Sólo quisiéramos dejar en claro que la CONAF y las empresas forestales chilenas poseen calidad mundial en materia de combate de incendios forestales, pero poseen una óptica conservadora de la prevención.

Dr. Jorge Morales Gamboni, ingeniero forestal y académico USACH
Dr. Leoncio Briones Sepúlveda, ingeniero forestal y académico USACH

Una interesante iniciativa del Programa Copernicus presentó hace poco más de un mes el reporte 2023-2024 de los incendios forestales en el mundo, informe que será anual e incorporará más indicadores respecto a estos eventos.

Como es evidente, concluye que la casi totalidad de los grandes biomas forestales del mundo (bosques boreales, Amazona, bosques xerofíticos mediterráneos, entre otros) están cada vez más amenazados por variables antrópicas que definen el cambio climático, haciendo que los incendios forestales posean extensiones e intensidades muy superiores a lo que habitualmente se esperaría en la época estival. En nuestro país, esa conclusión global es doblemente válida, primero porque la vegetación sometida a estrés hídrico es cada vez más susceptible a ignición, con características de vertiginosidad creciente, pero, además, porque nuestros incendios son de origen casi exclusivamente humano en más del 99% de los casos.

La Oficina Nacional Norteamericana de Administración de los Océanos y la Atmósfera (NOAA por su sigla en inglés) ha informado profusamente que, luego de un episodio de El Niño de 2 o 3 años, nos encontramos en fase neutra con posibilidades menores al 50% de ingreso de La Niña. Por ello, sería esperable tener una primavera austral, que ya comenzó, con presencia de un régimen pluvial más o menos estable. Lluvias primaverales son sinónimo, en el ecosistema mediterráneo del Chile centro sur, de gran presencia de combustible de pastos y arbustos secos en verano, lo que generará una alta velocidad de propagación del fuego.

Periodo 2024-2025: preocupación por eventos catastróficos

La CONAF se prepara para enfrentar un período 2024-2025 de combate de incendios, tal como ha sido en los últimos 50 años. Es decir, como si fuera un evento extremo al que hay que atacar como si se tratara de un enemigo en una guerra.

Obviamente, todos queremos que al sistema de combate de incendios le vaya bien y los daños sean menores, pero la mala noticia es que si le creemos al informe de Copernicus (no tenemos por qué ponerlo en duda), el escenario futuro será cada vez peor y los eventos catastróficos, como el ocurrido en Viña del Mar y comunas adyacentes el pasado verano austral, se repetirán y podrían sólo agudizarse.

La buena noticia es que los incendios forestales no son una fatalidad climática a la cual sólo nos queda destinar cada vez más recursos, sino que podemos y debemos prevenirlos para que no ocurran y, si ocurren, sean de bajo impacto. Veamos cinco consejos prácticos.

1. Prevención y combate al mismo nivel jerárquico

Primero, es imprescindible elevar la categoría del departamento de prevención de incendios forestales de la CONAF (o del servicio que la reemplace a futuro) a la categoría de Gerencia. Esto permitirá que la prevención y el combate posean jerárquicamente el mismo nivel, dado que actualmente, la primera está subordinada a la segunda. Organizacionalmente, esta dependencia es un absurdo, porque realizan labores diametralmente opuestas. Una trabaja con lo que puede para que no se produzcan más incendios y su disminución en el tiempo significaría su éxito. La otra, combate los incendios que se producen y su éxito se mide en disminución de la superficie media afectada en cada evento. Este primer consejo está muy lejos de ser un detalle semántico por el tenor del segundo.

2. Equiparar presupuestos de prevención y combate

En segundo lugar, hay que equiparar los presupuestos de prevención y combate de incendios. En efecto, sólo 5 millones de dólares se gastan en prevención contra 95 millones de dólares anuales en combate de incendios. Con un financiamiento equivalente, la prevención podría realmente desarrollar las labores que hoy sólo entrega como “sugerencia”, como, por ejemplo, efectuar silvicultura preventiva en las zonas de interfaz que los planes de prevención de incendios comunales han identificado desde hace mucho tiempo como los más riesgosos (si esto se hubiera hecho y no sólo recomendado, seguramente pudo evitarse la voracidad del incendio de Viña del Mar y muchas vidas se habrían salvado).

También desarrollar cortafuegos en predios de pequeña propiedad que por pobreza rural no se mantienen o simplemente nunca se han hecho. Y hay un largo etcétera que, con recursos financieros y una institución organizada para gastarlos eficientemente, redundaría en una verdadera disminución de eventos de incendios forestales en nuestro país. Sin embargo, ¿quién podría desarrollar este plan de prevención de incendios si hubiera estructura administrativa ad-hoc y recursos financieros suficientes? El tercer consejo da cuenta de este tema.

3. Brigadas preventivas permanente del Estado

Una tercera recomendación es que el Estado debe dotarse de brigadas de prevención de incendios forestales permanentes, porque se trata de una labor permanente. En efecto, los cortafuegos se mantienen en invierno, al igual que las zonas de interfaz, y estas labores requieren un contingente especializado que permita al Estado tomar acción.

Sin estructura administrativa de prevención de incendios ni recursos financieros, hoy sólo se entregan recomendaciones y se confía en otras instituciones completamente ajenas, como los municipios, para que las apliquen. Eso jamás sucederá ni sucedió en Quilpué, Viña del Mar o Villa Alemana, que poseen planes de prevención que se pueden revisar en la web de CONAF (www.conaf.cl), pero que simplemente esas comunas, como el resto de los municipios, no ejecutan; no por negligencia, porque no los entiendan, no tengan recursos o no sea prioritario, sino porque la prevención no se trabaja realmente en serio en nuestro país.

