Rodrigo Vidal. Rector Universidad de Santiago de Chile | USACH

Rector Rodrigo Vidal: el corsario de Andrés Bello

08 mayo 2024 | 15:19

Los valores esenciales del sistema universitario chileno fueron generados en la era fundacional de la Universidad de Chile, una institución de notable modernidad para la época de su fundación (1842). Los nombres de esa proeza son diversos, pero indudablemente el mérito principal y el símbolo de ese instante tiene el nombre de Andrés Bello.

El positivismo filosófico, el internacionalismo del saber, el liberalismo político, la ilustración, la búsqueda del progreso, la construcción de una moral pública; inspiraron la institución universitaria. Esta visión de la universidad, no privativa de Chile, no privativa de la Universidad de Chile; nos ha inspirado a muchos a la hermosa ‘inconveniencia’ (si seguimos el patrón de éxito actual) de dar parte de nuestras vidas a la actividad universitaria.

Pero no hay que confundirse. No todos quienes habitan la universidad tienen esta vocación. Y peor aún: en la medida en que la universidad sirve de plataforma de poder, en la medida que otros espacios sociales son menos receptivos a la conducta arbitraria, en la medida en que el oportunismo es pan de cada día; la universidad se enfrenta a presiones sorprendentes y ciertamente malsanas.

¿Por qué es la universidad un objetivo para grupos religiosos, partidos políticos y grupos de interés en general?

Hay ventajas obvias de contar con poder en el ambiente universitario: el poder de contratación, la incidencia pública, la notoriedad personal, una entidad legitimada para acaparar proyectos asociados a vinculaciones de distinto orden, en fin. Hay muchas razones, de las que operan de manera más sencilla y mecánica, que fundamentan el atractivo y el deseo de adquirir poder en el entorno universitario. Pero hay una razón más sofisticada. Y es la más importante. Podría escribirlo después del punto seguido, pero lo haré con un punto aparte. Lo merece.

Las universidades tienen la capacidad de producir ‘verdades’.

Ello deriva de su fortaleza en el saber, de su historia exitosísima de aumentar el desarrollo de los países, la esperanza de vida, de mejorar la calidad de vida, de comprender el universo. En fin, de construir nuestra representación del universo, del mundo, de la política y de nosotros mismos.

La universidad es la institución más sorprendente de la historia, no por su extrañeza o absurdo, sino por ser aquella que transforma el proceso de aprendizaje individual en progreso social y debate moral público. Esta es su enorme fortaleza. Y esta es la razón del asedio que sufre, del atractivo para los piratas.

La universidad guarda un tesoro: la certificación de una verdad. ¿Quiere usted decir que tal alimento (que compite con el suyo) hace mal a la salud? Un modesto estudio puede permitir generar un debate público, incluso una eventual prohibición, restricción, incremento de costos de producción, en fin. El saber puede estar controlado por intereses. Y eso es muy valioso para dichos intereses. Y es un peligro para la vida pública. Como toda herramienta poderosa, la universidad puede convertirse en una entidad infame.

Andrés Bello fue prudente con su poder

Se conoce como ‘discusión historiográfica’ en Chile las diferencias profundas en la visión del ejercicio del historiador. Los dos polos de esa discusión eran Andrés Bello y José Victorino Lastarria.

No obstante ser antípodas, en 1844 Bello solicita a Lastarria que escriba una memoria histórica. La idea era generar una actividad equivalente cada año, como estímulo a la investigación y a la discusión interna. Bello le ha solicitado este texto a su rival, a quien tiene una visión en las antípodas. No puso allí a su delfín, no se puso él a realizarlo. Bello abrió la cancha.

¿Qué ocurriría probablemente hoy? El detentador del poder habría postergado al rival destacado. O peor. Le habría intentado censurar en otros espacios para evitar que tenga opción de estar entre los posibles conferencistas.

Este poder del debate, de la discusión, de la razón, está cada vez más ajeno en las universidades. La universidad se construye crecientemente en la simetría, en la homogeneidad; no en el disenso. Crecientemente el sistema formativo se llena la boca con espíritu crítico, pero es difícil encontrar una época donde la tarea intelectual y creativa es más borreguil. Detrás de esa homogeneidad no hay convicción, solo la búsqueda del poder particular, sin proyecto alguno. Pasa a ser importante la toma de control de facultades y de la rectoría.

