Edición BBCL Meg Ossandón

Una derecha hipotónica

09 junio 2024 | 06:30

El actual gobierno es débil y confuso. Son dos adjetivos y podrían ser más. En general, se trata de un gobierno que se tropieza habitualmente consigo mismo. Es un gobierno que no lo pasa tan mal, quizás por el azar, pero probablemente por una condición objetiva: la habilidad del rival. Mejor dicho, la ineptitud del rival.

Es esta la peor derecha de décadas. No hablo de moral, no hablo de calidad técnica, hablo simplemente de la táctica y estrategia política. Ya nadie sabe siquiera qué nombre tiene la llave de un sector famélico de conducción.

Dirá usted: pero están llenos de votos.

Contestaré: así es, solo tienen votos.

Y usted nuevamente interpelará con una lógica tan implacable como errónea: pero si los votos es lo único que importa. Y la verdad es que no.

Los votos son indispensables, pues en caso contrario eres irrelevante. Pero un proyecto político solo es tal cosa si se soporta en fundamentos, en un cuerpo de ideas.

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El pobre desempeño y la debilidad política de la oposición en Chile

Según la encuesta Agenda Criteria del mes de junio, la oposición obtiene solo un 15% de aprobación, obteniendo una reprobación del 63%. Es decir, mientras el gobierno obtiene un débil 30% de aprobación, la oposición obtiene la mitad. Es un resultado famélico.

Una oposición que tiene al frente un gobierno que perdió el control de la agenda desde el primer día de su mandato, no es capaz sin embargo de construir un posicionamiento político, ni menos algo parecido a una cierta propuesta política general.

Hice un ejercicio sencillo: revisé las cuentas de Twitter de los partidos de derecha. El desempeño de Renovación Nacional es de liga amateur; el de la UDI es algo mejor en forma, pero vacío de fondo.

Misma situación que la de Partido Republicano (que de todos modos tiene un trabajo de mejor calidad que las otras dos fuerzas principales de la derecha). De hecho, el discurso de este último partido solo se comprende si se aprecia que desde el Frente Amplio lo han elegido como fuente de posicionamiento y son ellos los que sostienen la fuerza republicana en la red social X. Parece ironía, pero es cierto.

De hecho, el partido que cuenta con un desempeño más claro en sus esfuerzos discursivos y de posicionamiento, es Evopoli, aunque su problema fundamental está en la debilidad política endémica de los partidos liberales que, en la historia de Chile (y también en la de Macondo, escribió en su momento García Márquez), no pasan de ser los acompañantes de los sectores conservadores.

Por supuesto, un ejercicio de este orden es lo que es: un ejercicio. Pero refleja la ausencia de una posición doctrinal.

Una derecha desarticulada y perdida

Una revisión de las noticias de los últimos meses muestra un sector incapaz de construir pilares de posicionamiento y que sencillamente avanza por el favor de la historia. No es demasiado distinto a lo que pasó por izquierda cuando la historia les dio la mano. Pero al menos en esos escenarios la capacidad de fertilizar el suelo para el crecimiento de la izquierda fue evidente.

En el caso de la derecha, con un escenario propicio por el mero fracaso de la izquierda, no se ve ninguna capacidad de construir una narrativa, lo que se expresa en falta de consistencia y la ausencia de un punto de apoyo del discurso. La mera combinación irreflexiva de Milei y Bukele parece ser el único camino, sin articulación y sin mediación.

Es sorprendente el resultado de revisar los discursos empresariales en Chile en comparación con los discursos de los partidos políticos de la derecha. Los primeros son discursos que se despliegan de modo sistemático, respondiendo a una agenda de manera articulada. Aquí solo hablo del profesionalismo, no me refiero a si me gustan o no. Los errores sistemáticos de la acción ‘política’ del empresariado persisten, pero al menos su trabajo responde a mínimos y el desarrollo constante de actividades que ‘reciclan’ sus mensajes es una tarea que otorga una fortaleza operativa.

En cambio, al mirar la acción política de la derecha, vemos un desorden extraordinario, una falta de articulación. Insisto en que basta ver sus piezas gráficas, sus discursos públicos y sus proyectos de ley, para apreciar la insignificancia de su mirada y la ausencia total de una perspectiva de largo.

