Esta columna podría intentar dar cuenta de las complejidades de la identidad política del Presidente Boric en su breve historia política. O podría tratarse de su reiterado el gesto que ha sido denominado coloquialmente como ‘voltereta’. Y es que el Presidente Boric ha cambiado muchísimas veces de opinión en estos breves dos años. No fue un movimiento modulado, no fue un proceso existencial. Ha sido algo burdo.
¿Está fuera del poder? Dardos enormes contra el poder. ¿Está en el poder? Complacencia con el poder. ¿De esto se trata esta columna? Tampoco, es solo el comienzo. Porque el asunto de fondo es qué pasa con Boric y con la izquierda después de entregar todo criterio político, luego de no defender ninguna de las posiciones.
Se bromea diciendo que el principal rival del Presidente Boric es el diputado Boric porque siempre hay una frase de sus tiempos de diputado que es contraria a las actuales alocuciones. Y está bien, la política supone cambios: “otra cosa es con guitarra”, se suele decir.
El pragmatismo y el sentido de Estado es una cosa, pero el mero flujo a la moda del día es otra. Y por supuesto, una cosa es ser respetuoso con los rivales políticos, pero otra cosa es entregarlo todo. Y es que entregarlo todo en el marco de una actividad contenciosa, conflictiva, como es la política; es necesariamente un error.
En política el consenso es necesario, pero diluir la diferencia es un riesgo para la propia estabilidad del sistema y para la disputa profunda de los valores en la sociedad. Cada vez que eso pasa, cada vez que la línea divisoria se pierde, la sociedad avanza a la pérdida de sentido, al malestar y a la incomprensión de para qué sirve un sistema político.
Hay ejemplos anteriores. La Concertación puso en riesgo su hegemonía cuando defendió a Pinochet en Londres. La fórmula real de la Concertación, en términos políticos, era simple: ser la oposición política a Pinochet que creía en la salida democrática (el Plebiscito de 1988). Si usamos una fórmula matemática sería:
Para la elección de Ricardo Lagos se intentó modificar la fórmula:
La modificación fue un fracaso, no porque la idea fuera mala, sino porque una jugada desesperada al ir perdiendo la identidad al abrazar a Pinochet. Fue un problema y abrió un flanco. Al explicitar el objetivo igualitario la herida de un Chile desigual se convirtió en problema político. Se cumplía el crecimiento (objetivo que era muy defendido por la derecha), no se defendía la igualdad (que se había trocado en ‘equidad’ y que aun así no tenía avances relevantes).
Este escenario se convirtió en la fisura más importante de la Concertación. De hecho modificó el escenario político generando la permanente explicitación desde la izquierda concertacionista crítica (flagelantes) y desde la izquierda extraconcertacionista más crítica aún (PC y diversos otros) respecto a la complacencia al modelo neoliberal.
Irrupción de Michelle Bachelet: una etapa extravagante de la Concertación
El carácter unitario de la coalición se fue abriendo desde las críticas intestinas más tempranas sin demasiado impacto (1999) hasta la emergencia de Michelle Bachelet en 2005 y su gobierno desde 2006. Y es que Bachelet no era la candidata del corazón concertacionista en esa elección y su situación fue una excentricidad y una necesidad de la coalición. La popularidad hizo a la política, no al revés.
En su gobierno la fisura era más evidente: Osvaldo Andrade era la contraparte de Andrés Velasco, un conflicto intestino e institucionalizado de la vieja cuestión que divide la perspectiva de los trabajadores y la de los inversionistas (y no me refiero a las personas, sino a los cargos que detentaban).
La Concertación entró en una etapa extravagante desde la irrupción de Michelle Bachelet. A la coalición histórica de la transición se le podían criticar muchas cosas, pero había una virtud que resultó siempre evidente: su seriedad política (con bochornosas excepciones, eso sí). Las cosas se hacían organizadamente, cuidando a los propios todo lo posible.
No fue el caso de los gobiernos de Michelle Bachelet, quien defendió poco su discurso (el ‘gobierno ciudadano’ duró hasta junio del primer año en su primer gobierno y su discurso contra los privilegios duró once meses en su segundo gobierno).
En el caso de Bachelet su segundo gobierno fue obsceno al entregar a su cuadro principal de altos funcionarios por televisión, sin aviso y sin protección posterior. Nunca visto. Esto terminó en que, en medio de una gigantesca crisis de la derecha, en medio de grandes marchas contra las AFP y con todas las variables críticas de la riqueza en puntajes altísimos; Bachelet entregaría el poder finalmente a Sebastián Piñera.