Hace algunas décadas ostentar un cargo académico era una carga, un problema, una responsabilidad de la que se huía. Pocas personas se animaban a perder el tiempo llenando papeles y gestionando los destinos administrativos de los colegas. El que se iba al cargo era un héroe, un Cristo. Hoy es una guerra lograr estar allí, un deseo ya ni siquiera inconfesable. Y es que las universidades son un recurso para sacar patente de corso.

El pirata tiene su versión superior en el corsario, funcionario legalizado, limpio en medio de su delincuencia, convertido en “sir” por los ingleses en el ejemplo de Francis Drake, pirata presentado por el imperio británico como “explorador”.

Pues bien, hoy traigo acá simplemente un ejemplo, de los cientos que he visto, conocido y/o padecido, pero eso sí un ejemplo destacado de aquellos corsarios universitarios, esto es, de quienes usan la institución universitaria para violentar su espíritu e instalar estructuras de poder que no son solo distintas a la vida universitaria, sino además contradictorias con ella.

El ejemplo se llama Rodrigo Vidal

Ya lo sé, usted lo sabía.

Como veremos, desde el primer día la gestión del rector Vidal ha sido mañosa y vengativa. Los sumarios han aumentado de manera sorprendente y los afectados son misteriosamente personas que votaron en contra de Vidal o en contra de sus aliados en cada facultad (la proporción de ‘amigos’ y ‘enemigos’ sumariados es suficientemente asimétrica para señalar que existe un hecho).

Como buen enemigo de Andrés Bello, Vidal ha denostado el carácter de universidad laica (en una ceremonia de fines del año 2023 se prohibió usar ‘universidad laica’ en un discurso), ha desatendido la dimensión intelectual de la acción universitaria y ha hecho uso del derecho administrativo con notoria saña.

En las últimas semanas el rector Vidal y la Usach han hecho noticia.

Se han hecho numerosas referencias de toda índole a su mandato como rector en los casi dos años de su gestión. Se ha reflotado la denuncia que sufrió por presiones a una autoridad estudiantil. Se ha criticado que haya cambiado de posición respecto a las elecciones universitarias según si ha ganado o perdido con un padrón que él juzgaba de inaceptable. Se ha hecho manifiesto el peso del mundo evangélico en una universidad laica y se ha referido a la malísima gestión económica y académica, que ha llevado incluso a los estudiantes a criticar la enorme cantidad de suspensiones de clases (a pesar de ser aliados políticos).

Todo esto y más ha sido dicho en sendas noticias en La Tercera, El Mercurio e Interferencia en las últimas semanas. Según me han comentado, la noticia en El Mercurio le afectó notoriamente y decidió contratar publicidad en el medio como medida de precaución. Medida burda, por cierto. Y es que Vidal es astuto, pero carece de profundidad y se rodea de equipos de escaso tino.

Los ejemplos abundan en la universidad.

Sorprendente resulta que los equipos de rectoría se jacten ante funcionarios y académicos de que cuentan con apoyo mediante línea directa con La Moneda. Puede ser arribismo, nerviosismo o imprudencia. Pero estrategia no es.

El corsario Vidal

Rodrigo Vidal tiene un currículum investigativo discreto. Sus publicaciones son escasamente citadas y no es referente en su área. Tampoco ha cumplido un rol destacado en la extensión de su saber. Siendo rector de una de las cinco universidades de máxima acreditación no es un líder de opinión.

En su historia, eso sí, ha gozado con frecuencia de altos cargos directivos (director de la escuela de arquitectura, vicerrector académico y rector, como cargos más destacados). Y habrá que agregar que en su currículum sí hay un área destacada: ha sido un importante actor de la Iglesia Metodista Pentecostal, de la cual ha sido gestor de intereses y funcionario a cargo del principal patrimonio político de dicha institución: el templo evangélico de Jotabeche. Y en eso ha sido exitoso.

En el año 2016, Rodrigo Vidal explicaba a La Tercera por qué el templo de Jotabeche podía ser monumento nacional, en circunstancia que es bastante reciente (años setenta) y no cuenta con la magnificencia, estilo o belleza que usualmente se le exige al patrimonio arquitectónico.

