Estamos probablemente en el mayor momento de profundización del caso Hermosilla. De todos los involucrados directa o indirectamente, el protagonista del presente es el menos importante, uno de esos personajes moralmente lamentables que son los ayudantes del mal. Manuel Guerra, explicaremos acá, probablemente sea el factor de expansión y profundización más importante del caso, con consecuencias potenciales de largo plazo y que pueden ir más allá de las sanciones que podrán reparar (o no) el espíritu de la sociedad chilena.
Si esta crisis llega más allá de unos nombres de líder caídos, si la contaminación de la institucionalidad se torna intensa; será Manuel Guerra el nombre crucial para entender el proceso. Quizás la historia lo olvide, pero desde la perspectiva analítica, en él reside el corazón del fenómeno.
He aquí la explicación.
Las crisis tienen dos elementos cruciales en su conversión en un escenario inmanejable. El primer rasgo es la generalización de los valores sobre el conflicto inscrito en el caso, es decir, la percepción de ofensa grave al orden social por parte de la población.
Esto no ocurre necesariamente con todas las crisis ni es obvio que dependa de la naturaleza del caso. Es decir, el caso es crítico más por el escenario en que se da que por el mérito propio del caso.
El segundo fenómeno es el contagio o, para explicarlo mejor, la metástasis. El crecimiento tumoral en un órgano se traslada a otros ya sea por vecindad o por transferencia a través de la sangre. El caso Hermosilla ha entrado en este estado en cuatro momentos en el año que hemos vivido desde que se conoció la grabación de la reunión Hermosilla-Sauer (excelente nombre para un trago, habrá que decirlo). Los tres momentos son:
• La metástasis 1: Hermosilla / Vivanco.
• La metástasis 2: Hermosilla / Chadwick / (Piñera).
• La metástasis 3: Chadwick/Cubillos.
• La metástasis 4: Manuel Guerra.
La metástasis Vivanco enlodó al sistema de justicia vigente y la Corte Suprema reaccionó con premura para extirpar el cáncer esperando que la operación rápida elimine la probabilidad de metástasis. Las extracciones de tumores no solo deben ser tempranas, sino muy cuidadosas de eliminar todo el tumor. La rapidez ha sido evidente en la Corte, pero la prolijidad es discutible.
El rito jurídico desplegado no alcanzó para rito ni para jurídico, quedando a medio camino. La operación es probablemente fallida. La metástasis Chadwick está muy consolidada y fuera del control de los enfermos nombrados.
Chadwick aparece allí donde se ilumina la escena de Hermosilla: aparece como contratante de Hermosilla en el Ministerio de Interior, aparece como contratado por Hermosilla para tareas privadas que suponen elevados pagos, aparecen vinculados en el financiamiento de la defensa ante la acusación constitucional que fue aprobada en contra de Chadwick, aparecen asociados en referencias de Hermosilla sobre BancoEstado, o en conversaciones del abogado con el fiscal Guerra, o con el empresario Jalaff.
Pero la metástasis del personaje de menor prosapia, Manuel Guerra, amenaza con ser la metástasis más riesgosa. Y es que Guerra tuvo la combinación más espantosa: un operador político a cargo de grandes problemas y con escasa prolijidad.
Guerra estaba excitado con su ingreso a la elite, emocionado por su camino hacia el premio de fiscal nacional, explorando las rutas de supremacismo que le parecían adecuadas a su nuevo rol. El resumen de su emoción radica en su frase emblemática: “Las causas VIP están a salvo” (causas de personas muy importantes). Por supuesto, no fuera a ser que cayeran en manos de la justicia. Pero, ¿por qué Guerra puede llegar a ser tan importante?
Manuel Guerra tiene la capacidad de diseminar la crisis en los espacios institucionales y de producir un efecto en el conjunto de causas VIP, porque es efectivo que los casos judiciales de los que se hizo cargo fueron los más importantes y sus sanciones con descuentos de hasta un 80% evitaron una crisis mayor en el sistema político. Al escarbarse en esos casos, la crisis puede avanzar a niveles de descomposición enormes.
Los casos involucrados en los casos VIP serían:
• Caso Penta: boletas y facturas idológicamente falsas para financiar fuera de la ley candidaturas políticas y evadir impuestos. Sentencia acordada: pena cumplida en libertad vigilada y clases de ética.
• Caso SQM: solo siguieron causas contra Marco Enríquez y Pablo Longueira. El resto de los casos no fueron perseguidos por el fiscal Guerra quien solicitó la suspensión de procedimientos sobre otras personalidades. A Iván Moreira se le habría buscado, según las conversacions de Guerra con Hermosilla, una ‘salida rápida’.
• Caso Exalmar: el presidente Piñera pudo haber conocido información privilegiada asociado al fallo de La Haya en el litigio de Chile y Perú sobre la línea divisoria marítima y todo este proceso coincide con la compra de la compañía Exalmar por parte de Sebastián Piñera. Siendo fiscal a cargo Manuel Guerra, cerró el caso sin una investigación exhaustiva.
• Caso Dominga: el fiscal Guerra omitió considerar como un asunto posiblemente delictivo el que, en el contrato de compraventa de la minera Dominga, el comprador Carlos Alberto Délano (mismo de Penta) exigió que el contrato estableciera un compromiso de Sebastián Piñera, no como privado vendedor de su parte, sino como Presidente, compromiso que establecía que no podía modificar exigencias ambientales pues, de hacerlo, le acarrearía un pago de una multa en favor de Délano de diez millones de dólares.