¿Por qué?
Porque la Concertación en algún momento dejó de defender su posición básica. Y la Nueva Mayoría, muy rápidamente, transitó a ser la Concertación (y se había cambiado de nombre para no serlo).
¿Qué hay del Frente Amplio?
El Frente Amplio nace con una fórmula un poco más enrevesada, pero bien evidente:
El corazón de la crítica del Frente Amplio ha sido siempre:
– Crítica al neoliberalismo
– crítica al conservadorismo
– Crítica a la izquierda ‘entreguista’
– Línea divisoria clara en contra de violaciones a los derechos humanos
– Conexión con movimientos sociales (feminismo, ambientalismo, educación, pensiones, entre otros)
Estas líneas, muy claras, han sido vulneradas en el actual gobierno del Presidente Boric. Y quien ha ejecutado esa acción ha sido el mismo Presidente que, sin necesidad, ha dado pasos muy claros en borrar la distinción. Lo ha hecho con la Concertación y lo ha hecho con Sebastián Piñera. Y es que si hay una distancia enorme entre la cultura política del Frente Amplio y la Concertación, ello se deposita fundamentalmente en la Democracia Cristiana.
Se le acusa a la DC no tener credenciales democráticas, ser un partido excesivamente concesivo con la derecha al punto de ser una especie de cabeza de playa de la derecha en la izquierda. A Patricio Aylwin nunca se le perdonó haber avalado el golpe de Estado. Pues resulta ser que cuando el Presidente Boric es invitado a inaugurar la estatua en conmemoración a Aylwin no se limita a declarar la importancia histórica del líder demócratacristiano, sino que va más lejos y plantea una identificación de los principales rostros de su gobierno con la DC histórica de la época de Aylwin:
“Si en el futuro lejano se nos recuerda a los Cariola, Jackson, Vallejo y Boric de la actual generación como hoy se recuerda a Aylwin, Frei, Leighton, Tomic, Fuentealba… sin lugar a dudas, habremos cumplido nuestro cometido”.
¿Qué sentido tiene el Frente Amplio y una nueva generación si finalmente es continuista con la anterior? Si se quiere ser los ‘hijos políticos’, la tesis de una rebeldía juvenil es poco seria para hacer política. ¿Nos quieren decir que fue un arrebato? ¿Es cierta la tesis tan criticada de Carlos Peña de una pulsión adolescente?
La reivindicación de la figura de Sebastián Piñera
Lo mismo ha ocurrido con la reivindicación que ha hecho Boric, aún más difícil de sostener, sobre Sebastián Piñera, no solo ahora en la hora de la muerte, sino también en las fechas anteriores (luego, eso sí, de ganar la Presidencia).
Piñera siempre representó el neoliberalismo. Piñera siempre fue el rival de los movimientos sociales. Es cierto que no fue símbolo de las violaciones a los derechos humanos en dictadura, pero sí lo fue (para la izquierda) luego del estallido social.
Pero el Presidente Boric decidió borrar toda diferencia entre él y su antecesor. En estos días ha profundizado hasta la hipérbole su elogio al Presidente Piñera, a quien originalmente lo había tratado de intransigente y cortoplacista, de defender el lucro. Su más clara integración de los distintos elementos del juicio de Gabriel Boric sobre Sebastián Pïñera se resume en las palabras de junio de 2012:
“Tenemos la convicción que los problemas se arrastran producto de las reformas
estructurales que se hicieron desde la dictadura cívico militar en los 80′, los que fueron administrados y profundizados por los gobiernos de la Concertación y de los cuales el
gobierno del Presidente Sebastián Piñera no es más que una continuidad”.
Por entonces Gabriel Boric planteaba la existencia de dos derechas, como lo dijo en Página 12 el mismo 2012:
“Para la gran mayoría del movimiento estudiantil en Chile, hay dos derechas: la de Piñera y la de la Concertación. Bachelet representa todas las políticas que la Concertación impulsó durante veinte años: administró y profundizó un sistema político, económico y social de corte neoliberal que era heredado de la dictadura. No podemos medirnos en tiempos de elecciones”.