Su explicación no recurrió a los argumentos que esgrime sobre la arquitectura de los templos en Chile (a la que dedica sus investigaciones), sino que recurrió a un argumento más demagógico, comparando el templo con Alexis Sánchez.

Cito el fragmento de la noticia donde declara:

“Entre mayo y septiembre de 2013 se preparó la postulación para que Jotabeche se convierta en Monumento Nacional (..) “Mucha gente piensa que para que un edificio sea monumento tiene que ser viejo”, dice Rodrigo Vidal, arquitecto a cargo del proyecto, quien, además, es miembro de la iglesia. “Nuestro templo tiene 45 años, no es tan viejo, pero Alexis Sánchez no tiene 30 años y es un monumento del fútbol. No tiene que ver con los años, también puede tener que ver con la comunidad, con lo social, que va más allá del edificio. Tiene que ver con los tres millones de fieles, los 12 mil templos construidos en el país y que están representados en esta catedral”
- Rodrigo Vidal, rector USACH

En la misma nota, el exobispo Eduardo Durán -padre del diputado-, explicaba con claridad que la postulación a monumento nacional era objetivamente un mecanismo para obtener recursos públicos, mecanismo que le había señalado una autoridad nacional como consejo.

Sería entonces Rodrigo Vidal el encargado, nominado por Durán, para plasmar este proyecto.
Pero vamos al fondo. ¿Por qué me atrevo a decir que Rodrigo Vidal es un corsario que abusa del rol de rector de una universidad pública?

Es cuestión de revisar las prioridades de Vidal. Haré un listado al respecto, no exhaustivo, pero señalando algunos casos que no han gozado de tanta presencia en prensa y que me parece que son alarmas relevantes.

Prioridad 1: el fomento evangélico

Rodrigo Vidal es explícito en señalar, en sus escritos religiosos, que la tarea de un evangélico necesariamente ha de impregnar su quehacer laboral. Es decir, sus reflexiones religiosas no son privativas de dicha esfera, sino que inundan lo público. No admite circunscribir su fe a un ámbito privado, como es exigible en un estado laico y en una universidad laica. Bello dijo “todas las verdades se tocan”, pero nunca pensó que ese contacto habría de contaminar las verdades científicas o filosóficas con las religiosas.

Por el contrario, la demarcación debía ser limpia, más allá de que se toquen dichas verdades. Las verdades se tocan, no se fusionan.

Rodrigo Vidal ha dicho en su obra “Carta abierta a las iglesias protestantes” que la conexión de un evangélico con el mundo político no debe hacerse desde una perspectiva distinta a la fe profesada. Es decir, que las convicciones religiosas deben insuflar el proceso del gobierno o la legislación civil.

Es así como señala: “algunos se han acercado al poder político y han subordinado los principios de la fe ante la posibilidad de alcanzar cuotas de poder personal y de reconocimiento social”. Por eso dirá con convicción: “Esperamos la manifestación gloriosa de Jesús. Y tenemos la convicción de que, en su soberanía incuestionable, él reina cada día sobre este mundo, aunque a veces pareciera que no es así. Jesús es el Señor de la vida, de la humanidad y del universo. Y sus cristianos tenemos la tarea ineludible de ser portadores del Reino de Dios y de su justicia, ante cada persona que habita este planeta”.

Es decir, simplemente dirá que es su mandato imponer la justicia de Dios ante cada persona con la que tenga contacto. Un mandato para el cual no ha sido elegido, un mandato desconocido por quienes le votaron y eligieron rector. Ese mandato es tan claro que, luego de haber formado un gobierno de coalición para ganar la segunda vuelta de las elecciones, decidió sacar a quienes constituían la coalición e hizo ingresar a tres nombres el 11 de marzo de 2024: los tres evangélicos.

De este modo, en rectoría el 100% de las autoridades son evangélicos. Y, si sumamos los vicerrectores, más del sesenta por ciento de las autoridades de la universidad (11 cargos), son evangélicos. Considerando que en Chile quienes profesan esta variante religiosa suman 17%, la verdad es que hay un cierto sesgo, una especie de discriminación positiva para dicho culto, frente al cual Vidal no percibe ningún conflicto de interés.

