Las elites no pueden esperar. Sumidas en el mar de la sospecha, con un eje de conflictividad de abajo hacia arriba, las elites enfrentan el gran desafío de su época. Por supuesto, mal clásico de las élites, no se han enterado.

Ha sido tal la locura de esconder el malestar ciudadano que Tironi se imaginaba el malestar puesto en las elites, cansadas de ver a las masas cada vez más cerca e indiferenciadas de la prestancia superior de los dominantes. Tironi vio elites cansadas de escenas de igualdad que había procurado el mercado (lugares de vacaciones llenos, aviones sobrecargados).

Tironi descubrió una cosa superflua que la sociología de la moda siempre ha explicado: toda moda en tanto vanguardia se convierte luego en moda en el sentido estrictamente matemático. Es decir, todo lo minoritario diferenciador se convertirá en mayoritario homogeneizador. Y por esos las elites siempre buscan una novedad. Tironi estuvo tan lejos que habló del malestar de las elites justo cuando comenzaba a ser inmanejable el malestar del pueblo. Confundió el mero respingo en la nariz, el desagrado del requerimiento de tener que estar cerca de ese otro “inferior”. No entendió que para el discriminador también es molesto tener que preocuparse de discriminar (lo otro es ser psicópata). Por supuesto, nada de eso se llama malestar.

El gran tema es que el malestar inundó a la elite chilena y se ha terminado por concentrar esto en la elite política. Su fragilidad es ya inobjetable.

La muerte de la elite política

Chile se viene a enterar hoy de la muerte de su elite política, de aquella que se configuró luego de la dictadura. Bien podría ser una broma de mal gusto, tal y como se dijo en su momento “no lo vimos venir”.

El resumen de esta historia es simple: desde 2011 en adelante se verifica una brusca y sistemática caída de la confianza en las instituciones, un comportamiento hostil contra la clase política y las elites en general, un descreimiento respecto a la competencia en el mercado, una sensación de estancamiento y decadencia, una percepción de articulaciones corruptas o al menos malsanas entre el dinero y la política, una demanda por mejoras en la calidad de vida que sean coherentes con el discurso del ‘desarrollo de Chile’. Todo esto fue interpretado con liviandad por muchos actores que consideraron que las señales no eran suficientes. Se pensó que era fiebre que se quitaría.

La historia posterior la conocemos: durante el fracaso de unos, los otros celebran. Entre 2019 y 2021, celebró la izquierda; en 2022 y 2023, celebró la derecha; en 2024 el primer semestre fue para la derecha, y el segundo, veremos (va ganando la izquierda). Pero no se celebran las glorias propias, sino los tropiezos o caídas de los rivales.

El sistema político no entiende la cosa más simple del mundo: los ciudadanos los ven como una sola cosa. Y ven entonces el espectáculo ominoso de su patetismo y poquedad. Pero aún así gran parte de las elites se declaran, hasta hoy, anonadados por la furia del pueblo.

¿Y los síntomas de su caída?

Sencillamente no las ven: casos circunstanciales, errores comunicacionales, en fin, todo podría ser explicado. Partamos con la lista de supermercado:

– Pingüinos, 2006.
– Crisis de Transantiago, 2007.
– Colusión de farmacias, 2007 y 2008.
– protestas en Magallanes, 2010
– Caída de proyecto Barrancones, 2010.
– Affaire Bielsa, diez puntos que el Gobierno de Piñera perdió con Bielsa, 2010.
– Caso Karadima, 2011.
– Protestas contra Hidroaysén, 2011.
– Movimiento estudiantil, 2011.
– Crisis en Canal13 sobre reportaje de nanas discriminadas en colegios de elite, 2011.
– Crisis de La Polar, 2011.
– Colusión de pollos, 2011.
– Movimiento de Aysén, 2012.
– Protestas en Freirina, 2012.
– Alzamientos en zonas mineras, 2012.
– Movimiento estudiantil, 2012.
– Polémica por perdonazo tributario a Johnson’s, 2013.
– Se abre polémica por ‘supremazos’ y ‘activismo judicial’, 2013 (a la fecha).
– Caso Cencosud, caída de Golborne, 2013.
– Caída de candidatura de Longueira, 2013.
– Caso Penta, 2014,
– Caso SQM, 2015,.
– Colusión de pañales, 2015.
– Colusión de papel tissue, 2015.
– Contralor Ramiro Mendoza declara: “la corrupción ha llegado”, 2015.
– Colusión de supermercados en precio del pollo, 2016.
– Movimiento No+AFP, 2016.
– Decisión del director de SII, Fernando Barraza, de no querellarse por delitos tributarios, 2016.
– Mayo feminista, 2018.
– Se restituyen alrededor de US$15 millones a La Polar por parte del SII, en una especie de premio por haber mentido al sistema financiero con utilidades falsas, 2019.
– Protestas por alza del Metro, 2019.
– Estallido social, 2019.
– Suspensión APEC, 2019.
– Suspensión COP25, 2019.
– Suspensión final de Copa Libertadores de América, 2019.
– Retiros de AFP, 2021 a 2023.
– Récor en aportes estatales a hogares por pandemia, 2021 a 2023.
– Polémicas proceso constituyente 1 y fracaso, 2021-2022.
– Polémicas proceso constituyente 2 y fracaso, 2023.
– Caso Democracia Viva, 2023.
– Casos fundaciones, 2023.
– Caso robo computadores, 2023.
– Caso Macaya, 2024.
– Caso Hermosilla, 2024.