La prevención, para el Estado de Chile, es un tema de campaña pública de concientización, no de trabajo duro en invierno con las comunidades en las poblaciones y con sus organizaciones territoriales. Estamos en presencia de una cultura errada y convencida de que se previene con spots publicitarios, simples sucedáneos placébicos para evitar los incendios forestales. ¿Cómo podría, entonces, funcionar un esquema tan diferente en que la prevención sea el eje central de la estrategia chilena de control de los incendios forestales? Veamos el siguiente consejo.

4. Política Nacional de Incendios Forestales

En cuarto lugar, se debe impulsar una Política Nacional de Prevención de Incendios Forestales. Nuevamente, no se trata aquí de spots televisivos ni nada que se le parezca, sino de una acción concertada del Estado de Chile para promover, financiar y relevar la prevención mediante a lo menos 3 ejes de acciones, a saber:

a) Financiamiento vía gobiernos regionales de obras mayores de prevención, como intervención de barrios de interfaz, cortafuegos en predios de pequeños propietarios, unidades de ataque rápido de focos de incendios (antes que estos estén declarados) en pueblos, villorrios, APR y pequeñas unidades industriales, estrategia (conocida como “prevención activa”)

b) Despliegue de las fuerzas policiales y de seguridad en zonas de alta ocurrencia de incendios forestales estivales, asimilando estas zonas a la infraestructura crítica que el Estado está obligado a vigilar con máxima atención

c) Liderar un acuerdo vinculante con el sector privado, que invierte anualmente un presupuesto equivalente al Estado en proteger su patrimonio forestal. Empero, ¿se pueden acometer todas las acciones de prevención sólo por si acaso o debiéramos priorizar en aquellas zonas que son de mayor impacto y previenen de mejor manera de los incendios forestales? Veamos el último consejo de esta columna.

5. Incorporar la Inteligencia Artificial

El quinto y último consejo es que se requiere complejizar y modernizar la prevención de incendios forestales incorporando la predicción de los incendios mediante el uso de Inteligencia Artificial.

El uso de los Gemelos Digitales Avanzados está demostrando en diversas áreas su capacidad de manejar grandes cantidades de datos, aparentemente inconexos, para modelar, predecir y en definitiva realizar una gestión eficiente de sistemas complejos, tales como grandes superficies de territorio sujetas a condiciones ambientales y sociales cambiantes dinámicamente.

Para esto, se utiliza en el núcleo de los gemelos digitales modelos predictivos basados en inteligencia artificial, que poseen la capacidad de incorporar estas grandes cantidades de información, de datos de distinta naturaleza en tiempo real, para generar la capacidad de establecer probabilidades de ocurrencia de acontecimientos tales como los incendios forestales, los que se pueden predecir con un alto grado de certeza.

Una súplica desesperada

En resumen, hay que dotar de altura administrativa a la prevención de incendios equiparando su importancia al combate mismo, proveyéndola de recursos financieros suficientes para que se deje sólo de recomendar o sugerir y pase a la acción, con un contingente humano permanente de ejecución de obras de prevención de todo tipo que asegure el uso efectivo del presupuesto, en el contexto de un gran acuerdo de política nacional de prevención que incorpore financiamiento extra vía GORE y que desarrolle una acción espejo en la prevención en el sector forestal privado.

A la vez, se debe aumentar y perfeccionar la capacidad de predicción usando los gemelos digitales, adelantándose a la ocurrencia y evitando que los incendios ocurran. Aunque parezca redundante, nada de los que se ha propuesto tendría sentido si la autoridad no se hace eco de la súplica desesperada que planteamos a continuación.

Resulta necesario (de allí la súplica) evitar a toda costa publicar, divulgar, vulgarizar, difundir o simplemente trascender los resultados de sistemas predictivos, como son los gemelos digitales o sistemas mixtos, o el actualmente existente en la CONAF, el llamado “Botón Rojo”.

Esto, simplemente porque no es posible alertar a pirómanos asesinos cuándo, dónde y a qué hora debían comenzar un foco con la mayor opción que se transformará en una catástrofe, como en los hechos ocurrió en Viña del Mar.

Los resultados de la predicción de los incendios forestales deben ser tratados por las autoridades bajo la óptica de la inteligencia militar, la que recomienda en su prolegómeno más básico el nunca informar antecedentes sensibles al enemigo. Esos resultados deben servir para orientar el trabajo de prevención activa mediante el apoyo de la autoridad policial y militar, no para enfocar las mentes criminales causantes de incendios.

Al finalizar esta columna, sólo quisiéramos dejar en claro que la CONAF y las empresas forestales chilenas poseen calidad mundial en materia de combate de incendios forestales, pero poseen una óptica conservadora de la prevención.

No se trata que se deseche lo que ya está, y seguramente seguiremos viendo a Forestín repartir cartillas que nadie lee en los peajes de nuestro país. O a los prevencionistas visitar los pueblos dejando material escrito que se archiva como documento sagrado por los habitantes rurales. Seguiremos viendo spots televisivos o escuchando frases radiales con estrellas del espectáculo que nos recuerdan lo importante de evitar los incendios forestales, aunque ellos nunca hayan visto uno, o viendo carteles que informan a qué número llamar si vemos humo, cuando ya es muy tarde para prevenir.

Si se sigue haciendo sólo eso sin cambios estructurales, como los propuestos precedentemente, simplemente no se logrará disminuir el número de siniestros en Chile. Y la estupidez se define así, hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados distintos.