Tal vez esta imagen tenía el Ministerio de Salud (Minsal) en mente cuando encargó, vía licitación en Mercado Público, su última campaña en redes sociales para la donación de órganos. Un primerísimo primer plano a un conjunto de gusanos que penetran y emanan de una superficie de papel opaco con algunas inscripciones crípticas, que podrían corresponder perfectamente un certificado de defunción, luego un sobreimpreso en pantalla que dicta: “Cientos de órganos y tejidos se pierden en vez de salvar vidas”.
Así de directo el mensaje, sin ambages o metonimia alguna. Lo cierto es que el Minsal en particular, y los servicios públicos o de seguridad en general, siempre han tenido una alta inclinación hacia el impacto visual, al mensaje muchas veces brutal y descarnado con el fin de capturar interés.
Piense en las imágenes de rostros desfigurados en las cajas de cigarrillos o en las campañas extremadamente trágicas de carabineros para la prevención de accidentes. Un factor presupuestario determina esa retórica: llegar a la mayor cantidad de personas con el mínimo de recursos.
Aunque claramente también se podría haber apelado a otras alternativas más económicas y elegantes utilizadas en países desarrollados, donde, sin recurrir a efectos chocantes y más bien apelando a la prolongación de la vida cada vez que se dona un órgano, han logrado mejores simpatías de parte de la audiencia.
¿Por qué tantos comentarios negativos? Aquí cabe considerar que en las redes sociales operan otros patrones de percepción. Lo que pudiera resultar polémico, siquiera para un pequeño grupo de personas, es amplificado notablemente en su fase de viralización. El problema, por tanto, es más bien del canal que de el emisor, considerando el viejo y matemático modelo de comunicación de Shannon y Weaver.
Como recurso creativo, la disrupción siempre llamará la atención, pero no siempre producirá el efecto y memorabilidad que se espera. Tampoco el Ministerio de Salud, por lo visto, logrará evangelizar con tamaña propuesta.
Hace dos mil años rindió muy buen efecto la analogía de esos tan desagradables animales invertebrados de cuerpo blando y viscoso. Pero hoy no. Y es que imaginar el destino de los seres humanos resulta más amigable que verlo tan explícitamente.