Rece este listado en la fría noche y la pregunta es obvia: ¿de verdad la elite en Chile necesita un dibujo respecto del tamaño de la crisis? ¿O insistirán en que todo fue contingencia, casualidad, delincuencia y poco agradecimiento? La elite se hunde.

Pegados en el lastimero camino de la decadencia

En 2016 publiqué un libro denominado “Autopsia, de qué se murió la elite” (Catalonia). Los libros tienen que tener buena vejez para ser valiosos y éste la ha tenido. La verdad es que el libro era obvio porque era casi un corolario de las obras anteriores donde explicaba que ya no había manera de articular el modelo económico con el modelo político, que esa trenza antes sólida se había desvanecido. Era obvio entonces que la elite que había vivido de esa articulación caía.

Lo interesante de esa reflexión es que sigue siendo pertinente, no por gracia del libro, sino porque seguimos sumidos en la misma crisis y la elite simplemente se hunde. El libro tiene buena vejez porque el curso de la historia ha tenido mal desarrollo o, para decirlo en simple, estamos pegados en el lastimero camino de la decadencia.

La elite que originalmente caía se expresaba políticamente en ciertos nombres y determinadas articulaciones políticas. Las dos coaliciones de la transición eran fundamentales en esa estructuración, caracterizada por la democracia de los acuerdos. Si observamos la evolución de la suma de las votaciones de las coaliciones fundamentales de la transición (Concertación/Nueva Mayoría versus Alianza/ChileVamos) veremos que la decadencia se refleja con claridad.

2009: 74% primera vuelta. Ambas coaliciones a segunda vuelta.
2013: 72% primera vuelta. Ambas coaliciones a segunda vuelta.
2017: 59,3% primera vuelta. Ambas coaliciones a segunda vuelta.
2021: 24,3% primera vuelta. Ninguna de las dos coaliciones a segunda vuelta.

La caída de las dos coaliciones fundamentales es notoria y habla de un vaciamiento.

“Autopsia, de qué se murió la elite chilena”
Libro “Autopsia, de qué se murió la elite chilena”, Alberto Mayol

Los siguientes párrafos son adaptaciones al presente de textos antiguos, que siguen vigentes y permiten ilustrar el atraso de la elite en asumir el diagnóstico.

La masa impugnadora

El malestar no produce automáticamente una revolución. En principio produce disrupción y destrucción, pero no necesariamente aporta una alternativa y un camino. Las elites siempre imaginan que detrás de sus problemas hay alguien: un partido, unos migrantes, los delincuentes, países hostiles. Siempre se dice lo mismo.

Pueden tener el equivalente a un hemograma lleno de datos inadecuados y seguir echando la culpa la señora que (dicen) que hace brujerías. La elite ha visto a la masa impugnadora, clamando para ser ciudadanos, en medio de un odio que no parece detenerse. Pero vuelven a asumir alguna conspiración detrás de ello.

Y al frente está esa masa, que más allá de su rabia, no se rebela realmente, no busca hacer el gobierno. Es una fórmula despolitizada y disolvente, su conducta es simple: no hacer nada, no pensar nada, solo tener rabia y arrojar mierda a los que están arriba. ¿Hay posibilidades de una respuesta más sofisticada? La hay, existen algunas señales.

