Si una cosa hemos aprendido, es que del gobierno de Putin se puede esperar cualquier cosa.

La reciente noticia del descubrimiento de petróleo en una zona de alto interés geopolítico en la Antártida generó una serie de reacciones a lo largo del mundo. Dicha zona contempla una disputa diplomática y militar entre Chile, Argentina y Gran Bretaña, pero también ha despertado el interés de una serie de actores internacionales tales como Estados Unidos, China y la Unión Europea.

No es para menos, el botín es cuantioso ya que, según cifras de la BBC de Londres, citando fuentes de inteligencia interna, calculan en varias veces las reservas del llamado “oro negro” por sobre las existentes en Arabia Saudita o Venezuela.

Tratado Antártico

No obstante, varios políticos y medios en nuestro país han dado por descontado que dicho crudo pueda ser explotado debido a la protección que da a la zona El Tratado Antártico, firmado en 1959, asegurando al continente blanco como reserva natural dedicada a la paz y la ciencia.

En simple, esto convierte a la Antártida (al menos en el papel) en la única zona terrestre y marítima dedicada al bien común de la humanidad. En la actualidad, 53 países son partes del tratado.

Pero, como ya es sabido, el Kremlin nos ha demostrado con hechos concretos que cuando de cuidar sus intereses se trata, los tratados internacionales para ellos importan bastante poco.

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Cabe preguntarnos si Rusia estaría dispuesta a explotar y extraer el preciado recurso: me atrevo a señalar que la respuesta sería un contundente sí. Moscú, además, cuenta con aliados estratégicos en Sudamérica para ello, junto con el apoyo de dos grandes potencias como lo son Irán y China.

La pérdida de soberanía

Bolivia recientemente firmó acuerdos comerciales con la compañía rusa Uranium One Group y la compañía china CiticGuoan para los salares de litio de Pastos Grandes y Uyuni, respectivamente. Además, la compañía china está trabajando con CBC y TBEA Group para desarrollar tecnología para la gestión estratégica de litio del país.

Sin embargo, algunos expertos, como Humberto Vacaflor Ganam (2022) argumentan que estos acuerdos han llevado a una pérdida de soberanía para el gobierno boliviano. Esto se debe al apoyo forzado del gobierno a la campaña de guerra rusa en Ucrania y a la explotación de depósitos de oro en la región de Amazonas por compañías cooperativas rusas que pagan muy pocos impuestos y causan daños ambientales significativos e irreversibles.

Complementando lo anterior, la ofensiva rusa en la esfera de comunicaciones en la región durante la guerra ucraniana también ha aumentado constantemente. Según Luis Eduardo Gutiérrez Rojas (2023) una alianza de comunicación entre Moscú y Caracas ha sido el canal principal para la difusión de la propaganda rusa en la región, y los medios estatales venezolanos son los primeros en citar a los principales locutores rusos como fuentes.

Esta actividad también se ha extendido a otras plataformas y redes sociales como X, Facebook, Instagram y YouTube, donde podemos encontrar mucho material español de las agencias RT y Sputnik. Por lo tanto, es bastante común, por ejemplo, escuchar la guerra en Ucrania mencionada como una “operación militar especial” y se justifica como una forma de “desnazificación” del país de Europa del Este.

Así, podemos identificar que la influencia rusa permanece inmensamente consolidada en la región. Lleva un buen tiempo tiempo concretando inversiones estratégicas en torno a los recursos naturales para el desarrollo tecnológico, lo que puede verse extendido a la explotación de petróleo en el continente blanco.

Aquí vale la pena preguntarse si Chile está preparado con políticas internacionales contundentes y firmes para tomar bando en este potencial conflicto y como se jugará un rol clave desde Punta Arenas para ello.

Si una cosa hemos aprendido, es que del gobierno de Putin se puede esperar cualquier cosa.