Además por entonces proclamaba la importancia de una unidad en la izquierda en contra de la Concertación y de la derecha:
“Soy muy crítico del PC porque en la práctica pacta con la Concertación. Yo no milito en un partido. Presenté mi candidatura por Izquierda Autónoma, que es marginal, parte de la corriente autonomista. Se va a requerir de mucho liderazgo para superar la fragmentación de la izquierda. Acá en Chile tenemos miles de movimientos que cada uno dice tener la verdad. A la hora de enfrentarnos con los verdaderos enemigos terminamos divididos” (Página 12, 12 de agosto, 2012).
El 22 de septiembre de 2021 Gabriel Boric, candidato a la Presidencia de la República, amenazó a Sebastián Piñera, Presidente vigente:
“pero sepan que a quienes sean responsables (de violaciones a los derechos humanos) los perseguiremos nacional e internacionalmente con todas las vías de la ley. Así que señor Piñera, está avisado, se le va a perseguir por las graves violaciones a los DD.HH. cometidas bajo su mandato”.
Con anterioridad el diputado Gabriel Boric votó a favor de la acusación constitucional que se realizó en contra de Andrés Chadwick por las violaciones a los Derechos Humanos en el estallido social, respecto de lo cual cuatro instituciones internacionales se pronunciaron señalando que habían existido dichas violaciones. En ese instante Boric señaló:
“Quien fuera responsable de la seguridad pública no realizó las acciones necesarias para evitar la pérdida de vidas, los cuerpos heridos, los ojos dañados y las familias destrozadas, y debe responder políticamente”.
“El ex ministro Andrés Chadwick es responsable político de las violaciones a los Derechos Humanos, en su calidad de ex ministro del Interior, que han afectado a nuestro país con una brutal intensidad en estos días de despertar social”.
Esto ocurrió en noviembre de 2019 y el Ministro de Interior fue destituido de su cargo, siendo sancionado con 5 años respecto a cualquier contratación con (u obtención de cargo en) el sector público.
Gabriel Boric selló su discurso señalando: “el pueblo de Chile no aceptará una respuesta que equivalga en la práctica a impunidad”.
Pocos días después el Presidente Boric apoyó también la acusación constitucional contra Sebastián Piñera por comprometer gravemente el honor de la Nación e infringir abiertamente la Constitución y las leyes; ya que el Presidente Piñera habría consentido en que la policía nacional y las fuerzas armadas (en la época de excepción constitucional luego del estallido social) cometieran violaciones a los Derechos Humanos de manera sistemática y generalizada.
Dos años después hubo otra acusación constitucional contra Sebastián Piñera a partir de los antecedentes de la filtración conocida como Pandora Papers (segunda parte de los Panamá papers). En esa ocasión el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) reveló documentos relacionados con cuentas offshore.
Respecto a Sebastián Piñera se denuncia la venta de su parte en la minera Dominga a Carlos Alberto Délano en 2010, a un día de asumir su cargo presidencial. Dicha venta se habría realizado en las Islas Vírgenes Británicas. En dicho contrato existiría una condición que establece un requerimiento que Sebastián Piñera debe cumplir no como privado, sino como autoridad. Y es que la última de las tres cuotas de la transacción estaba supeditada (según la información obtenida) a que no existieran cambios regulatorios que afectaran el desarrollo del proyecto.
En esta ocasión el diputado Boric también avaló la acusación constitucional y tuvo duras palabras contra Sebastián Piñera:
“El cohecho, la evasión de impuestos en paraísos fiscales y la depredación ambiental harán que el Presidente Sebastián Piñera responda ante tribunales y ante el Congreso mediante la acusación constitucional que vamos a presentar durante los próximos días”.
“No puede ser que Chile sea noticia mundial producto de la sinvergüenzura de su Presidente. Es hora de cambiar las cosas y en eso estamos empeñados”.
La hora de cambiar las cosas llegó el 11 de marzo de 2022. El Presidente Boric no cambió las cosas respecto a Sebastián Piñera, sino que decidió cambiar de opinión. En 2023 señaló: “no tengo ninguna duda de que el Presidente Piñera es un demócrata (…) en sus gobiernos buscó lo mejor para el país”. Esto ya lo dijo en 2023, cuando además lo invitó a viajar con él a Paraguay.
En estos días de funeral de Estado el Presidente Boric fue mucho más lejos del protocolo estatal sobre la muerte de un exmandatario. Y fue mucho más allá de la obvia y humana tristeza por la muerte trágica en un accidente de una personalidad de la historia de Chile. Y fue mucho más allá de las condolencias, necesarias y humanas, a la familia. Y fue mucho más allá del respetuoso silencio que sobre los asuntos incómodos se ha de tener en estas instancias. El Presidente Boric decidió no solo desdecirse, no solo retirar lo dicho, sino que además trocarlo en todo lo contrario.