Pero de momento lo claro es que la elite ha muerto y no hay alternativa a ella. Y sabemos que hay un culpable del crimen de la elite: fue la percepción de que hubo abusos en la escena que los chilenos habían adoptado con creciente placer y decreciente sospecha, el mercado. Esa sensación terminó por gatillar la época en que la palabra ‘lucro’ simbolizó la crisis. ¿Cuándo desapareció ‘lucro’? Con el caso Caval, en ese instante ‘lucro’ (el abuso cometido por privados) fue reemplazado por corrupción (el abuso desde el estado).

Pero esta herida nunca se ha cerrado. Los chilenos han vuelto a buscar mercado, pero siguen sospechando. Solo lo aceptan porque se detuvo el crecimiento económico, pero el modelo carece aún de configuración moral (y si tanto importa Adam Smith es por la moral como fuente fundamental).

Es así como se muere una elite: cuando ya no sirven ni la verdad ni la mentira

Resumo a continuación diversos discursos de estudios cualitativos, narrativas concretas y metodológicamente sólidas (las explicito en primera persona por potencia narrativa).

Lo cierto es que la promesa de la ganancia para todos (el país de propietarios) terminó con la realidad de la deuda universal (el país de endeudados). Conseguimos los objetos deseados, pero sin que sean propios, todo basado en el estrés personal, en la duda sobre la quiebra personal, sobre el futuro. Y en ese disonante instante que es la deuda, de tener y no tener, un día nos concentramos en el vaso medio lleno (podemos decir que “tenemos” porque hay evidencia, ya que un objeto está en mis manos) y luego vemos el vaso medio vacío (“deber” un bien no es tenerlo realmente).

Atormentados existencialmente, los consumidores pedimos una explicación. Y la única voz fue una profecía: tener o no tener es irrelevante, solo comprar os hará libres y hermosos. Caminamos así el camino de la transición política envueltos en papeles de regalos, creyendo en la excepcionalidad de comprar ropa barata, en la exclusividad de la última moda de masas. Y luego vimos con horror que no nos vendían ropa, ni electrodomésticos, ni autos, ni café; que siempre nos vendían dinero actual por más dinero de mañana, que siempre nos vendían una deuda.

Y luego vimos que nadie regulaba eso (realmente no lo hacían). Y preguntamos. Pero no había otra voz en la oficina de reclamos que era la política. Solo había un discurso puro y claro: los errores se corregirán, mañana será mejor que hoy, el emprendimiento nos hará mejores y el consumo nos hará libres.

Los comerciantes y los políticos se parecían mucho. Luego pasaron unos a ser otros, en cualquier dirección. Y el dinero fue de un lado al otro, en ambas direcciones a la vez, todos eran clientes y todos proveedores. Era la elite.

Y luego, ya sabemos, descubrimos que la política era el producto que los políticos les vendían a los comerciantes. Y que había boletas. Muchas boletas. Y una gran puerta giratoria entre empresarios y políticos, una puerta giratoria distinta a la de la delincuencia, pero al mismo tiempo un poco parecida. Y fue así que nació el horror y, con ello, la deslegitimidad. Y cuando se perdió la fe en las instituciones, en los políticos, en los empresarios, los ciudadanos pidieron más antecedentes, quisieron saber qué había pasado, por qué nada parecía cierto. Y la verdad no gustó. Y ni siquiera gustaron las mentiras. Y es así como se muere una elite. Cuando ya no sirven ni la verdad ni la mentira.

Esto lo escribí en 2016. Y lo que viene también.

¿El objetivo de los impuganadores? Entrar a la elite

Nuestro proceso sí tuvo algunos impugnadores. En la obra de 2016 los llamé “Impugnadores en la medida de lo posible”, me refería a lo que luego se llamaría Frente Amplio y sus entornos. El rol de la impugnación no es uno solo, funciona de maneras diferenciadas. El siguiente esquema muestra las formas de impugnación que existen respecto a las elites.

tipos de impugnadores

El año 2011 y 2012 se marcó una impugnación eficaz del movimiento estudiantil. El resto de los movimientos sociales no lograron esa impugnación eficaz y normalmente quedaron fuera de la obtención de los premios posteriores (a veces, muchas veces, cargaron con los gastos).

En el marco de un proceso de decadencia, la aparición de impugnadores eficaces es muy importante y marca rutas esenciales.