Cuento una anécdota sorprendente: los dinosaurios

Hace unos años almorzó conmigo en la universidad, mi hijo (entonces tenía seis años). Rodrigo Vidal oficiaba de candidato y quedamos en la misma mesa. En ese instante su candidatura avanzaba y, usted sabe, un candidato ve a un niño y rápidamente abre conversación, en la búsqueda de una imagen empática y humana.

Rodrigo Vidal le empezó a hacer preguntas sobre los intereses de mi hijo. La respuesta del niño fue que le encantaban los dinosaurios. Efectivamente ha sido una pasión enorme para él y ha estudiado dentro de sus posibilidades bastante sobre dinosaurios. Basado en ese conocimiento el niño explicó al candidato una serie de fenómenos. Rodrigo Vidal se quedó mudo y parecía incómodo o molesto. No entendí su conducta. Luego cambiamos de tema y al terminar el almuerzo me fui a mi oficina junto a mi hijo.

Unas horas más tarde comenté a un colega lo que me había parecido una extrañeza. Su respuesta fue simple: “supongo que se incomodó porque es creacionista”. Lo miré sorprendido. Le pregunté de qué estaba hablando. Me dijo que él consideraba eso (que sea creacionista) como algo casi seguro. Y claro, a los creacionistas les molestan los dinosaurios porque, en rigor, no deberían existir esos restos fósiles si su tesis del origen humano fuese cierta. La anécdota me sorprendió.

Por supuesto, si el rector Vidal aclara que cree en la teoría de la evolución consideraré mi ejemplo innecesario, ya que fue una especulación de un colega. Pero considero relevante contar esta anécdota porque me resulta inimaginable que tengamos que estar en este sitio de la discusión. El mero hecho de que esto sea verosímil en una universidad es un retroceso.

Lo que no es ninguna conjetura es que en la universidad se han comenzado a generar actividades supuestamente académicas con perspectiva evangélica.

Hace unas semanas se comenzó a publicitar este evento organizado por Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles.

Como se puede apreciar, la actividad aparece promovida y ejecutada en la universidad, pero está organizada por otra entidad: Cru Chile. ¿Quiénes son?

Cru Chile

En la página web de esta institución señalan su enfoque:

CRU Chile USACH

La universidad se ha transformado en tierra conquistada. Una religión triunfa sobre la razón.

Prioridad 2: la inquisición de Vidal

Rodrigo Vidal llegó a rector criticando las arbitrariedades de Juan Manuel Zolezzi y con una clara orientación a la denuncia constante. Promovió desde su campaña la idea de una ‘defensoría universitaria’ para evitar los atropellos cometidos contra académicos y funcionarios. Pero la defensoría no ha avanzado prácticamente nada desde que el 6 de diciembre de 2022 se definieran los procedimientos para llegar a generar dicha defensoría. (Ver aquí)

Apenas llegó a ser rector, Rodrigo Vidal comenzó una tarea de hostigamiento y eventual persecución desde la unidad de procedimientos disciplinarios y desde otras instancias.

Por supuesto, se ha ejecutado contra quienes incomodan. Y ha generado un núcleo duro evangélico en rectoría: los cuatro cargos con más poder oficial y oficioso de la universidad son de fieles a iglesias evangélicas: rector, prorrector, jefe de gabinete (devenido en un cargo más ampuloso) y secretario general. Es el 100% de la rectoría. Y es más del 60% entre las más altas autoridades.

Por supuesto, si al menos siguieran a Cristo en serio harían realidad lo que se dice en Mateo: “el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo”.

No es la forma en que las autoridades de la Usach leen su tarea: Vidal llegó convencido de usar su poder para establecer una posición irreductible ante el futuro, buscando una permanencia basada en la captura de sectores internos de la universidad y del terror laboral como modus operandi. Y todo ello, con el gentil auspicio simultáneo de Revolución Democrática y la Iglesia Metodista Pentecostal. Incluso Revolución Democrática ha guardado total silencio ante un hecho que en otra universidad habría generado un escándalo nacional: la Universidad de Santiago de Chile está querellada, en el marco de la Ley Zamudio, por un estudiante que realiza la especialidad en medicina.

Es así como esta inquisición ha actuado en contra de personas que son políticamente riesgosas para el proyecto de Vidal, pero también en contra de quienes tienen preferencias y orientaciones que ofenden su credo, como el caso del referido estudiante de especialidad en medicina.

