Las percepciones ciudadanas sobre las actividades productivas que sostienen el modelo exportador son diversas: varían según industrias, según dimensiones evaluadas y según regiones. La salmonicultura no es la excepción.
Estefanía González, subdirectora de Campañas de Greenpeace, criticó el mes pasado en este medio a la industria salmonera chilena y utilizó para apoyar su argumentación resultados del estudio Valor Productivo. Algunos días más tarde le respondió Joaquín Sierpe, Economista del think tank Pivotes, defendiendo la industria salmonera, quién también basó parte de su argumentación en resultados de la misma encuesta.
Valor Productivo es una encuesta realizada por la Universidad Adolfo Ibáñez, la consultora Gestión Social y Criteria con el objetivo de conocer las percepciones de la población sobre las principales cinco industrias productivas exportadoras del país: minería del cobre, minería del litio, fruticultura, industria forestal y salmonicultura.
Industrias con desechos contaminantes, todas mal evaluadas
Estefanía González afirma que la salmonicultura es una de las industrias peor evaluada en lo que respecta a gestión de desechos contaminantes. Pero todas lo son: sólo un 16% de la población le pone nota 6 o 7 al litio en esta dimensión, un 17% a la salmonicultura y un 18% al cobre y las forestales. La fruticultura obtiene una evaluación más alta: 25% le pone nota 6 o 7.
Pasa más o menos lo mismo en las otras dimensiones medioambientales medidas: uso responsable del agua y uso de energías no contaminantes. Las evaluaciones de las dimensiones relacionadas con medioambiente son bajas, y eso ocurre de manera transversal en todas las industrias productivas.
Adicionalmente, la subdirectora de Campañas de Greenpeace afirma que la industria salmonera tampoco recibe una buena evaluación en el trato justo y condiciones laborales dignas para sus trabajadores, lo que es correcto cuando consideramos las percepciones de la población nacional.
Pero las personas que viven en el Sur Austral (Los Lagos, Aysén y Magallanes) piensan algo distinto. Comparada con la evaluación que reciben en sus respectivas zonas de influencia, la salmonicultura es la segunda industria mejor evaluada en esta dimensión, después de la minería del cobre en el norte del país.
Las percepciones de la población nacional y las percepciones de las personas que viven en las zonas de influencia pueden variar. En lo que respecta a las oportunidades de trabajo de calidad para las mujeres, las diferencias en la salmonicultura son significativas. Mientras sólo el 26% de la población nacional la evalúa con nota 6 o 7 en esta dimensión, el 40% lo hace en las regiones del Sur Austral.
Diferencias de percepción
Otra gran diferencia entre el país y el Sur Austral se da en la percepción sobre el aporte a la economía regional y local, en donde la diferencia es de 12 puntos. Acá la industria salmonera es la que tiene el rendimiento más alto en las evaluaciones regionales, incluso por sobre la evaluación del cobre en el norte. Esto es lo que destaca Joaquín Sierpe, de Pivotes, en su columna de respuesta.
Algo están viendo en la industria salmonera los habitantes del Sur Austral que el resto del país no ve. De hecho, mientras sólo el 17% de la población nacional declara tener “alta” confianza en la salmonicultura, el 27% lo hace en las regiones del Sur Austral. Se trata, además, de una de las más altas confianzas obtenidas por las industrias en sus respectivas zonas de influencia.
Estudios cualitativos realizados en el Sur Austral nos invitan a pensar que esta relativamente buena evaluación y confianza no se explica sólo por la capacidad de las empresas salmoneras de crear empleo, sino que también por la existencia de encadenamientos productivos que involucran amplias redes de proveedores locales, las cuales también tienen la capacidad de crear identidad social. No es casual que la consigna durante las marchas de apoyo a la industria el año pasado fuera “Soy del sur, soy salmonero”.
Las percepciones ciudadanas sobre las actividades productivas que sostienen el modelo exportador son diversas: varían según industrias, según dimensiones evaluadas y según regiones. La salmonicultura no es la excepción.
En definitiva, los procesos de generación de confianza que permiten la obtención de la llamada “licencia social para operar” son multidimensionales y no operan en lógica binaria “aprobación-rechazo”. Se trata de realidades que merecen ser atendidas en su complejidad.
Elisa Giesen
Gerente de Consultoría y socia de Gestión SocialMatías Chaparro
Director de Asuntos Públicos y socio de Criteria