Se le atribuye a Stalin, el terrible dictador comunista de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) la cínica frase “un muerto es una tragedia, cien mil son una estadística”.
Nosotros podríamos parodiar esa cruel frase diciendo “un emigrante es un aporte, cien mil son una invasión”. Porque, en verdad, lo que Chile ha sufrido con la inmigración clandestina de venezolanos es, ni más ni menos que una invasión de consecuencias catastróficas. El efecto destructor de las invasiones masivas tiene en la historia ejemplos casi permanentes.
Migraciones masivas
Son muchos los países que han desaparecido por efecto de este tipo de invasiones y eso ocurre cuando su infraestructura y su institucionalidad no son capaces de absorber el aumento poblacional ocasionado por una avalancha masiva de miembros de una cultura ajena.
Incluso ese fenómeno se ha visto en enormes y poderosos imperios como fue el caso del chino bajo el impacto de la inmigración mongólica y el caso del imperio romano bajo la germánica.
A partir de la post guerra mundial, se ha ido generalizando el fenómeno de emigraciones masivas desde países azotados por el hambre, por la inseguridad o por regímenes opresivos, pero solo en las últimas décadas estamos viendo el fenómeno novedoso de la emigración forzada por fines políticos.
Tal es el caso de lo que está ocurriendo en Chile
Y, en nuestro “barrio” el ejemplo más notable es lo que ha hecho Venezuela bajo el opresivo régimen chavista. Desde la implantación de ese régimen, y con especial énfasis durante la era madurista, Venezuela ha exportado un porcentaje muy significativo de su población. Pero, si al principio esa emigración pudo ser de huida de un régimen opresivo, a poco andar se ha trasformado en una invasión planificada de algunos países de la región con fines claramente políticos.
No se puede ignorar que hay ocasiones en que la inmigración masiva en un país tiene efectos beneficiosos, lo que ocurre cuando está compuesta, principalmente, por población activa y preparada. La historia también registra los casos en que una inmigración masiva de buenas características ha sido fundamental para incrementar el poderío de una economía.
Tal fue lo que ocurrió en Estados Unidos durante los finales del siglo XIX y principios del siglo XX cuando muchos miles de inmigrantes europeos trabajadores y preparados llegaron desde Europa y, en menor medida, de Asia.
Lo mismo ocurrió en Argentina con la inmigración italiana.
Por lo demás, América Latina es un buen ejemplo de la capacidad creadora de una inmigración extranjera como que buena parte de nuestros países nació como consecuencias de ella, de lo que Chile es un excelente ejemplo.
¿De que depende que una inmigración masiva sea de consecuencias positivas o catastróficas?
Depende básicamente de la calidad promedio del inmigrante. Si la cantidad de inmigrantes preparados y trabajadores predomina, los efectos serán finalmente positivos, pero si el promedio está compuesto por delincuentes, agitadores políticos y agentes escogidos de su país de origen para producir desestabilizaciones en el estado huésped, entonces se pueden esperar muy malas consecuencias.
Hoy tenemos suficientes informaciones como para estar seguros de que tal es el caso de la “invasión” venezolana en Chile.
De alguna manera, el régimen chavista de Venezuela ha inventado un tipo de exportación de ciudadanos con claras intenciones políticas. En Chile lo demuestra la detección de bandas criminales organizadas que siguen reportando al régimen patrio que los envió. El caso Ojeda es el más revelador de ese tipo de agresión planificada. Así las cosas, conviene preguntarse:
¿Por qué el estado chileno no ha prevenido esta situación?
En mi opinión, que puede ser muy personal, ello comenzó ocurriendo por debilitamiento del poder ejecutivo, por negligencia y cobardía. Es por eso que el fenómeno se hizo evidente ya en tiempo del Piñera II, cuando se vio que el régimen estaba choqueado por el estallido social que le prepararon.
En el caso del régimen de Gabriel Boric, la ineficacia en controlar esta verdadera invasión tiene raíces mucho más complejas y debe situarse principalmente en la protección a ella que le otorgan los sectores políticos que, declaradamente, son afines al chavismo venezolano.
Por ejemplo, puede ser que en Chile el Partido Comunista no tenga fuerzas suficientes para obligar al gobierno a seguir sus políticas, pero sí que la tiene para impedir que el gobierno actué con la entereza y la valentía que un gobierno normal emplearía para defender al país de una clara y fragrante agresión.
Más allá de la evidente situación chilena, la exportación de población de Venezuela debería ser objeto de análisis y medidas internacionales que se están demostrando claramente necesarias.
Nuestra región no puede aceptar impasiblemente que uno de sus miembros agreda a sus vecinos mediante una verdadera invasión que a estas alturas solo comprende lo peor de su sociedad. Es equivalente a estar botando basura en los patios de los vecinos sin que estos reaccionen como debían y podían.
Una segunda emigración masiva
Está sería una muy buena ocasión para que organismos tales como la Organización de Estados Americanos (OEA) demuestren que todavía sirven para algo y lo hagan disponiendo un foro al más alto nivel que coloque a Venezuela en la silla de los acusados. En esta materia, la actitud muy pasiva de Estados Unidos se debe, fundamentalmente, a que la política emigratoria de Maduro ya le ha permitido recibir lo mejor de Venezuela sin cargar con lo peor de ella.
Cualquiera que sea buen observador, podrá comprobar donde está hoy la inversión privada venezolana y donde viven los excelentes profesionales que ese desdichado país llegó a tener en sus buenos tiempos.
En cuanto a nosotros los chilenos, sería bueno que despertáramos de nuestro letargo y apreciar que hemos sido invadidos por una turba que no reconoce nuestras leyes ni nuestro control territorial. Enfrentar con entereza esta situación esa ahora más importante que nunca puesto que evidentemente el régimen madurista, tras falsificar una elección , se pone en posición de iniciar una segunda emigración masiva, puesto que ahora tiene la evidencia de que con una sólida mayoría opositora que si no controla y destruye, lo va a destruir a él.
Yo en verdad no comprendo cómo alguien pudo albergar la ilusión de que la oposición podría haber ganado la elección presidencial reciente. Basta repasar la historia de los últimos más de cien años para comprobar que jamás un régimen de extrema izquierda ha entregado el poder por el resultado adverso de una elección limpia, ya que esta solo sirve para que mida el volumen real de oposición que todavía guarda en su interior. Es el dato que necesita para expulsar a otro porcentaje significativo de su población.