Habrá que decir que esta historia no es extraña en el entorno de la iglesia metodista pentecostal. Ha de saberse que su fundador en Chile era homosexual y cuando ello se supo, entonces fue expulsado de la iglesia que él mismo había fundado. Como si el tiempo no hubiera pasado, la historia de intolerancia se repite. Pero en este caso la víctima no es un poderoso, sino un estudiante que se especializa y que queda expuesto por un poder imprudente.

Me permito relatar la historia del estudiante en todo aquello que no está protegido por el sumario.

La historia tras la querella

Todo comenzó con el mismo estudiante denunciando conductas homófobas en su contra. Desgraciadamente cometió el error de recurrir a la institucionalidad interna de la universidad, en vez de recurrir a la justicia externa.

Pidió un sumario, pero en ese sumario todo giró hasta convertirlo en el investigado y en eventual culpable. ¿De qué? Nadie sabe. Pero lo concreto es que el estudiante ha estado casi dos años en el marco de una investigación sumaria que él mismo solicitó.

Lo que ha hecho la institución universitaria a través de la acción de su fiscal ha sido usar la misma herramienta que el estudiante ha convocado para defender sus derechos como un medio para modificar la dirección de la investigación. En vez de ser una denuncia que avanza desde el estudiante, ha ocurrido un cambio de dirección y ahora la denuncia se dirige en contra de él.

Como bien dice el académico Felipe Lizama en sus artículos especializados, quien además es el director jurídico de la Usach, un acto administrativo ha de tener una motivación para ser válido. Sin embargo, cuando uno toma un acto administrativo solicitado por un denunciante y lo torna contra él, solo cabe interpretar que la motivación es la represalia, ya que en sí mismo el acto está vacío de sentido. Y ante este tipo de actos el derecho chileno, en todas sus formas, sea laboral o administrativo, es muy claro en la no tolerancia de esta conducta institucional.

¿Qué tan intenso ha sido el giro para convertir al estudiante en denunciado habiendo sido en origen el denunciante? Pues ha sido tan intenso que actualmente el estudiante está suspendido de funciones por el sumario, todo a partir de una denuncia que él mismo realizó.

Para que se entienda, cuando una persona es investigada en un sumario, se le suspende de funciones si las faltas eventuales son muy graves (¿cuáles faltas aquí?) y si su participación en la actividad regular en el lugar puede suponer que el daño infligido persista o que pueda entorpecer la investigación.

La suspensión significa además que la persona va en camino de destitución, la sanción más elevada del sistema público. ¿Qué puede argumentarse para suspender de funciones a una persona que ha solicitado abrir un sumario por conductas homófobas en su contra? Más aún, las modificaciones a la ley 21592 ejecutadas en 2023 establecen un conjunto de protecciones para el denunciante, en este caso desatendidas por completo.

El rol de Felipe Lizama

El colmo de la situación es que la respuesta de la universidad ha sido una querella por injurias graves en contra del estudiante. La querella tiene evidente ánimo dilatorio, que tal parece ser todo el objetivo de todos los procedimientos contra este estudiante, invitándolo indirectamente a que se vaya de la universidad. Digo esto porque la presentación es de tan bajo nivel jurídico, comete un error tan burdo, que se hace impensable que el Director Jurídico de la universidad cometa semejante error. Solo queda pensar en una maniobra torcida para continuar con el objetivo de desgastar al estudiante, buscando su rendición incondicional y su fracaso.

Y es que como ya ha señalado el juez de garantía el 8 de abril de 2024, el denunciante de la querella (la Universidad de Santiago de Chile) carece de legitimación activa para accionar, por lo que se declaró inadmisible. Por supuesto, la universidad ha recurrido a instancias superiores, a sabiendas que perderá, buscando nuevamente la dilación.

El Director Jurídico, como investigador del derecho, ha publicado artículos académicos respecto a cómo una institución puede judicializar a una persona generando un daño y vulnerando las garantías de derecho.

En uno de sus artículos señala “nuestra propuesta es, a no dudarlo, una de tipo garantista: el garantismo consiste en la técnica de tutela de derechos fundamentales, siendo una garantía toda obligación correspondiente a un derecho subjetivo, entendiendo por derecho subjetivo toda expectativa jurídica positiva (de prestaciones) o negativa (de no lesiones)”.

