Durante las últimas semanas salió a la luz la grave crisis presupuestaria que afecta a distintos hospitales públicos a lo largo del país. La situación del hospital Carlos Van Buren de Valparaíso encendió las alarmas cuando quedó en evidencia la incapacidad del recinto para comprar insumos, lo que trajo consecuencias en el cierre de pabellones quirúrgicos y la postergación de atenciones de distinto tipo.
La precariedad económica se evidenció también en recintos de Santiago como el Hospital San Borja Arriarán, donde la falta de recursos y una infraestructura que no ha podido ser recuperada han generado situaciones dramáticas desde el punto de vista de la atención de las personas y la seguridad del personal de salud.
Crisis hospitalaria: nada nuevo
Estos casos mediáticos son solo el botón de muestra de una realidad extendida a nivel nacional, con un presupuesto de salud que es totalmente insuficiente para garantizar el correcto funcionamiento de los recintos. Una realidad que también se expresa en los hospitales de Iquique, Temuco y Valdivia, entre otros.
Cabe señalar que esta situación no es nueva, pues año a año se ha ido normalizando que los presupuestos de muchos hospitales se acaban a partir de septiembre, lo que inevitablemente obliga a los servicios a endeudarse.
Ante esta grave crisis, el Gobierno y distintos parlamentarios han intentado buscar culpables. Desde el Ministerio de Hacienda han señalado que el problema está en la mala gestión de los recursos por parte de los servicios de salud, mientras senadores han apuntado al Ejecutivo por su negativa a inyectar recursos suficientes al sistema. Otras voces también han culpado a los funcionarios, indicando que los altos niveles de ausentismo son culpables de la baja productividad de los recintos.
Una crisis estructural que se origina en el Estado
Las y los trabajadores conocemos muy bien la realidad de nuestros hospitales, por lo que podemos decir que los problemas de gestión existen. Sin embargo, no explican por sí mismos la falta de recursos crónica del sistema. Asimismo, los problemas de ausentismo, que también son reales, se explican por la enorme sobrecarga laboral que llegó a niveles críticos en la pandemia y que incide directamente en la salud de las y los funcionarios. Esta sobrecarga tiene su origen precisamente en la falta de presupuesto que imposibilita contar con más personal.
Por todo lo anterior, podemos afirmar que la crisis hospitalaria es estructural y de largo aliento. Y su origen está en que el Estado ha optado sistemáticamente por no financiar de forma suficiente la salud pública.
Desde hace años son miles de millones de pesos los que se destinan a comprar servicios a privados en vez de utilizarlos para mejorar y ampliar la red pública. Un mecanismo que se ha demostrado altamente costoso e ineficiente, dado que los valores de las prestaciones compradas a privados muchas veces hasta cuadriplican el valor que tienen en el sistema público.
Asimismo, los presupuestos anuales de salud no dan cuenta de la realidad sanitaria actual. Las necesidades de salud de la población han crecido y se han complejizado, al mismo tiempo que las atenciones clínicas han subido sus estándares. A esto se suma el enorme aumento de los precios de los insumos, especialmente desde el periodo de pandemia.
¿Se puede ahorrar a costa de la salud de la población?
Esta realidad sanitaria se mezcla con otros factores contingentes, como son la implementación del Copago Cero y la masiva migración desde las Isapres hacia Fonasa, lo que ha aumentado la cantidad de población que busca atenderse en los recintos públicos.
Todo lo anterior implica aumento de costos que no llegan a ser cubiertos por los tímidos aumentos presupuestarios de cada año, menos aún en el marco de austeridad promovido por el Gobierno actual. Si bien se entiende que las autoridades quieran cuidad los recursos fiscales, ¿se puede ahorrar a costa de la salud de la población?
Pese a la pretendida austeridad, el Estado no ha dudado en invertir grandes sumas de dinero para mejorar la seguridad del país. Algo totalmente entendible en el contexto actual. Pero, ¿Acaso la salud pública no es igual de importante para el bienestar de las personas y el devenir de nuestro país?
La crisis hospitalaria es el llamado de alerta para que el Estado se haga cargo de una vez por todas de la salud pública. La situación no da para más y necesita ser abordada con seriedad, compromiso y sin medidas cortoplacistas. La salud de las y los chilenos no puede seguir esperando.