados Unidos repartiendo concesiones y armamento a los signatarios) que ignoraban las demandas palestinas al dejar fuera de discusión la creación de un Estado Palestino.

Estas metas se toparon con un Gabinete israelí cuestionado por parte de su ciudadanía por una reforma judicial que se encontró –además de su deber de proteger a su población- una fórmula de sobrevivencia política basada en la ampliación y profundización del conflicto. Por supuesto, en eso encontraron el concurso de aliados proxi de Teherán, hutíes del Yemen y milicias chiíes iraquíes, que hostilizaron sin cesar Israel desde el principio de la crisis.

Israel redobló la apuesta con la ejecución de mandos de la Guardia Republicana iraní en el anexo del consulado de Teherán en Damasco durante abril, seguido por el asesinato del líder de Hamas, Ismail Haniya, en julio último en la capital de Irán, y haciendo explotar en septiembre dispositivos de comunicación (beepers) de Hezbolá más bombardeos en el sur de Beirut que mataron al jefe de la milicia chií, Hasan Nasralá.

El 1 de octubre acometió una “ofensiva militar limitada” –como aquella “especial” de Rusia contra Ucrania- de corte terrestre, que bautizó como “Flechas del Norte”. En 1982 otra expedición punitiva: “La operación Paz para Galilea” terminó durando 18 años, y provocó indirectamente la emergencia de Hezbolá, que ha combinado métodos de Guerrilla con Terrorismo.

La cuestión es que, aunque las acciones “contraterroristas” de las Fuerzas de Defensa de Israel puedan inutilizar las instalaciones paramilitares y castigar a los militantes enemigos, el daño sobre la población civil plantará las semillas del odio y la venganza que marcará generaciones venideras en el largo plazo. Es lo que vaticino ocurrirá en Gaza con su trágico costo de víctimas tras un año de conflagración.

Intervenciones globales y la política de las grandes potencias

Todo lo anterior, en contra de los anhelos de la administración Biden y el Partido Demócrata en Estados Unidos que ensayan un precario equilibro entre la tradicional alianza con Israel y las demandas de sus votantes de origen árabe en Michigan que exigen quitar piso a Israel y que podrían ser relevantes en una eventual elección de Harris.

Washington ha asegurado que respaldará la defensa de Israel, no así sus operaciones ofensivas. Aparentemente ha logrado dilatar momentáneamente una respuesta de Israel al último ataque de Irán –incluida la recomendación de no golpear campos petrolíferos, habrá que ver-, reforzándose la opción de golpear plantas de enriquecimiento de uranio o base de misiles (desde 2011 que Netanyahu ha barajado esa posibilidad llegando sólo a inocular virus informático e involucrarse en la muerte de científicos nucleares y autoridades militares responsables de los programas en el área).

No ha corrido la misma suerte las campañas contra Palestina o El Líbano. Netanyahu, cuyo último deseo es ser percibido como débil, y que incluso podría afrontar una prueba electoral con probabilidades de continuidad, ha perseverado en la operación contra el Líbano a pesar de los llamados de cese al fuego de Estados Unidos y desechando a Naciones Unidas, cuyo secretario general Antonio Guterres, fue declarado persona “non grata” por Israel (lo que le impide ingresar a dicho territorio) y ordenándole al personal internacional evacuar El Líbano. De tal manera, que una escalada de alcance regional mayor no se puede descartar en un contexto de alta incertidumbre. La alerta sobre la sexta flota de Estados Unidos en el Mediterráneo o la Quinta responsable del Golfo Pérsico, así como la garantía de apoyo ruso a Irán, así lo indican.