Aunque usted no lo crea, el 22 de enero se tuvo que suspender la sesión de la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados que indaga el caso Hermosilla ¿La razón? falta de quórum para sesionar, es decir, los diputados simplemente no asistieron. Llegaron 3 de los 13 que integran la instancia.
Se dejó plantado al periodista de Ciper, Nicolás Sepúlveda, quien es parte del equipo que reveló esta trama y que había sido invitado para exponer los antecedentes recopilados durante su investigación.
¿No era importante? ¿Es necesario recordar que hubo una escandalosa filtración de audios, recién en noviembre pasado, que habla de coimas a funcionarios del Servicio de Impuestos Internos (SII) y de la Comisión para el Mercado Financiero (CMF)? ¿Olvidamos que Gobierno, periodistas y políticos, vociferaron choqueados su indignación?
Pareciera ser que sí, que hace falta un poco de memoria, porque no es sólo esta comisión quien aparenta olvidarlo. Un manto de cuidado y tratos especiales se teje sobre el “señor de los pasillos”, sobre este camaleón político con profundos nexos en medios de comunicación y en todo el entramado del Poder Judicial.
Mientras todos los días leemos decenas de páginas y vemos horas de televisión dedicadas a otros casos de corrupción a lo largo del país (lo que está muy bien), parece increíble que el caso que supone corrompidos dos organismos públicos vitales en Chile, se aborde cada vez menos. De hecho, se hizo una excepción y mediáticamente no se habla del “caso Hermosilla”, sino del “caso audios”, una salvedad diplomática que ya se quisieran otros.
Prácticas corrientes
El Colegio de Abogados también tuvo una especial consideración y suspendió su investigación ética contra Hermosilla, para permitirle privilegiar su defensa penal.
Esto, a pesar de que este caso siembra la duda de si los pagos descritos en los audios son o no una práctica habitual del gremio en estas esferas, dejando en un muy mal pie el ejercicio de la abogacía. Recordemos que el propio colega y amigo de Hermosilla, Isidro Solís, dijo ante la prensa para “ayudarlo”, que “cuando empezamos a ejercer, estas prácticas eran corrientes”. ¿Ya no lo son?
En fin, alrededor del caso parece reinar la omertà, ese código de silencio siciliano que impide hablar de los hechos y de sus incumbentes. El propio fiscal nacional, Ángel Valencia, ha sido particularmente escueto sobre el tema, limitándose a decir que el caso “requiere una investigación larga”, que “no va a tener resultados inmediatos”. Mire usted.
Esperamos que todas las suspicacias estén equivocadas, pero todo huele mal y son malos recuerdos los que se vienen a la mente. Recuerdos de las últimas veces que una caja de pandora amenazó con salpicar a peces gordos de todos los colores en el escenario nacional y todo terminó con un acuerdo transversal entre la clase política: Sobresueldos, Penta, SQM.
El señor de los pasillos
Entonces, hacemos bien en recordar. Los audios filtrados revelaron un perdonazo por más de $3.500 millones al contribuyente Daniel Sauer, entregaron un listado de más de 50 nombres mencionados a lo largo de la conversación, revelaron la confesión de “aquí estamos haciendo una huevá que es delito”, revelaron pagos a funcionarios públicos. Hay mucho que ir aclarando, no le demos la razón a esa parte de la ciudadanía que, con justa razón, sospecha que cuando se trata de gente poderosa nunca pasa nada.
No sólo están en juego las respectivas culpabilidades, sino la confianza en un sistema que ya tambalea peligrosamente y que es esencial para reconstruir Chile.
No está de más recordar también, que Chile está perdiendo una larga batalla contra el crimen organizado, donde el SII y la CMF serán indispensables para las estrategias que buscan perseguir las rutas del dinero. Si ellos están corrompidos, que Dios nos ampare.
De momento pareciera ser que todo el mundo está cuidando al señor de los pasillos, y que este efectivamente fue víctima de “una maniobra siniestra”.