Chile continúa enfrentando uno de sus mayores desafíos en el ámbito de la salud: las interminables listas de espera que afectan a miles de ciudadanos que dependen del sistema público para acceder a tratamientos médicos esenciales. Este problema ha crecido en forma progresiva y requiere soluciones innovadoras y una colaboración efectiva entre el sector público y el privado para ser abordado de manera integral.

Esta situación no solo impacta la salud física y mental de los pacientes, sino que también deteriora la confianza en el sistema de salud y genera una sensación de abandono entre quienes no tienen los medios para acceder a servicios privados.

Para enfrentar este desafío, es imperativo que Chile adopte una estrategia de complementariedad e integración entre el sistema de salud público y el privado, especialmente en las garantías retrasadas asociadas a enfermedades neoplásicas, tal como se hizo para abordar el COVID-19.

La colaboración entre ambos sectores puede ofrecer soluciones efectivas para reducir las listas de espera, optimizando el uso de recursos y mejorando la accesibilidad y calidad de la atención médica.

Esta complementariedad no debe ser vista como una privatización encubierta del sistema de salud, sino como una alianza estratégica donde ambos sectores contribuyan desde sus fortalezas para un objetivo común: brindar una atención oportuna y de calidad a quienes más lo necesitan.

Tampoco debe ser vista simplemente como una respuesta a una crisis, sino como una oportunidad para construir un sistema de salud robusto, solidario y equitativo. Un sistema donde la atención sea accesible, oportuna y de calidad para todos, y donde la salud sea un derecho garantizado por el Estado.

Modelos exitosos para reducir las listas de espera

Existen precedentes exitosos en otros países que han implementado modelos de colaboración público-privada para reducir las listas de espera. En algunos casos, se han establecido convenios donde los hospitales públicos derivan pacientes al sector privado, financiados por el Estado, cuando los tiempos de espera superan ciertos umbrales.

Estos modelos han mostrado que, con una planificación adecuada y una supervisión efectiva, se puede reducir significativamente el tiempo que los pacientes deben esperar para recibir atención.

Para Chile, un enfoque similar podría incluir la creación de unidades de gestión de listas de espera que operen en conjunto con clínicas privadas, bajo acuerdos que estipulen costos y condiciones claras. Un desafío crucial es el financiamiento.

Cualquier colaboración debe ser sostenible económicamente para el Estado y accesible para la población. Además, es fundamental que esta estrategia no desvíe recursos esenciales del sistema público, sino que se enfoque en la optimización y el fortalecimiento de ambos sectores.

El éxito de esta iniciativa dependerá de un liderazgo comprometido, una regulación clara, y una supervisión constante para garantizar que los objetivos de equidad y eficiencia se cumplan. Solo así se podrá avanzar hacia un sistema de salud donde ningún chileno tenga que esperar más allá de lo razonable para recibir la atención que merece.