La garantía, dice el académico y alto funcionario Usach, está directamente relacionado con el debido proceso legal y con la protección. Dice Lizama: “Lo que nos mueve, en suma, no es sino hacer realidad el mandato constitucional sobre la primacía de la persona humana, y el deber de los órganos estatales de respetar y promover sus derechos. es burdamente contrario a los principios constitucionales que existan juicios (en los cuales los) litigantes sean pobres y carezcan de los medios para luchar contra el Fisco, que tiene grandes defensas y suculentos sueldos al servicio de defenderlo”.

Como vemos, el señor Lizama ha estudiado muy bien los mecanismos mediante los cuales una persona puede ser oprimida administrativamente mediante los recursos que a la institución no cuestan tiempo ni dinero (no al menos el dinero de quienes están interesados en generar un daño). Mientras, el ciudadano debe afrontar el desafío de defenderse y buscar asesoramiento legal mientras le son rebajadas las condiciones y bloqueados muchas rutas laborales.

He aquí al lugar donde hemos llegado desde Andrés Ballo. A un sistema universitario donde toleramos absurdos increíbles.

Es decir, en este caso, a la víctima se le culpa de algo que desconoce, se le suspende de funciones y ahora incluso la universidad presenta una demanda por injurias en su contra por haber señalado a Contraloría General que la fiscal solo consideraba las pruebas en su contra.

Curiosamente, la universidad se querella contra el estudiante de especialidad por algo que la fiscal, si quisiera, debiera querellarse; pues la función de imparcialidad es privativa de ella y no se puede culpar a la universidad de ello. Pero la universidad presenta el escrito, a sabiendas de que no será aceptado. Es una estrategia de amedrentamiento. El extenso tiempo de investigación, que perjudica gravemente al estudiante, es evidentemente grave. Se lo ha dicho al estudiante el mismísimo rector inclusive.

Copio aquí el relato que me hace el estudiante de una conversación telefónica con el rector cuando se entera de su suspensión y logra encontrar el teléfono de la autoridad en Internet. El siguiente es el relato que me hace el estudiante.

“Decidí entonces buscar el celular del rector en una publicación de él de hace años en Scielo, allí vi que aparecía su Cel y lo llamé y conversamos”:

-Aló… habla con Rodrigo Vidal.
-Hola, Dr. Vidal… Habla (nombre del estudiante). Soy alumno de la Usach de traumatología.
-Hola, (nombre del estudiante), un gusto. Soy el rector. Cuéntame en qué te puedo ayudar.
-Dr. tengo un problema. Tengo una investigación que lleva 17 meses y me suspendieron por denunciar un hecho homofóbico…
-Mira, Agustín entiendo… pero yo no puedo hacer nada porque hay una fiscal y ella está investigando…
-Pero han pasado 17 meses…
-No, aquí ella es la única que puede resolver, y el que decide al final soy yo. No te preocupes porque en esto soy yo el que resuelvo tu caso…
-Pero ¿cuándo podré volver a estudiar?
-No te preocupes, esto excedió su tiempo como dices y debieras tener respuesta en una semana máxima pero no podemos hablar porque el que decide soy yo, la fiscal no tiene esa atribución…
-Ok, disculpe por molestarlo, y espero tenga buena semana, solo quería preguntarle porque me parecía que había algo homofóbico en esto.
-No, en la Usach somos inclusivos y tenemos estándares, guarda cuidado en eso
-Gracias Dr. Vidal.

Es decir, el rector habría comprometido en esta llamada un apoyo al estudiante si la situación terminaba mal. Pero lo cierto es que un par de semanas después terminó la investigación y no se permitió incorporar ciertas pruebas.

Luego el estudiante presentó un recurso por ley Zamudio y cuando fue a buscar su expediente (recordemos que en un sumario el funcionario sometido a él desconoce la investigación del fiscal) le fue señalado que no tenía derecho a estar en la universidad porque estaba suspendido. Ese argumento es falso. Por supuesto que la persona puede ingresar a la universidad para un trámite esencial y propio de su derecho a conocer la situación jurídica en la que se encuentra. No se puede presentar a trabajar, pero tener que enviar con un poder a alguien para recoger su propia carpeta investigativa es un acto de denostación evidente que nada tiene que ver con el sentido de la norma.

