No estoy diciendo que si nos incluyen en las iniciativas solucionaremos la hambruna mundial ni entregaremos un plan de acción para frenar la crisis climática en dos meses, pero sí les aseguro que tanto las niñeces como las juventudes conocemos nuestra realidad lo suficiente para aportar con ideas y contribuir con nuevos puntos de vista.

Al comenzar a hablar del tema de juventudes, muchas personas automáticamente piensan en estudiantes, expectantes de cambios utópicos, “buenos pa’ alegar” y con mucho por aprender aún. La verdad es que algo de razón tienen, pero ¿pueden culparnos por querer cambiar el mundo? Somos una generación que creció escuchando cómo los jóvenes somos la promesa del futuro, cómo nosotros somos los que lograrán enmendar errores heredados, frenar la crisis climática, lograr la paridad de género, eliminar la discriminación y garantizar la protección de los derechos humanos.

Irónicamente, cuando intentamos hacer cosas por las causas que nos mueven, dicen que aún somos muy jóvenes para dar nuestra opinión, que no tenemos la experiencia suficiente o que dejemos eso en manos de los adultos.

¿Cómo quieren que hagamos algo si ni siquiera quieren que seamos parte de la conversación?

¿Cómo pretenden que sepamos qué hacer cuando crezcamos y sea momento de tomar las riendas del mundo, si nunca se nos explicó ni involucró en lo que se está haciendo en el presente?

Desde múltiples organizaciones, como Tremendas, trabajamos para cambiar esta angustiante realidad, creando un espacio seguro para que niñas, adolescentes y jóvenes logremos crear proyectos y alcemos nuestras voces respecto a los temas que nos apasionan.

Esto mismo fue lo que nos impulsó a realizar la Consulta Nacional de las Niñas en 2023, encuesta respondida por 4 mil niñas entre 12 y 25 años a lo largo de todo el país, en donde pudimos expresar los puntos que nos parecían más importantes de tomar en cuenta en el proceso constituyente de aquel momento.

Entre los datos recopilados, se demostró que el 83% de las encuestadas evaluamos con máxima importancia la formación y educación cívica en las salas de clases. Esto no solo evidencia la conciencia que tenemos respecto a la relevancia de informarnos sobre lo que pasa a nuestro alrededor, sino de lo necesario de hacernos partícipes en la toma de decisiones.

No estoy diciendo que si nos incluyen en las iniciativas solucionaremos la hambruna mundial ni entregaremos un plan de acción para frenar la crisis climática en dos meses, pero sí les aseguro que tanto las niñeces como las juventudes conocemos nuestra realidad lo suficiente para aportar con ideas y contribuir con nuevos puntos de vista.

Opinión, ideas y acción

Esto es algo que se ha hecho evidente para nuestra generación, logrando que -según la organización International Youth Foundation– alrededor del 60-70% de los jóvenes a nivel mundial participemos en campañas relacionadas con el cambio climático, justicia social o derechos humanos. A nivel regional, las iniciativas en Latinoamérica y el Caribe han destacado por la resiliencia con la que los y las jóvenes se movilizan por la igualdad de género, la democracia, el medioambiente y la educación.

En el caso de Tremendas, hemos abordado estos temas de manera internacional por medio de las academias virtuales y gratuitas como Climáticas, enfocada en la educación ambiental de las niñas como una solución climática, y Atómicas, promoviendo el aprendizaje y la participación femenina en las ciencias. En Chile realizamos también la academia Ciudadanas, por medio de la cual incentivamos que las niñas, adolescentes y jóvenes se familiaricen e involucren en procesos de participación ciudadana.

A todo esto se suman las actividades y proyectos locales que surgen tanto de nosotras como en conjunto con otras organizaciones que trabajan diariamente por mejorar el mundo, creando por medio de la cooperación una red de acción interseccional.

Diálogo intergeneracional para romper el esquema adultocentrista

Quiero recalcar también la importancia de no solo de trabajar en equipo con nuestros pares, sino que también dar espacio al diálogo intergeneracional. Integrar a nuevos grupos etarios y romper el esquema adultocentrista -que rige tanto las conversaciones como la toma de decisiones- para enriquecer las perspectivas y promover la empatía por la realidad que vive cada uno de nosotros, brindando un aprendizaje multilateral. En este contexto, la voz y el papel de los jóvenes se vuelve crucial.

Somos capaces de aportar una visión fresca y un entendimiento profundo de nuestras propias aspiraciones.

Así que sí, somos jóvenes, con mucho camino por delante, con emociones fuertes y ambiciosos, pero también somos los que mejor conocemos nuestros deseos para el futuro y capaces de darlo todo por ellos, dispuestos a ser parte del trabajo colaborativo por el cambio que queremos ver.