¿No pasa lo mismo en la izquierda? Sí, pero ya ha sido comentado hasta el cansancio. Y el problema es que probablemente el siguiente gobierno será de derecha y probablemente sea tan amateur como el actual.

La crisis existencial de la derecha

La derecha enfrenta una crisis existencial que se manifiesta en muchos ámbitos. Para empezar, veamos a Jaime Guzmán y su legado intelectual y jurídico. Es cierto que sobrevivió herido a las embestidas constitucionales. Es cierto que no fue derrotado, pero es también cierto que no emergió triunfante. “Es lo que hay” dijo un país sumido en la desesperanza. Y se quedó con una Constitución Política que no le gustaba hace quince años, que no le gustaba (con igual intensidad) hace cinco, y que no gusta hoy (con igual intensidad).

En el primer proceso la responsabilidad de no entregar un texto apropiado fue de la izquierda. La derecha criticó ese camino.

En el segundo proceso la responsabilidad fue de la derecha. No sé qué es peor. Tropezar de nuevo con la misma piedra o tropezar de nuevo con la piedra de otro.

Pero hay más. ¿Qué definiciones tiene la derecha actual? No tenemos claridad alguna. Han renegado de todo lo que han elogiado. Y luego han elogiado de todo lo que han renegado.

¿Es coherente y constante la defensa del libre mercado y de la competencia? No lo es. La derecha se indigna al ver concentraciones de actividades económicas que puedan quedar en el estado, pero no piensa lo mismo de concentraciones en el mercado o ante las integraciones verticales.

La Polar no era una empresa competitiva, de hecho, más que el engaño a los clientes, era una farsa ante los inversionistas. La derecha decidió darle una oportunidad.

Debiera ser la derecha la primera en criticar el CAE, una política pública absurda y financieramente cara, que agranda innecesariamente el gasto público. La derecha no parece haberla estudiado. Tampoco la izquierda.

Hasta ahora la izquierda no ha hecho un esfuerzo por entender el CAE, solo critican las tasas de interés. La verdad es otra. Fue y es un absurdo total, a expensas del estado, generando un gasto público desquiciado por décadas. Pero claro, la derecha critica el gasto público, pero solo cuando es gasto administrativo y un poco cuando es gasto social. Lagos dijo que los bancos se habían coludido en el CAE. Eso debió llamar la atención de un gobierno libremercadista como era el de Sebastián Piñera, pero no ocurrió.

Hay muchos más casos:

La paradoja de un banco estatal que favorece a la banca privada

Se diseñó un esquema de crecimiento del sector bancario a partir del Banco del Estado. La idea en sí misma tenía asidero. Pero se puso toda clase de restricciones al Banco del Estado. La cuenta RUT se convirtió en un problema, los clientes tenían que evitar su cuenta si ganaban más de cierta cifra.

¿Quién pidió ese esquema? ¿Fue un diseño del banco? No. Yo trabajé allí. Y no fue una política interna. Se adujo que había sustracciones informáticas de las cuentas, que había muchos casos más que en la banca privada. Fui a sistematizar los datos y el porcentaje era menor que otros bancos. No era la razón. La idea siempre fue que el Banco del Estado permitiera bancarizar y dejar al mercado privado las cuentas más sofisticadas.

Y no es que el problema era que Banco del Estado tuviera cuentas demasiado simples, sino que el problema es que se establecían trabas para que una persona pudiera tener una cuenta operativamente lógica. ¿Por qué? Era vox populi que el diseño era incorporar al sector financiero y que, a la hora de maduración del cliente, se fuera a la banca privada.

En el banco recibíamos llamados políticos para toda clase de asuntos que debieran quedar en el mercado. El Estado corría con los gastos de los clientes que producen pérdidas y, cuando ya estaban firmes y eran clientes gratos al sistema, pasaban a los otros bancos.

¿Le ha importado a la derecha? Nada. No debiera ser la izquierda la que corre a investigar los casos en que la acción privada ha generado distorsiones maliciosas al mercado, debiera ser la derecha. Y no ha ocurrido. Mientras tanto, corren a requerir que el estado se achique más. No sé si tienen un informe técnico al respecto, yo no lo he visto.

