Y es que la suma de tres accidentes que plantean escenarios difíciles para la derecha, la encuentran confundida. De hecho, vuelven a creer que es fiebre que se quitará y que este mal sueño no puede durar más tiempo de lo que dura el dormir.

En estas últimas semanas hemos visto cómo grandes actores del sistema han sido tragados por el Triángulo de las Bermudas, esto es, por la tríada de la crisis de 2024: Hermosilla, ENEL y Cubillos. La forma específica en que se ha manifestado este proceso es el cambio violento de narrativas políticas. A continuación se explica el proceso.

El ciclo político iniciado en 2011, como época de impugnación, estuvo marcado por un cambio radical de las narrativas políticas, entendiendo a estas como marcos discursivos que se usan para interpretar los hechos políticos, otorgando así una lectura específica afín a los intereses de cada sector político.

Si las narrativas políticas entre 2005 estuvieron centradas en la consolidación democrática y un paso más horizontal del orden político, por un lado, a lo que se sumaba el crecimiento (y reducción de la pobreza); empezando a aparecer elementos de exigencia de protección social y necesidad de movilidad social (movimiento pingüino); lo cierto es que desde 2011 las narrativas tuvieron diferentes significados, distinto tono y muy diferente intensidad.

Impugnación de 2011: cuando lo sólido de la transición se desvaneció

En 2011 las elites fueron impugnadas, el modelo de Estado y el modelo económico entraron en revisión y de pronto todo lo sólido de la transición se desvaneció. Las nuevas narrativas, donde ‘lucro’ y ‘gratuidad’ fueron las estrellas más brillantes, aparecieron en el escenario, generando una capacidad contrahegemónica que la transición no había conocido ni vislumbrado. Toda crítica que fuera tenue antes de 2011 se convirtió en un ataque lacerante y allí donde los cortafuegos operaban con eficiencia, comenzaron los fallos y el fuego creció.

Con idas y venidas, el proceso avanzó con grandes movilizaciones en 2011, 2012, 2015, 2016, 2018 y 2019. En esta última fecha el fuego ya era todo. Y las narrativas impugnadoras conocieron su propia plétora, llegándose incluso a terrenos imposibles, como fue la aprobación del 80% de la población en favor de una nueva Constitución Política.

El fracaso resonante de este proceso, que pasó de sagrado a equivocado y de equivocado a ridículo; supuso el eclipse de las narrativas que venían dominando una década y resurgieron otras, de tiempos pasados y con intensidades incluso superiores a sus mejores tiempos.

Un giro radical: se reinstala el clima de impugnación

Y es que la historia, veleidosa y misteriosa, quiso que de pronto todo diera un vuelco: entre 2023 y mediados de 2024, las narrativas políticas predominantes en Chile estuvieron centradas en la crisis de seguridad pública, los desafíos económicos y los procesos constitucionales fallidos. El crimen organizado y los problemas económicos impulsaron un giro radical, generándose una reducción de la importancia del valor de la igualdad y un retorno del orden.

Pero ya en 2023 comenzó la leve decadencia del orden y, con ello, los temas de seguridad perdieron el carácter de narrativa política útil. Lentamente, el escenario comenzó a reinstalar el clima de impugnación.

Es cierto que a todo gobierno le golpea la impugnación, pero en el caso del Presidente Boric ello no es tan cierto porque se trata de una nueva elite, más reciente y cuya debilidad gubernativa le ofrece una oportunidad inesperada: operando con un discurso opositor mientras se gobierna, se instala la idea de poderes tan altos como miserables son los que dominan.

Aunque no se puede decir que el gobierno ha estado fino en aprovechar este proceso, aunque sus aciertos son escasos y su capacidad política y negociadora es limitada; no es menos cierto que el escenario es altamente conveniente. Y el factor suerte no es menor, pues de hecho agosto y los meses siguientes serían básicamente meses de horror por el aumento de la tarifa eléctrica. Esas eran al menos las proyecciones políticas.

Pero ya lo decía Maquiavelo: “la fortuna arbitra la mitad de nuestras acciones” y agregaba “la fortuna muestra su poder allí donde no hay fuerza organizada para resistirla”. No es necesario ser muy avezado para comprender que estos últimos meses han puesto a la derecha ante su tormenta perfecta y ello ha beneficiado al gobierno. De hecho, el gobierno, con solo el acierto de Venezuela, no ha tenido en sus acciones virtudes suficientes para consolidar su posición.

El triángulo de las Bermudas: Hermosilla, ENEL, Cubillos

Pero la fortuna quiso que desde julio en adelante los hechos ofrecieran un renacer de las narrativas más convenientes. Son tres los casos claves, aunque hubo un prólogo con el caso Macaya. Pero los tres casos centrales han sido:

    A) Caso Hermosilla (y sus ramificaciones)
    B) Caso ENEL
    C) Caso Cubillos

He aquí el triángulo de las Bermudas, el lugar donde grandes naves se convierten en débiles aparatos cuyo sentido en la historia se reducirá a consumar la tragedia. Y es que es muy difícil, para cualquier actor, sobrevivir a este enjambre de crisis que han articulado un nuevo escenario.

En los tres casos está presente, con mayor o menor intensidad, el nombre de Andrés Chadwick, quien es la persona viva de mayor importancia a la hora de observar el proyecto político más exitoso de la derecha en cincuenta años: el piñerismo.

Chadwick y el piñerismo: una derecha muy complicada

Las narrativas existentes al respecto son claras: poder político y económico articulados de manera impropia, camarilla de protección política, desviación de los fines sociales propios de la sana actividad política, tráfico de influencias, dinero mal habido. La combinación es muy complicada de administrar para la derecha, pues se han potenciado los discursos que critican la concentración que se produce cuando convergen el poder político y el económico. Además, los fracasos regulatorios golpean a quienes promovieron la institucionalidad vigente.

Los casos, por lo demás, además de graves en su contenido; tienen un rasgo extra: su carácter ofensivo.

El caso Hermosilla muestra una gran facilidad para penetrar las instituciones y operar con cifras enormes de dinero para resolver ilegalmente los problemas de los poderosos. He ahí el libremercadismo viviendo del Estado.

Por otro lado, el caso ENEL fue considerado insultante porque ENEL no respondió a tiempo y fue insensible.

Finalmente, el caso Cubillos convoca a la problemática clave del ciclo impugnatorio: la saturación, la rabia y el horror que sienten los ciudadanos ante la desproporción de los premios de unos y los de otros. Una sociedad puede aceptar lo que le molesta, pues su irritación es limitada. Pero el surgimiento de la ofensa es muy complicado.

Una sociedad de mercado tiene su relato central en el mérito. Estos tres casos han pulverizado la imagen del mérito como parte constitutiva de nuestra sociedad. Si esto ha ocurrido es porque vale intensamente lo que decía Maquiavelo: “la fortuna muestra su poder allí donde no hay fuerza organizada para resistirla”.

Y es que la suma de tres accidentes que plantean escenarios difíciles para la derecha, la encuentran confundida. De hecho, vuelven a creer que es fiebre que se quitará y que este mal sueño no puede durar más tiempo de lo que dura el dormir. Pero claro, quizás al despertar la derecha comprenda que la impugnación sigue allí y que el fantasma amenazante del malestar ha otorgado una oportunidad importante a las narrativas de izquierda que en definitiva rezan los cantos contra los privilegios no merecidos.

¿Modificarán estos hitos el escenario electoral? Es la pregunta que dejamos pendiente.