Soy un convencido que la corrupción es una de las causas de la pobreza en la que están sumergidos millones de personas en cientos de países del planeta. Pareciera ser que Chile no es la excepción.
El acto de corromper, es decir utilizar la autoridad o el poder en beneficio propio, dañando a otros y a toda la comunidad es fruto de una muy equivocada concepción de lo que significa ser hombre sumado a una alteración radical del sentido de la vida.
Tanto el corrupto como el que se deja corromper tiene una limitada visión del bien común y poca claridad a la hora de distinguir entre el bien y el mal. Es la expresión máxima del individualismo y el desinterés por los demás.
Una mirada al modelo de la educación
Para superar la corrupción hay que comenzar en primer lugar a comprender la educación en un sentido más amplio que el actual. En efecto, la educación se entiende hoy como conocimiento y habilidades que capacitan para desarrollar pruebas y test y obtener un resultado.
Pero deja de lado formación de la conciencia moral, la que rectamente formada, permite distinguir con claridad lo que son fines de lo que son meros medios, lo que es correcto y justo de lo que es incorrecto e injusto. En definitiva una conciencia recta puede distinguir entre el bien del mal y actuar en consecuencia.
Es cierto que es, en primer lugar, tarea de la familia formar la conciencia de sus propios hijos, pero la escuela, el colegio, la universidad, donde los jóvenes pasan gran parte del día no pueden desentenderse de ello. Más aún cuando la ausencia de referentes paternos es alta en Chile. Los jóvenes claman por más vida familiar.
Ello exigirá más, por cierto, pero será una gran contribución al desarrollo tanto de los alumnos, como del entorno y de la sociedad. Muchas veces los jóvenes atrapados en una verdadera batalla por las calificaciones para aprobar un ramo, para no perder el crédito, o para conseguir en el futuro un mejor trabajo, llegan incluso a tergiversar el sentido de una prueba obteniendo resultados de mala manera.
Ello es sabido por los profesores, los que también muchas veces exigidos ellos mismos a que los alumnos obtengan buenas calificaciones, o sencillamente para no meterse en problemas, dejan entrever que los resultados son más importantes que el modo como los logras.
Allí está la raíz de muchos males. Sumado a un miedo cada vez recurrente de los padres y profesores de poner reglas claras y fomentar las virtudes como la paciencia, la magnanimidad, el valor del trabajo bien hecho, entre otras.
Es contraproducente fomentar la obtención de resultados como fin en sí mismo, cuando debiesen ser el resultado del trabajo bien hecho. Los corruptos en los más amplios campos de la vida nacional e internacional son aquellos que piensan que sus fines son tan importantes (dinero, poder, etc.) que el método usado es irrelevante (cohecho, fraude, engaño, amenazas, amiguismos, clientelismos, etc.)
Una nueva perspectiva educativa
Si queremos un país verdaderamente desarrollado hemos de cultivar en la sociedad el sentido del respeto por el otro y por uno mismo, así como el reconocimiento del alto valor de actuar correctamente puesto que influye en nuestra propia humanidad y en la de los demás.
Esta perspectiva educativa traerá como consecuencia una mayor confianza entre cada uno de nosotros. Y de allí a la superación de la pobreza hay un solo paso porque se generará una sociedad basada a todo nivel en la confianza.
Sería interesante que cada uno de nosotros saque la cuenta del costo que significa defenderse del otro tanto en la casa como en la empresa. Son sumas considerables, además de generar ambientes poco gratos para vivir y trabajar.
Tal vez una mirada más integral de la pobreza, la que no es solamente económica sino que también espiritual y moral, puede ayudar a iluminar planes de estudios que abarquen al hombre no sólo como un ser que conoce, sino que también como un ser que decide, que actúa, que responde por sus actos y que su vocación última es a amar y ser amado.
Premiar solamente a los que tienen buenas notas y obtienen buenos puntajes es una señal que la sociedad se centra más en ese aspecto que en los vinculados a la calidad humana de la persona.
Lo interesante es que en el ámbito laboral no siempre los mejores alumnos en términos de nota y PAES son los mejores trabajadores, los más confiables y los más probos. Ejemplo de aquello hay muchos.