En promedio, los países de la OCDE gastan un 2,7% de su PIB en esta área, Chile ni siquiera logra llegar al 0,5% (hace décadas que estamos estancados alrededor del 0,34%). Sin esta atención y priorización estamos hipotecando nuestro futuro, y también el de las futuras generaciones.
En Chile, la mayor parte de los fondos para Ciencia y Tecnología se entrega de forma competitiva, incluyendo los de desarrollo de capacidades institucionales para la innovación (InES) que se otorgan a las instituciones de educación superior.
Gracias a las capacidades instaladas por estos fondos, las universidades hemos construido condiciones que nos permiten proyectar un crecimiento importante en el impacto de la CTI.
Financiamiento basal: clave para avances en Ciencia y Tecnología
Sin embargo, “para dar un salto y posicionarnos como país y aportar con avances en la primera línea”, en las propias palabras del Presidente pero en su cuenta pública del 2023 (ya que en esta estuvo ausente el tema), se requiere otro tipo de financiamiento: basal, entregado de forma anual y que complemente el financiamiento competitivo, permitiendo sostener las capacidades permanentes de CTI que permitirán llevar a nuestro país a otro modelo de desarrollo.
El objetivo de contar con presupuestos basales se orienta a tener una gestión eficiente y sostenida de la ciencia, tecnología e innovación (CTI), lo que es esencial para fortalecer las capacidades ya instaladas de proyectos estratégicos como Ingeniería2030, Ciencia2030, InES de Género, InES de I+D, y el reciente Conocimiento 2030.
Estos recursos basales y permanentes permitirían la mantención y proyección de las capacidades, para que estas no se extingan, puedan madurar y se logren articular con los desarrollos necesarios en el sector privado y público.
Un fondo basal no solo proporcionará estabilidad a estos proyectos, sino que también aliviará de procesos burocráticos a las universidades y a la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID).
Presupuesto de investigación
Con urgencia necesitamos agilizar procesos y poner el foco en la ejecución y resultados de los proyectos de investigación y de fortalecimiento institucional. Es imprescindible contar con un presupuesto de este tipo que no solo potencie la transferencia del conocimiento, sino que lo haga bajo modelos de proyección a largo plazo.
Estos modelos deben desarrollarse en función de las necesidades y el potencial de las universidades y las regiones donde operan, asegurando un impacto positivo y duradero. Esto no solo fortalecerá el ecosistema de innovación y emprendimiento, sino que también asegurará que el conocimiento generado en las universidades tenga un efecto tangible en el desarrollo del país y el bienestar de la población.
Fortalecer esta área es crucial, ya que la innovación y el emprendimiento basados en ciencia y tecnología ocupan un lugar central en la transformación hacia un desarrollo productivo sostenible. La gestión de CTI con este tipo de financiamiento representa una oportunidad virtuosa para el país.
El incremento del presupuesto hacia el anhelado 1% del PIB no solo debe existir, sino que además se debe focalizar en el impacto de la investigación en el desarrollo nacional sostenible. Ello, junto con lo ya avanzado con las propuestas de proyecto de ley de transferencia de tecnología y conocimiento y de una nueva institucionalidad de prospectiva, además de la creación del Startups Campus de CORFO, darían un contexto más favorable para que como país podamos responder a nuestras problemáticas desde soluciones diseñadas basadas en evidencias.