Estimado Daniel:
Con el cariño y la admiración que tengo por ti, debo decir que me ha resultado inexplicable tu columna sobre Peso Pluma. Naturalmente (no soy tan básico), no es porque difieras de mi opinión, en cuya situación nos hemos encontrado algunas veces. Me ha sorprendido porque es una columna que limita al norte con la cobardía y al sur con la deshonestidad intelectual.
Todos hemos sido alguna vez cobardes y todos hemos sido deshonestos intelectualmente. No condeno ello con altisonancia, aunque ambas cosas me molestan mucho y me he dado vergüenza cuando he incurrido en ellas.
Pero cuando ambas cosas ocurren y se ejecutan en un acto relevante como una de las columnas más leídas del país, bien merece que sea dicho. Debo decir, en tu favor, que solo había visto en ti la mezcla de ambas cualidades una vez.
Detallo el asunto.
En tu columna señalas básicamente lo siguiente:
1) La discusión sobre la participación o no de Peso Pluma en el Festival de Viña del Mar sería pensamiento mágico. Quienes hemos señalado que consideramos un error su presentación en dicho evento estaríamos apuntando a un chivo expiatorio donde se cargan las culpas sobre un solo sujeto, en este caso la víctima sacrificial sería Peso Pluma.
2) Consideras el evento un caso de censura a una expresión artística. Lo comparas con las caderas de Elvis, la quema de discos de Los Beatles, la prohibición de entrar al país para Iron Maiden incitada por Medina, la ausencia de invitaciones a Los Prisioneros en Viña del Mar durante la dictadura.
3) Señalas que mientras tenemos esta discusión en Chile, para evitar que se presente, es invitado a uno de los eventos más grandes del mundo. Este argumento es muy curioso porque solo puede existir si borras de plano mi argumento original.
4) Finalmente señalas que los políticos, con las ridiculeces propuestas, pretenden hacer de un artista un chivo expiatorio de los males de la sociedad, evidenciando la patética incapacidad para abordar el narcotráfico con un mínimo de seriedad.
Partamos por la cobardía
Ella reside en la omisión constante de los destinatarios de tus críticas. Señalas genéricamente a los políticos. Sin embargo, como la discusión nació de una columna mía, lo que corresponde señalar es que hay quienes desde la política (legítimamente) han planteado sus posiciones y hay quienes desde la academia la han planteado, no solo desde Chile, sino también desde México.
La omisión de los nombres a los que va dirigida tu columna es grave, pues diluye responsabilidades y genera la sensación de que toda esta discusión es absurda y banal.
Incluso pareciera que se busca decir que es una discusión paleolítica, arcaica, fuera de época, propia de mentes simples. Quizás, Daniel, puedas precisar de qué se trata tu crítica, a qué contenidos está referida y a qué personas apuntas cuando denuncias que se convertirá a Peso Pluma en un chivo espiatorio. ¿No se puede decir lo mismo de Luis Hermosilla acaso? Porque al respecto dijiste:
“Hermosilla es un representante prototípico de lo que Jeffrey Winters llama ‘la industria de defensa de la riqueza’. Una que pone al servicio del poder todas sus herramientas intelectuales, comunicacionales y sociales, en centros de estudio, en los pasillos de tribunales, en entrevistas de prensa, y también en los turbios intersticios de las maniobras ilegales”.
Cambiemos los nombres. ¿No es posible decir lo siguiente?
“Peso Pluma es un representante prototípico de ‘la industria de defensa del narcotráfico’. Una que pone al servicio del poder narco todas sus herramientas intelectuales, políticas, comunicacionales y sociales, en los pasillos de tribunales, en entrevistas de prensa, en el ámbito del espectáculo y también en los turbios intersticios de las maniobras ilegales”.
¿No es acaso posible decir lo mismo? Ya me lo dices.
Entonces, tal y como te lo he visto hacer muchas veces, pido que aclares a quienes te refieres, que señales los nombres, que te hagas responsable contra qué argumentos levantas tu voz. De lo contrario, sin destinatario, son palabras vacías. No sabemos a quién estás discutiendo.
Dejemos la cobardía de lado.
La deshonestidad intelectual
La deshonestidad refiere a decir algo que no es cierto y hacerlo con la intención de desviar la discusión, de engañar respecto al fondo del asunto. La deshonestidad intelectual es exactamente lo mismo, pero el carácter de ‘intelectual’ dice relación con personas que ofician en el ámbito de la circulación de las ideas y, por ello, referir de manera impropia a los contenidos de autores, construir falacias u otras argucias; debemos considerarlas más graves por su responsabilidad ante el espacio público.
Habrá que decir que el espacio público es uno de los grandes logros civilizatorios y ante él es muy grave generar restricciones arbitrarias de contenidos (censura), como también es muy grave distorsionar deliberadamente los argumentos de terceros para, de manera torcida, triunfar con la propia posición.
Estimado Daniel, lamento decirlo, pero creo que estamos en presencia (no sistemática por cierto) de estos errores.
Lo que he dicho es muy claro y lo he reiterado en todo lugar en el que he sido entrevistado. Considero que un porcentaje abrumador de las letras de Peso Pluma hacen apología al narcotráfico, sin tematizar la problemática social del mismo.
He dicho que el Estado de Chile está luchando contra el narcotráfico y se ha tomado en serio el tema, por la gravedad de los hechos, ante lo cual ha decidido que crecientemente se debe mejorar la acción multivariable.
Es decir, no basta con policías o inteligencia. Han comprendido que hay que verificar el movimiento de activos económicos, el lavado de dinero y otras variables asociadas.
Ante esto, con lo que estoy de acuerdo, yo sumo dos variables: la legitimación del narcotráfico a partir de estilos de vida promovidos en favor del trabajo para narcotraficantes no se puede producir usando recursos del Estado porque el Estado no puede gastar dinero, por un lado, en combatir el narcotráfico y, por el otro, en promoverlo. Así de simple.
Los recursos del Estado son: espacios estatales (donde se efectúa el Festival de Viña), bienes del estado (la marca del festival) y la necesidad de especial seguridad por haber generado, con dinero del Estado, una escena de riesgo.
Lo que hay es un dilema
El tema es más grande aún. Creo que es necesario mejorar la discusión. Lo que hay es un dilema: por un lado, la libertad de expresión, por otro el deber del Estado. Esa es la tensión que planteo.
Respecto a la primera, en mi opinión la narcocultura puede tener un espacio en Chile, pero jamás con recursos públicos. Es así de simple. La tesis de la censura ha sido simplemente un ‘hombre de paja’, la falacia de construir un argumento que no es el central para desarmarlo con facilidad.
Comparar esto con disidentes de otro tiempo es ridículo. No hay nada más ‘dominante’ que la cultura narco. No son el movimiento punk, no son los hippies, no son los Prisioneros, no luchan por ninguna idea contracultural. Al contrario, aman la sociedad de consumo, los productos de alta gama, la vida de lujo, la excitación y el goce hedonista de nuestra época, la aversión a la familia de nuestra era. Consideran el riesgo una emoción extraordinaria que bien merece la pena aunque lleve a la muerte, porque la vida aburrida de la gente que paga impuestos y manda a sus hijos al colegio les parece una idiotez.
Su eventual triunfo cultural sería grave. Y la disputa cultural debe existir. No quiero prohibir sus visiones, solo quiero que no gastemos recursos públicos en ello.
De la discusión intelectual nos debemos hacer cargo. Pero como sé que de verdad crees que podemos superar los grandes males de nuestra época, no logro comprender tu columna de ayer sin agregar los desagradables juicios de deshonestidad intelectual y cobardía.