La pregunta central es: ¿qué quieren los impugnadores? Y además, ¿de dónde vienen? Esta segunda pregunta debe responderse en el marco de dos categorías: se viene desde dentro de la elite o desde fuera. Desde dentro incluye a una elite subalterna, un grupo de servidores de la elite que quiere jugar en primera. Este es el caso de los impugnadores de nuestro proceso en Chile. Lo dijo Bachelet en junio de 2017: “Los jóvenes del Frente Amplio son hijos de militantes de partidos tradicionales”.

Pero la pregunta más importante es qué quieren. La primera demanda fue ‘gratuidad’, la que concedió Bachelet para el 50% de los estudiantes universitarios. La idea era llegar a más, pero estando en el gobierno los impugnadores de entonces no lo hicieron. Gran parte del discurso ha tenido que modularse para responder al contexto, por lo que la fuera impugnadora cesó y dejó paso a la adaptación. ¿Por qué?

Es normal, está investigado suficientemente: el gran objetivo de un grupo orgánico de impugnadores es entrar a la elite. La tranquilidad con los malos resultados del gobierno que tienen los impugnadores que hoy son gobierno es que saben que tienen 40 años por delante.

La elite en decadencia mira los números de la próxima elección y respiran con cierto alivio. Pero su problema es peor: carecen de estructura política, la han perdido. Esos grandes pilares partidarios y organizacionales que operaban sólidamente no existen. Es cierto que al frente no hay mucho, pero escuchen bien: esos niños les ganaron.

La impugnación se hizo gobierno

Lo siguiente también fue escrito en 2016 (los cinco párrafos).

La elite desfalleciente está en la ex Concertación y en la derecha transicional. No suelen asumir que, si los objetos de la crisis cambian cada cierto tiempo, eso no significa que haya un tema nuevo: son variaciones sobre el mismo tema. Luis Hermosilla (el nombre lo agregué ahora, antes era Penta) es la última señal, así de simple. Y es que el proceso sigue su marcha hasta configurar el nuevo clivaje de época. Si el clivaje o dimensión de conflicto transicional fue Pinochet, el clivaje nuevo emanado desde 2011 es la tensión entre elite y ciudadanía. Y el valor que une (separando) a ambos es la impugnación.

La cubierta fundamental de una elite es la institucionalidad. Mediante ella, quienes tienen el poder real de una sociedad logran transformar ese poder en interés general. La caída en la confianza institucional suele dejar desnudas a las elites.

La elite actual, el pacto que la configuró, ha muerto. Sus restos se pudren mientras se transmiten por televisión. Sorprendidos en su propio horror, los miembros de la elite testifican en su favor pidiendo clemencia, para mayor gloria de los impugnadores, que pueden gozar viéndoles hacer videos explicativos y buscando cualquier mecanismo para producir un miligramo de confianza.

Los miembros de la elite gritan desesperados que ellos no son monstruos. Las cosas cambian, y aunque es rara vez, acontece. Y hoy es la elite la que desea no caer en la escala zoológica. Pero cae. Y lo hace en una escala más radical, más grave, más terrible: la escala que está entre la vida y la muerte.

Hay que completar la autopsia de una elite que no se ha enterado de su muerte o que sigue creyendo en su resurrección. La radical caída de la derecha, de la Concertación (luego de la Nueva Mayoría), de la Iglesia; configura un escenario de putrefacción total de las principales instituciones capaces de otorgar control a la dominación de la elite. En este escenario, los impugnadores y los más astutos entre los actores del anterior pacto buscarán configurar el futuro. Pero este se torna veleidoso en estos escenarios. La incertidumbre ha llegado. Y es que la muerte todavía hoy es un misterio.

Pero el asunto es peor aún. Porque hoy los impugnadores ya entraron a la elite. Y debían ser la solución, el camino de una verdad más creíble. Los impugnadores, sin embargo, parecen satisfechos con su ingreso y no han tenido la prolijidad de evitar las caídas que los otros tuvieron. El camino de caída ataca más a algunos que a otros, pero en el marco del malestar están todos, sin distinción. El pacto elitario que ha muerto había destruido la política. Es difícil salir de la crisis sin ella. Y es necesario construirla al mismo tiempo que se la pueda usar para escapar de la crisis. Las paradojas nos invaden, se rebelan ante la opción de ser domesticadas.

La impugnación se hizo gobierno. Y no quedó ni impugnación ni gobierno.

¿Y por qué el título, por qué digo que las elites no pueden esperar?
Porque ya no son elites. De lo contrario podrían esperar.