Este gran temporal ha causado daños estructurales por anegaciones, desconexiones, deslizamientos de tierra, desbordes de cuerpos de agua y aislamiento geográfico. Estos daños sumarán costos de cientos de miles de millones y retrasarán nuevamente el crecimiento de nuestra región.
El cambio climático no es el único responsable
Solemos responsabilizar al cambio climático, que ciertamente tiene una estrecha relación con estos eventos extremos, según el consenso científico. Chile y su macrozona sur están experimentando precipitaciones inusuales, vientos huracanados, megaincendios y déficit hídrico, entre otros fenómenos.
Sin embargo, quienes conocemos la región del Biobío desde la costa hasta la cordillera, sabemos que existen otros factores que agravan estos daños y pérdidas. La planificación territorial deficiente, la parcelación de zonas rurales, los permisos de edificación inadecuados y la escasa o nula fiscalización son componentes críticos.
Hoy, los ríos se desbordan porque buscan sus cauces naturales; los deslizamientos de tierra ocurren porque se ha perdido la cubierta vegetal; los suelos se anegan porque antes fueron vegas o humedales que probablemente fueron rellenados. Por lo tanto, la responsabilidad es compartida: de quienes compran para construir, de quienes deciden construir en áreas de riesgo, de quienes otorgan los permisos de construcción, de quienes construyen y de quienes fiscalizan.
No podemos seguir retrocediendo en infraestructura y crecimiento cada vez que enfrentamos un evento climático “extremo”. Debemos buscar instrumentos y herramientas a través de nuevas legislaciones que promuevan la prevención y políticas públicas con estrategias de resiliencia que nos permitan reducir los daños y costos de todo tipo de eventos climáticos.
Es posible, sin duda alguna. Para ello, la información, el entendimiento, la colaboración y el trabajo conjunto de los actores públicos y privados nos permitirán construir nuevas estrategias que nos brinden tranquilidad tanto en invierno como en verano.