La sociedad chilena, como otras, incubó explícita e implícitamente diversos mecanismos y conductas colectivas que situaron por décadas a las mujeres en un plano de abierta asimetría con los hombres. Relegadas, por lo tanto, principalmente a labores domésticas y de cuidado no remuneradas. En cambio, ellos, asumieron los quehaceres del mundo del trabajo asalariado, ostentando cargos directivos y de representación social y política.
Sin embargo, a través de los años, gracias a la constancia, el esfuerzo y valentía de muchas mujeres, lentamente este escenario se ha ido modificando, superándose insólitas dificultades –como el derecho a votar y ser electas-, derribándose asimetrías que han impulsado el mejor desarrollo de las personas, familias y la sociedad toda.
En nuestro país, las universidades regionales han sido parte de este cambio, ya que asumieron el compromiso misional de trabajar todas las formas de exclusión que afectaban a importantes sectores de las comunidades locales. Así, la sola creación de estas instituciones en la larga geografía chilena, facilitó el acceso de crecientes grupos de mujeres, primero en los programas de pregrado, luego en diplomados, magíster y doctorados, integrándose a los equipos de investigación y también, en labores de extensión y vinculación con el medio.
Es dable destacar entonces que han sido estas instituciones las que han aportado con generaciones de ingenieras, sociólogas, profesoras, arquitectas, biólogas, abogadas, entre otras muchas disciplinas. Mujeres talentosas de regiones que han ido forjando espacios laborales y también directivos en las entidades públicas y privadas desde Arica a Magallanes, convirtiéndose en modelos a seguir por otras entidades y empresas regionales.
Sin embargo, estas instituciones no han estado al margen de sufrir situaciones de abuso, acoso y discriminación, como se evidenció en 2018 en el fenómeno conocido como el “mayo feminista”, que afectó a toda la educación superior chilena.
A inicios de 2017, un año antes de la movilización social, las universidades regionales de manera pionera, habían conformado la Comisión de Género AUR, instancia que inició un sistemático trabajo de diagnóstico, reflexión y propuestas. Producto de lo anterior, si bien se registraban avances, también subsistían importantes situaciones anómalas que requerían ajustes institucionales y sobre todo afianzar una cultura sensible a la equidad de género en todas sus dimensiones.
De esta forma, en el 2024, se cosechan logros y se posicionan universidades regionales lideradas por rectoras, sin dejar de desconocer que en la academia aún persisten importantes brechas en el acceso de mujeres a cargos directivos y en carreras relacionadas con la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
Pero, es justo destacar el esfuerzo de las universidades regionales para abrir espacios en ese y otros ámbitos como por ejemplo, otorgar cupos adicionales para incentivar la inclusión, facilitando accesos a programas de posgrado y materializando ajustes en la institucionalidad ampliando miradas.
Todo lo anterior, se condice con los importantes aportes desarrollados que consideramos relevantes destacar al conmemorarse un nuevo Día Internacional de la Mujer, una fecha que nos invita a recordar la valentía, lucha y convicción de tantas mujeres nobles, cuyas cualidades deben iluminar y potenciar las políticas de equidad de género que con gran entusiasmo y compromiso impulsan desde la academia las universidades regionales.