Probablemente ya habrán escuchado que este jueves, una ley consagró a internet en Chile como un servicio básico. En términos simples esto quiere decir que el Estado lo considerará tan imprescindible como la electricidad o el agua potable, y por ende se le podrán asignar subsidios o forzar a las empresas a garantizar el servicio aún cuando no sea “socialmente rentable”, como dijo alguna vez el exministro Bitar.
Todo muy bien. Hace tiempo internet dejó de ser un lujo o un entretenimiento comparable al TV cable. Hoy muchos trámites se realizan exclusivamente por internet y qué decir de la educación o los memes de gatos. No podemos prescindir de ellos.
Pero este logro me hace recordar uno más importante que cayó en el olvido: la desagregación de redes.
Cuando llegué a Santiago a ejercer como periodista de tecnología en revista Mouse un lejano 2005, ya había otros colegas como Manuel Contreras (el bueno) o Alexis Ibarra peleando por el tema. El abogado Andrés Pumarino también lo hacía. ¿Qué es? La desagregación de redes obliga a que las empresas que cablearon un sector o edificio “arrienden” su infraestructura a otras empresas proveedoras, logrando así la competencia plena entre ellas.
Mírenlo así. Es muy probable que donde vivan, les hayan dicho que sólo pueden tener internet con X o con Z porque los demás “no llegan al sector”. Peor aún, muchas constructoras reducen costos conveniendo de antemano que una o dos empresas cableen sus edificios y luego queden como únicos proveedores de sus inquilinos. Donde viví aquel tiempo en Santiago sólo podía conectarme Movistar. Nadie más.
Un amigo compró una casa nueva en Concepción en un barrio cableado por VTR. Era su única alternativa pero aún así le dijeron que no: habían saturado sus nodos de conexión. Sólo tras meses de reclamos y amenazas de quemarse a lo bonzo frente a la estatua de Condorito, lo conectaron.
Algunos de ustedes dirán, “bueno, eso es algo que se resolvió solo con la internet móvil”. Sí y no. 5G y todo, internet móvil aún no es un reemplazo definitivo para las conexiones terrestres, ya sea por velocidad, falta de señal, obstáculos que la afectan (muros) o alta demanda en el caso de las empresas con varios computadores. Aun en plenas ciudades, hay sectores más “iluminados” con señales que otros. Y qué decir del campo. Pueden usar nPerf para comprobarlo.
Circa 2008-2009, tuve oportunidad de preguntarle directamente al entonces Subsecretario de Telecomunicaciones, Pablo Bello, por qué no se avanzaba en la desagregación de redes. Me dijo que en ese entonces estaban priorizando la expansión de la infraestructura y que el “monopolio de facto” otorgado a las empresas era un buen incentivo para que invirtieran en cablear nuevas zonas. Ok, le compro que en ese entonces todavía tuviéramos que “incentivar” a las Telcos a cablear, pero tres lustros después y con 94,3% de los hogares con acceso a la red según cifras de la propia Subtel, seguir pensando en el “incentivo” suena un poco… ¿cómo decirlo sutilmente?… sospechoso.
En la práctica, la internet en Chile es un territorio repartido entre pandillas, dejando al consumidor con pocas o ninguna opción para cambiarse, lo cual restringe la competencia, eleva los precios y de paso, hace que a los proveedores les importe un cuerno su servicio al cliente cuando no tienen a quién más recurrir (sólo vean la maravilla que hizo la competencia en el negocio de Transbank: ahora corren a cambiarte la máquina si falla).
Sí, muy lindo que en Chile internet sea un servicio básico. Pero mientras sea asignado a una sola o dos pandillas, no es mucho lo que habrá cambiado.