El escenario en el que ha quedado el estudiante le supone un enorme problema económico, considerando gastos en abogados y atenciones de urgencia por salud mental, entre otros. Las posibilidades de obtener trabajo se han mermado para él porque desde la universidad se han entregado a potenciales empleadores informaciones que le perjudican.

Además, esto ha retrasado en un año o más el término de su especialidad (traumatología) y ello supone el riesgo de perder la beca estatal de especialidad que puede significar que tenga que pagar al Estado de Chile una cifra altísima (una o dos centenas de millones de pesos). Y eso supondría no poder ejercer en el servicio público por siete años. La suspensión de sus cotizaciones también involucraría un calvario pues el estudiante es VIH positivo y no podría acceder al tratamiento.

Habrá que decir que este caso es un excelente ejemplo de cómo es de selectivo el apoyo de las directivas estudiantiles y del Frente Amplio en particular.

No se ha visto ningún énfasis en este caso, que compromete uno de los pilares de la coalición como es la defensa de minorías. Pero no es lo único. No se ha cumplido ninguna de las promesas de defensa de derechos laborales, no se ha visto el compromiso que supuestamente el rector tenía con los profesores hora, no se ha visto el interés que en otros casos sobre eventual amedrentamiento en el marco del género. A este estudiante nunca se le ha ofrecido una solución o una negociación. Es la doctrina de siempre, la hemos vivido muchos.

Prioridad 3: la clandestinidad del actuar

Recién asumido el rector Vidal se decidió realizar el cambio de las cubiertas de la Facultad de Ciencias Médicas, las que sistemáticamente presentaban problemas de filtraciones. El arreglo se había postergado muchas veces porque es muchísimo más cara una obra de esta naturaleza cuando hay sospecha de presencia de asbesto, lo que supone una operación diferente a la convencional. No obstante esto, se toma la decisión de hacer un retiro urgente de las mencionadas cubiertas.

La idea era retirar todo (dos mil metros de cubiertas) en un fin de semana. Este dato parece menor, pero es anormal que se hagan obras en fin de semana por la falta de supervisión que conlleva. Este tipo de medidas solo se gestionan cuando se requieren realizar tareas que suponen cortes eléctricos. Pero no era el caso.

De este modo, se pretendía hacer toda la obra sin supervisión de funcionarios y todo en solo un fin de semana. Bajo esas condiciones, la prolijidad no sería probablemente muy elevada y los protocolos de retiro de asbesto serían probablemente desechados. Dado que se trataba de una urgencia (según el criterio de las autoridades) se hizo trato directo.

La urgencia llevaba postergándose un lustro, pero bueno, era una “urgencia”.

Normalmente, en la universidad se estila que incluso el trato directo tenga ciertas formalidades, como la convocatoria a tres empresas para cotizar. Es un criterio interno que no fue considerado. Hay serias dudas sobre las vinculaciones entre la empresa y el funcionario que decidió. En la universidad se señala que se trata vinculaciones de amistad y hay presentes en la empresa exacadémicos.

Todo esto, incluso siendo cierto, podría estar en un marco de legalidad bajo ciertas consideraciones, pero lo más delicado serían otras posibles irregularidades. Incluso el precio lo podemos dejar pasar, aun cuando académicos especialistas de la misma universidad lo consideran obsceno. Pero no obstante las posibles irregularidades aquí cometidas en estos ámbitos (relaciones personales, arbitrariedad, costos exagerados), lo que nos preocupa más es la posible vulneración de los protocolos que corresponden cuando se trata de un material con sospecha de asbesto.

Está escrito en el libro de obra el énfasis en señalar que se deben seguir todos los protocolos entregados por la SEREMI, pero en un par de semanas este requerimiento es borrado. Literalmente borrado: fue una modificación en el contrato.

Una copia del documento la tengo en mi poder y con fecha 10 de marzo de 2023 se hace una solicitud formal de “modificación de alcance en especificaciones técnicas”. Al respecto se hace la modificación señalando “existe un error en las especificaciones técnicas, donde se elimina la autoridad sanitaria y la tramitación de retiro del material bajo los lineamientos específicos”. O para decirlo en simple: nos saltaremos la autoridad sanitaria y punto.

