Esta semana en un seminario de CIPS-UDD se presentaron resultados de un estudio de caso realizado por el economista en salud Ricardo Bitrán, en donde analizaron el impacto en protección financiera y estado de salud para los beneficiarios de Isapre y de Fonasa en caso de que una sola Isapre cese sus operaciones.
El panorama es desolador. Es un escenario oscuro que está a la vuelta de la esquina si no se toman acciones coherentes y efectivas para los pacientes de Isapre, para los de Fonasa y para el fisco.
El peor de todos los resultados es que morirá más gente. El estudio de caso proyecta que habría un aumento considerable en la cantidad de muertes adicionales, tomando en cuenta una espera de atención de 12 semanas en pacientes oncológicos de cáncer de mama, de vejiga, cabeza y cuello.
Sólo como dato a la causa, el cáncer de mama ya tiene actualmente un promedio de espera de 84,3 días, es decir, las mismas 12 semanas que el estudio contempla.
En el ámbito de la salud mental
Los pacientes con problemas de salud mental, también verían su tratamiento retrasado. Y las consecuencias serían fatales. Por ejemplo, en pacientes con esquizofrenia, una interrupción de más de un mes del tratamiento antipsicótico activo podría aumentar en 4,2 veces el riesgo relativo de suicidio.
Al interrumpirse su tratamiento debido a la migración al Fonasa de los 280 beneficiarios de la Isapre que se estudió, se esperarían 21 intentos de suicidios con resultado de hospitalización producto de las listas de espera para una consulta con especialista, según el estudio de Bitrán.
Y ya sin poner números, muchos verían deteriorado su salud y también morirán mientras por el atraso de oportunidades GES y no GES que no alcanzaron a tener a tiempo. Además, los pacientes dejarían de ser atendidos por médicos especialistas y pasarían a ser tratados por médicos generales.
Listas de espera
El estudio comprobó que las consecuencias de una mayor espera GES y no GES no solo perjudicarían a los beneficiarios que migrarán forzadamente de Isapres a Fonasa; sino que también perjudicaría a los beneficiarios del sistema estatal.
Sus listas de espera serán mayores provocando, por un lado, deterioro en la salud y, por otro, mayor cantidad de fallecidos esperando ser atendidos.
Si estos argumentos aún no sirven para dejar de hablar de perdonazo a las isapres, hay más argumentos de por qué debemos evitar que éstas colapsen y cierren.
La protección financiera de los afiliados también se verá amedrentada. Según el estudio de caso, si los beneficiarios de la Isapre analizada se viesen forzados a cambiarse a Fonasa y el 50% de ellos mantuviese su seguro complementario, su gasto anual de bolsillo se duplicaría.
Este mayor gasto de bolsillo, se explicaría, porque los pacientes intentarían preservar su acceso a prestadores privados incluso por fuera de la Modalidad de Libre Elección.
El gasto en salud no sólo será mayor para las personas, sino que también para el fisco. Habrá mayores licencias médicas de quienes migren a Fonasa por su empeoramiento en la salud. La migración de Isapres hacia el Fonasa creará, entonces, una brecha presupuestal aún mayor en el seguro público.
En el estudio simularon un aumento de gasto de Fonasa en licencias médicas de 4,4% a 5%. En ese caso Fonasa enfrentaría un déficit anual de $250.000 millones. Lo que lleva a que una deuda de gran magnitud, en donde el dinero destinado en salud estará para cubrir los gastos en licencias médicas, dejando de lado inversiones prioritarias en salud como innovación, infraestructura y capacitación.
El problema del sistema de aseguramiento en salud se ha politizado tanto, pese a los intentos de que fuera técnico, que no se ha dimensionado el escenario de más gasto para el fisco, más desembolso de dinero de las personas y, lo peor de todo, más muertes prematuras por falta de atención oportuna.
Es hora de dejar frases que suenan bien, pero hacen mal al país. Y hablemos con argumentos sobre la mesa. No es un perdonazo a las isapres: es evitar que chilenos y chilenas se empobrezcan o mueran.