Hay más: el neoliberalismo y la confusión de la derecha

La derecha es hoy una viuda del modelo económico que usualmente denominamos ‘neoliberal’, para referir a sus entronques económico-políticos. Mejor dicho, es una viuda que cree en la resurrección. Siguen defendiendo el modelo, mientras actúan en su contra pues no tienen alternativa.

En su infinita confusión, creen que defenderlo es un problema de lenguaje, no de políticas públicas. Hoy los hogares son crecientemente subvencionados por falla operativa grave en el ingreso de los hogares. El mercado no pudo generar una sociedad de consumo donde las familias pudieran consumir sin sucumbir. Entonces se definió que el Estado lo resolviera.

El Ingreso Mínimo Garantizado y la Pensión Mínima Garantizada llegaron a resolver fallas en el mercado del trabajo y en el mercado de las pensiones. ¿Quién lo creó? El Presidente Sebastián Piñera. Pero nadie dijo que se venía a resolver fallas de mercado.

Luego de hacerlo, miran coquetamente a Javier Milei, lo encuentran tan interesante, les encantaría tener su valentía, su arrojo, su desparpajo, pero sobre todo, su éxito violento. Les encantaría. A la mayor parte, solo la cobardía y el apocamiento les supone una desmotivación para ir más lejos con el discurso altisonante. Piensan en el perfil gris del chileno y se restan las esperanzas de un futuro desquiciado y anarcocapitalista. Pero en ganas no se quedan.

¿Y los conservadores?

Los conservadores, dentro de la derecha, son los más confundidos. No es solo en Chile, habrá que decirlo. Han encontrado una fórmula perfecta para defender el status quo: tornarse disruptivos. Sí, es una ironía. Patear el tablero funciona, pero para destruir el status quo.

Entonces, nuestros conservadores encuentran maravilloso retirarse del Congreso Pleno en medio de la Cuenta Pública Presidencial porque no están de acuerdo con una propuesta de ley que no acontecerá.

¿Qué se puede decir? No mucho, salvo que entonces los defensores de la tradición violan la tradición institucionalista y presidencialista, todo para decir que no pueden escuchar una idea que ya saben que el Presidente elegido tiene.

Los conservadores, en medio de la oleada de crimen organizado, toman posición en favor de Carabineros de Chile y de las policías en general. Incluso si los delitos los cometen carabineros o policías. Es decir, no defienden principios, sino a las personas que portan un estandarte.

Está muy bien subir las penas a quienes ataquen a la autoridad policial, pero es curioso que desde la derecha se piense al mismo tiempo que al darle más derechos y protección a las policías; se les debe reducir las sanciones de sus eventuales delitos y se les debe apoyar con la presunción de inocencia sin importar los antecedentes en su contra.

Hay quienes han señalado que tribunales militares deben hacerse cargo de casos que involucren a Carabineros de Chile. Todo esto es una aberración lógica, un desaire a los criterios de la teoría política.

Las bases intelectuales de la forma del Estado señalan que, a más beneficios para una autoridad, se debe considerar más grave que esa autoridad viole la confianza depositada en dicha autoridad. Lo que corresponde es que los ataques a las policías sean considerados graves, como también que las policías tengan agravantes cuando dichos funcionarios cometen delitos.

Una derecha hipotónica

Todo lo dicho puede estar equivocado. Pero la forma de demostrarlo es simple:

¿puede articular la derecha alguna clase de definiciones suficientemente sólidas y claras que efectivamente se puedan defender no solo en el texto, sino en la práctica?

¿Tiene la derecha un camino para llegar al desarrollo próximamente? No está de más enfatizar que la derecha dejó de usar la palabra desarrollo hace rato.

La derecha lidera en medio de un mundo político devaluado y mediocre, como le tocó antes a la izquierda. Será probablemente gobierno, pero sin musculatura y sin herramientas relevantes.

Es una derecha hipotónica, que no está preparada para levantar a Chile. Creo que es hora de ser exigentes con las fuerzas políticas, no con las que están al frente, sino con las propias. Y la derecha debe mirarse y dar respuestas que permitan construir el camino que ofrecen, que facilite el acceso a las bondades prometidas. Es un largo camino, pero quizás en poco tiempo se puede entender al menos hacia dónde caminan. De momento, resulta incomprensible.

Es un gran desafío para sus liderazgos, que juegan a la imitación barata de los productos internacionales exitosos.