Con esto, el material fue retirado incumpliendo todos los protocolos de manejo de asbesto, con trabajadores sin equipamiento adecuado. Las pruebas de laboratorio confirmaron que había presencia de asbesto. Y una denuncia anónima redundó en que la autoridad sanitaria se presentase en la universidad para inspeccionar, generando una multa altísima por la inadecuada operación.

Pero hay una doctrina en Rodrigo Vidal. Las verdades no están allí para contactarse unas con otras. Por el contrario, las verdades se esconden (o publicitan) según la conveniencia. El valor de la verdad es nulo, la guerra santa todo lo justifica. Pero si uno va a jugar con las versiones y la verdad, es necesario tener un pie sobre aquellos que tienen más impacto en la verdad social: el periodismo.

Prioridad 4: los intentos por controlar el escenario del periodismo

Cuando Rodrigo Vidal llegó a rectoría, desmanteló el proyecto periodístico generado anteriormente. Despidió a destacados periodistas, varios de ellos eran rostros con importancia nacional.

Era legítimo de todos modos apostar por una mirada centrada en una nueva programación 2023 que comenzó el 6 de marzo de 2023, según se informó por la Dirección General de Comunicaciones.

Pablo Medel, máxima autoridad del área, al arribar Vidal, señalaba que “nuestro propósito es dar cuenta de los temas pendientes en el país, dando valor a los contenidos que le importan a la población, poniendo énfasis en la entrega de información, antecedentes y servicios que permitan orientar a nuestras/os auditoras/es a través de las opiniones de expertos y académicos de la Usach”.

En la universidad el discurso oficial basaba su crítica al anterior proyecto en el presunto exceso de coyuntura y un afán de influir en la agenda ya existente en medios. En un argumento por lo demás extraño (bajar el nivel de contingencia del periodismo), se planteó la necesidad de apostar por una emisora más universitaria orientada a ciudadanos que quieren realizar transformaciones en el país.

¿Es eso una emisora universitaria? La verdad es que había un sesgo muy claro, anclado en una visión política. Específicamente (esto fue declarado) se buscaba orientar el mensaje de la radio a quienes percibieron el estallido social y el proceso constituyente como momentos precisos para entrar en materia de los problemas relevantes de la gente.

La tesis de “menos rostros, más transformación”, si acaso existió, se extinguió con velocidad. En un par de meses se buscaron rostros y contingencia nuevamente. El problema no era la tesis, aparentemente. El problema era el contrato: se buscaban lealtades.

Es así como en octubre de 2023 ya se había contratado a Alejandro Guillier y posteriormente a Mirna Schindler, dos rostros con semejante perfil a quienes habían sido desvinculados. La premisa no parecía ser cambiar los rostros por una radio ciudadana. Y es que Rodrigo Vidal le teme más que a nada en el mundo a las conspiraciones y traiciones. ¿Por qué? Cada uno reflexionará su respuesta.

La obsesión con el periodismo de Rodrigo Vidal es conocida.

Cuando ve que el escenario está complicado, busca inmediatamente concentrar su acción en incrementar sus relaciones con la prensa (o en comprar espacios publicitarios). No es en vano que la actual administración elija frecuentemente para sus eventos y reconocimientos a destacados periodistas más que a otro tipo de intelectuales o científicos.

Las personas galardonadas o reconocidas no son culpables (y de seguro no son conscientes) del trasfondo de las acciones del rector, pues no tienen razón alguna para imaginar una curatoría tan específica, que de cualquier modo es manifiesto. Por decirlo así, el rector no da puntada sin hilo.

Lamento la extensión.

Pero estos apuntes de la vida universitaria, que son solo algunos, nos refieren con claridad del asedio de intereses externos y de dinámicas internas que en nada reivindican el sentido de la universidad, menos de la pública.

La gigantesca obra moral e intelectual de Andrés Bello ha sido cuestionada muchas veces en nuestra historia política y universitaria, pero nunca con tanta hipocresía.

La piratería que sufrió tantas veces nuestra vida universitaria hoy pretende desplegarse bajo las credenciales de un corsario que busca en su comunidad el miedo, el sometimiento y/o la conveniencia.

Es hora que el discurso de defensa de lo público tenga valor y que el derecho administrativo deje de ser mancillado por las mismas instituciones que lo enseñan.