El año 2021 le presentamos al país nuestras propuestas para construir un Chile más justo, digno y con mayor cohesión social para todas y todos. Esto lo hicimos teniendo que enfrentar, primero, el peor momento de la crisis migratoria, un claro abandono del Estado en materia de seguridad y educación, con una economía estancada e inflación por el cielo, y altos niveles de conflictividad social.
Desde el primer día de nuestro Gobierno nos tomamos en serio la tarea de enfrentar esas dificultades y de cumplir nuestro compromiso de hacer crecer al país con mayor equidad y justicia social.
Es por esto que junto a estabilizar la economía y retomar la senda del crecimiento, también avanzamos a paso firme con la reducción de jornada laboral, el aumento histórico del salario mínimo, la distribución territorial de la riqueza minera con el Royalty, los pagos adeudados de pensiones de alimentos a nuestros niños y niñas, los buses eléctricos y de calidad que llegan a regiones.
Eso no es todo, hemos modernizado a nuestras policías y hemos implementado la política contra el crimen organizado para aumentar las capacidades de enfrentar a la delincuencia, y con la recuperación de espacios públicos para que nuestras niñas y niños puedan jugar libremente en las plazas.
La paradoja de la oposición
El Gobierno progresista del Presidente Gabriel Boric es diverso política y generacionalmente, característica clave en el devenir de su gestión y de su proyección para Chile; la construcción y consolidación de una sociedad del bienestar.
Hoy tenemos el mandato claro del Presidente de concretar y cumplir hasta el último día de nuestro Gobierno, porque se gobierna hasta el último día. Pero, también porque tenemos motivos para trabajar en un Chile que cuida, que en vez de negar, reconoce y garantiza los derechos sexuales y reproductivos, que recupera espacios para la cultura y el deporte, que trabaja la seguridad como un derecho y no una herramienta meramente electoral, que enfrenta los problemas de sus endeudados por estudiar, que sigue creciendo bien y generando más y mejores empleos.
Las últimas semanas hemos enfrentado la crítica de una oposición que nos acusa de no cumplir nuestras promesas, aún cuando los logros están a la vista y las cifras no mienten. Y, luego, nos acusa de buscar cumplir nuestras promesas programáticas. Esto no puede entenderse sino como una paradoja que esconde un vacío de contenido y un ánimo que nada aporta a la construcción de puentes, y sólo busca enlodar al del frente y permanecer en la trinchera propia.
Lo cierto es que en democracia es imprescindible que todos los sectores políticos, haciéndonos cargo de nuestras diferencias, seamos capaces de debatir y de sacar soluciones en limpio para el país. Por eso, nuestra apuesta es por una política capaz de abordar y no eludir los temas difíciles en distintos espacios –como lo hicimos antes en el Congreso y hoy en el Gobierno– con responsabilidad y mirada de Estado.
No olvidemos que detrás de las posiciones que tomamos están las vidas de las y los habitantes de Chile, a quienes no podemos responderles mirando hacia el costado.
Las democracias solo funcionan cuando hay diálogo
Tenemos razones para creer que podemos llegar a los acuerdos necesarios, porque lo logramos alguna vez con las 40 Horas -a pesar de que nos dijeron que no era prioridad ni estaban las voluntades ni los votos-, el Royalty Minero y el aumento histórico del salario mínimo a $500 mil que comenzará a regir en julio. Guste o no, las democracias sólo funcionan cuando hay diálogo.
Por nuestra parte, vamos por más, por lo pendiente, sin retroceder en nuestros avances, reforzando nuestros logros de gestión y haciendo, cada vez más, parte a la sociedad civil de estos procesos.