Dijo sobre Sebastián Piñera:
Que “abrió camino a una derecha moderna y democrática”.
Que “jamás se restó a brindar consejo, a pesar de las públicas diferencias que hayamos tenido en el pasado”.
Que “fue un hombre (Sebastián Piñera) que siempre puso a Chile por delante, que nunca se dejó llevar por el fanatismo o el rencor. Todos quienes estamos en política debiéramos tomar nota de estas virtudes”.
Que reivindicar su legado es “abrazar el entendimiento y actuar con sentido de urgencia y pragmatismo” y aseguró que “fue un líder resiliente, que supo cambiar de guión cuando era necesario”.
Que Sebastián Piñera fue un “demócrata desde la primera hora y buscó genuinamente lo que él creía que era lo mejor para el país”.
Que Piñera actuó “usando siempre los mecanismos de la democracia y la Constitución”.
Que (nosotros) “como oposición, en su gobierno, las querellas y recriminaciones fueron, en ocasiones, más allá de lo justo y razonable”.
Entregarlo todo es la peor defensa
El Presidente Boric logrará con este juego producir una relación emotiva con la ciudadanía, no cabe duda. Se ha mostrado abierto. Pero la política de las puras emociones no tiene contenido, el líder se convierte en un envase a llenar por terceros. Y eso produce no solo confusión, sino inestabilidad.
Lo más importante pasa a ser quién es el último que habla con la autoridad antes de una decisión. La política no es empatía, más bien, se parece más a la defensa de posiciones. Entregarlo todo es la peor defensa. Por supuesto, la política supone pragmatismo y muchas veces hay que comerse las palabras y es necesario avanzar por donde no se quería.
Pero atención. Los homenajes a ex Presidentes de la República no es ocasión para entregarlo todo y dejar a su sector sin capacidad de tracción. El principal enemigo de la izquierda del futuro será el Presidente de su sector, cuyas palabras resonarán en el tiempo. El Presidente Boric puede que deje atrás de sí una crisis enorme de definiciones políticas a su sector, mientras él siga siendo un líder viable para gobernar de nuevo.
Todo este cambio de perspectiva del Presidente Boric tiene un fundamento que él explica:
“Como parlamentario fui opositor a Sebastián Piñera. No me arrepiento de ello, porque así funcionan las democracias. Ocupar el sillón de O’Higgins, sin embargo, me ha permitido comprender y aquilatar mejor a Sebastián Piñera. Y con ello a todos los presidentes que lo antecedieron”.
Esto podría tener un sentido político si se quisiera establecer grandes acuerdos, pero mientras entrega su discurso, no avanza en acuerdos. Nos encontramos ante un caso de disipación y pérdida de definiciones, pero sin ningún sentido práctico. Es un acto profundamente apolítico, sencillamente emocional, un acto de empatía presidencial.
Creo que el Presidente podría haber hecho muchas cosas con igual o mayor orientación a acuerdos, sin necesidad de renunciar a su identidad política y sin sacrificar los valores y visiones de su sector.
La combinación actual es la peor: deja de defender lo que defendía, pero no ejecuta aquello que se podría ejecutar al entregarse. Es la pérdida de todo el discurso político, sin avanzar en la pragmática del poder ejecutivo. Se torna un discurso vacío y una pragmática inútil.
¿Fue la moda del momento? ¿Es un giro emotivo personal? No lo sabemos, pero indudablemente no hay reflexión política. Puede ser que asumir el cargo le haya hecho sentir esta comprensión, como él mismo señala, pero sería un caso claro de conciencia estamental de aquellos que al entrar al poder se olvidan del mundo que lo circunda (que es más grande, sin duda).
El Presidente ha decidido no defender su posición política. Ha decidido entregarlo todo. No entiendo de dónde salió esa estrategia. No la considero lógica ni para alguien de derecha ni para alguien de izquierda. Este texto va más allá de un juicio político. Sencillamente esto es un error.
¿Podemos imaginar al Presidente Boric defendiendo a Chile en un proceso de arbitraje por soberanía? Temo que si el clima internacional fuera en contra de Chile, el Presidente podría ejecutar una defensa tan cauta como débil.