Es decir, un caso claro de cohecho y tráfico de influencias. Además, por el lado de Piñera sería un delito contra la probidad. También se investigaba posible fraude al fisco por las decisiones que se tomaron para la transacción.
• Caso Caval: el fiscal Guerra podría haber actuado de modo negligente o derechamente obstruyendo la justicia en este caso. El sobrino de Andrés Chadwick, Herman Chadwick, era el síndico que fue condenado por este caso a tres años de libertad vigilada en el marco de un juicio abreviado, similar al que Guerra ejecutó en caso Penta.
En este caso la investigación se cerró y con ello no solo la sacó barata Herman Chadwick, sino además la familia de Michelle Bachelet y el banquero involucrado en el proceso.
La metástasis más profunda del caso Hermosilla
Habría otros casos de empresarios asociados que engrosaban las causas VIP. El fiscal tenía en sus manos el destino de parte importante de la elite chilena. Y su conducta fue amable y comprensiva, lo que por supuesto siendo fiscal constituye una irregularidad y probablemente una conducta delictiva constante.
Y es que los fiscales son ‘persecutores’, no abogados defensores o mediadores. Su tarea es encontrar todas las pruebas que incriminen pues su tarea es buscar la condena. Y si el fiscal ha encontrado una prueba, como un contrato que incluye cohecho declarado, parece sensato considerar ello como una necesidad de dar un paso en la investigación y no restarse.
De manera muy adecuada el periodista Daniel Matamala describió a Manuel Guerra con la palabra ‘mocito’, en referencia a un fiscal servil, que se vanagloria de haber recogido todas las causas de personas relevantes en la estructura de poder chilena y señalar que dichas causas están a salvo. Vemos a Guerra como el ejecutor del trabajo sucio, que pide disculpas por sus malas palabras ante poderosos, pero no por sus viles actos en el marco de la institución.
Guerra lo dijo claramente a Hermosilla: tengo todas las causas VIP, están a salvo. El embudo había funcionado, todo llegaba a Guerra, todos los caminos de riesgo del sistema político y sus conexiones económicas estaban a salvo porque llegaban a sus manos y a sus oídos que se harían los sordos. Pero tal y como Guerra concentró el poder, hoy se convierte en el centro de la gran metástasis del caso Hermosilla. ¿Por qué este personaje menor, un mocito, es tan importante y por qué me parece que su presencia marcará un antes y un después del caso?
La explicación es simple.
Manuel Guerra es un actor institucional, era un alto cargo dentro del sistema de justicia chileno cuando se produjeron los incidentes. La presencia de articulaciones con el poder político pone en juego el estado de derecho y la igualdad ante la ley. Su accionar debilita las instituciones y muestra un país operando en el marco del tráfico de influencias y cohecho. Además, las irregularidades visibles probablemente supongan la apertura de casos antiguos generando un efecto dominó.
No soy abogado, pero la ley chilena asume que si hay nuevos hechos a considerar o irregularidades en el proceso anterior, hay mecanismos para reabrir causas y aun cuando las interpretaciones sobre prescripción o sentencias firmes. La prevaricación es una causal fuerte a la hora de abrir casos. Manuel Guerra es la caja de Pandora del sistema, en sus débiles bolsillos se guardó toda una crisis. La operación había sido un éxito, pero dejó de serlo y hoy hay numerosos actores que tiemblan.
Hace cinco años un desesperado presidente Piñera llamó a la guerra contra un enemigo poderoso e implacable, un enemigo sin sujeto conocido, invisible. El fin de semana que se acerca repetirá la secuencia de días que vivimos para el estallido: viernes 18 de octubre (inicio del estallido), el intenso sábado 19 (saqueos, toque de queda, audio de primera dama) y el día 20, día de la declaración de guerra del presidente Piñera y la declaración de paz de Iturriaga desde el Ejército de Chile.
Pero el fin de semana que llega la preocupación no será la guerra contra un enemigo poderoso e implacable, ya la palabra ‘guerra’ dejará de ser sustantivo común. Ahora la palabra ‘guerra’ es sustantivo propio, es simplemente la referencia a Manuel Guerra, conservador de casos malditos, repositorio de los desechos de la elite, fiel servidor que pecó de hybris, señal histórica de que el estallido ha pasado, pero que la crisis de la elite sigue vigente mientras ella navega por aguas putrefactas.
Este fin de semana no habrá estallido social, pero la crisis seguirá avanzando y el enemigo ya no es poderoso ni implacable; porque la sociedad mira hoy a sus enemigos, a Hermosilla, a Cubillos, a Guerra, a Chadwick y están como están: desnudos, débiles y desesperados. Hasta Abbott entregó a Guerra, qué más se puede esperar.
En las próximas semanas veremos las consecuencias de este proceso que, de momento, no muestra señal alguna de un camino de control para las elites. Ya lo he escrito antes, pero bien vale señalar que luego de los fallidos procesos constituyentes no hay recursos que movilizar para salir de la crisis. Chile navega sobre anomia y malestar. Y aunque las cosas no salten por los aires como en 2019, habrá que saber observar que el marchitar constante de las instituciones es la única verdad.