“Ya tengo la información que me solicitó, Presidente”. Esa fue mi respuesta inmediata al llamado telefónico que recibí por parte de Sebastián Piñera el 12 de junio de 2020.
Pero la llamada no buscaba, como yo creía, obtener respuesta a una consulta técnica que me hizo previamente el jefe de Estado. Ese día viernes, el Presidente Piñera me informó de su decisión de nombrarme como el nuevo ministro de Salud, sucediendo al Dr. Jaime Mañalich, a la cabeza del Minsal y del manejo de la pandemia en Chile. Una fecha trascendente y única para mi ya que me permitió formar parte de su equipo de Gobierno, asumiendo formalmente al día siguiente en La Moneda.
Las circunstancias y el destino quisieron que mi participación en el Gobierno se diera en una de las mayores crisis que enfrentó el Presidente, y no antes. Un desafío mayúsculo que terminaría transformándose en uno de sus principales legados: El exitoso manejo de la pandemia en Chile.
Algo que Joe Biden, presidente de Estados Unidos, acaba de destacar, señalando que durante la pandemia de Covid-19, Sebastián Piñera, “dio prioridad a la seguridad de sus conciudadanos, ayudando a Chile a lograr una de las tasas de vacunación más rápidas del mundo”.
Humanidad en tiempo de crisis
Su respaldo a nuestra gestión como Ministerio de Salud era total, así como también su exigencia en nuestra rigurosidad y en el uso de evidencia científica ante toda toma de decisión. ¿Cuál es la evidencia de eso que usted señala?, era una pregunta recurrente del Presidente cada vez que alguien le proponía alguna medida o estrategia puntual para controlar el impacto económico, social y sanitario que traía consigo el avance de este virus en territorio nacional.
Bajo un escenario de constante presión y exigencia, como nos obligaba el día a día de la pandemia, hay características humanas que en ocasiones no tienen cabida ni espacio para hacerse notar. Pero en el caso del Presidente Piñera, su carisma como persona, su valoración por el servicio público y su empatía hacia nuestro trabajo, nos entregó señales de que la labor que estábamos realizando, como representantes de miles de funcionarios de la Salud a lo largo del país, estaba dando frutos.
“Doctor, usted tiene a alguien que le responde su Whatsapp”, me manifestó sorprendido en una ocasión por lo rápido que le escribía de vuelta a sus consultas e indicaciones. Pero lo cierto es que su alto nivel de exigencia nos obligaba a estar siempre atentos, siempre presentes. Claro, reuniones de lunes a domingo, llamadas 24/7 y encuentros bilaterales eran parte de nuestra agenda diaria de trabajo. Había una misión encomendada y resultados que obtener. En eso era implacable.
Una palabra, un gesto
“Duérmanse”. Eso nos escribió el Presidente un día a las 5 de la mañana cuando en nuestro grupo de WhatsApp de Gobierno conversábamos con el ex ministro de Economía, Lucas Palacios, sobre diferentes aspectos de la pandemia.
Siempre conectado, siempre atento. Seguirle el paso no era nada fácil. Más aún cuando presumía tener solo un año menos que yo. Porque a pesar de la compleja situación que vivíamos producto de esta crisis sanitaria, el Presidente siempre fue capaz de entregarle momentos valiosos a su equipo de trabajo. Una palabra de apoyo precisa, un gesto importante de respaldo o una mención bondadosa eran acciones que bastaban para percibir que las cosas se estaban realizando de acuerdo con lo que él nos exigía.
Todos sabemos que liderar no es tarea fácil, en ninguna organización. Ni siquiera en tiempos amables y ambientes controlados. Pero la manera en cómo se dirige y se lidera a un país completo, en una emergencia sanitaria sin precedentes, son palabras mayores. Y él pudo hacerlo.
El matinal de Chile en pandemia
Nuestro último punto de prensa Covid-19 tuvo un significado especial. El Presidente quería estar allí, con nosotros, con su equipo. Quería comunicar y reconocer, desde La Moneda al mundo, como Chile enfrentó la titánica tarea de poner a salvo a toda una nación.
Sus palabras, en esta vitrina televisiva, calaron hondo. “Pequeño gigante” me llamó en plena transmisión y su relato de las acciones y esfuerzos desplegados por su Gobierno daban cuenta del orgullo y prioridad que tenía para él la salud pública y el bienestar de la población.
Mis lágrimas reflejaron y representaron, creo yo, el sentimiento de miles de funcionarios de la salud y millones de chilenos que fueron testigos de un sentido discurso, comunicado con profundo orgullo y sentimiento por parte del Presidente Piñera.
Resiliencia ante la adversidad
¿Cómo el manejo de una crisis sanitaria se transformó en el legado de una persona que hoy ya no está con nosotros? Porque su visión, resiliencia, anticipación y audacia no flaquearon nunca, incluso ante las críticas despiadadas y sin fundamentos provenientes de un sector que fue capaz de politizar una crisis sanitaria, buscando cuestionables réditos políticos, como una mezquina ganancia momentánea.
Nuestro líder y Presidente diseñó un ambicioso plan y unió a una nación entera con un solo fin: salvar vidas. Nadie se quedó sin una cama, fuimos de los países que más testearon, las vacunas llegaron a los lugares más recónditos de nuestra geografía.
Chile se enfrentó a una fuerza desconocida, el Covid-19, que hizo tambalear a los sistemas de salud de algunos de los países más desarrollados, exigiendo al máximo a sus funcionarios, a su población y a su economía. Y Chile salió adelante. Se salvaron miles de vidas, llegando a destacar a nivel mundial por nuestra respuesta sanitaria.
El tiempo siempre se encarga de entregarle a una historia su verdad y justicia, en su completa y real dimensión. Más aún cuando los hechos son recientes. A casi 4 años del inicio de la pandemia, y tras la dolorosa e inesperada partida de nuestro Presidente Sebastián Piñera, podemos decir, con total convicción, que lo logramos y quién fue el artífice de que esto ocurriera. Gracias Chile, gracias Presidente Piñera.