Por alguna razón se puso a Michelle Bachelet en una cancha, por alguna razón la suya fue la pieza más cuidada, por alguna razón sería la sección más polémica, por alguna razón Bachelet era llamada ante los embates de Matthei, a quien la expresidenta había derrotado con solvencia y al trote hace una década.

La coalición de gobierno ha sido siempre una fantasmagoría. El acuerdo del Frente Amplio con el Partido Comunista no ha contado nunca con un líder para el Ministerio de Interior, tampoco ha contado con un líder en el Ministerio de Hacienda.

Su estructura de poder ha sido feble, su diseño absurdo y su operatividad nula. Este hecho se ha verificado en numerosos intentos de reorganizar la estructura del gobierno, generando mayor peso y luego contrapesos.

Los movimientos de ministros han sido más el resultado de estos problemas de organización interna del gobierno, que de los movimientos tectónicos de una sociedad insatisfecha con la gestión.

Si la Concertación estaba partida en dos almas, el gobierno actual tiene diferencias cognitivas por un lado (grandes, que impiden ver lo mismo a los distintos actores), diferencias de intereses (imposibles de coordinar) y padecen un mal mayor: carecen de alma alguna.

Esto, que parece una crítica, no lo es todavía. Es recién el prólogo. Y no es esta la columna para ello.

Un Gobierno sin nombres de continuidad

El asunto sorprendente es que este gobierno no tiene hoy un candidato presidencial competente. Cuando asumieron, tenían tres nombres presidenciables para el turno siguiente del Presidente Boric: Vallejo, Siches, Jackson. Hoy solo queda Vallejo, pero sin fuerza relevante para ser competitiva hasta ahora.

El problema es de magnitud. Su principal carta hasta ahora parece ser Gonzalo Winter, quien marca diez veces menos que la principal carta presidencial actual.

En el contexto de un gobierno sin nombres de continuidad, es que surgen opciones de continuidad en aquellos que han intentado tomar el control del gobierno: el socialismo democrático.

Habrá que decir que en este punto el gobierno (y sobre todo el Frente Amplio) han puesto atención. En los demás asuntos son menos despiertos, pero a la hora de dejar que alguien tome el control, la respuesta es no.

Quieren el salvataje de la órbita socialista, pero no pagar la cuenta. Si el perro del hortelano no quiere comer y tampoco deja que nadie coma; en este caso el perro no sabe cómo comer, pero mientras no aprende (ni lo intenta), tampoco deja que nadie coma.

Tohá / Bachelet

Pero la política siempre llena el vacío. Hasta agosto de este año estaba claro que el principal nombre de la oposición estaba en el gobierno, pero no en un partido de gobierno. Era Carolina Tohá.

Carolina Toha y Gabriel Boric
Carolina Toha y Gabriel Boric | Agencia UNO

Su postura firme, su encomiable trabajo y su dedicada gestión a mejorar los números en términos de seguridad (no del todo logrado), parecían una suerte de solución provisional ante los liderazgos débiles. Aunque su estrategia era confusa, era eficiente.

Y sin embargo…

La irrelevante franja del ‘en contra’ (condenada a la irrelevancia desde su origen) de pronto parió un camino. Y como buena ironía de la historia, quizás ese camino sea importante. La política es a ratos insondable y los que saben, saben.

Por alguna razón se puso a Michelle Bachelet en una cancha, por alguna razón la suya fue la pieza más cuidada, por alguna razón sería la sección más polémica, por alguna razón Bachelet era llamada ante los embates de Matthei, a quien la expresidenta había derrotado con solvencia y al trote hace una década.

Presidentes Michelle Bachelet y Gabriel Boric
Presidentes Michelle Bachelet y Gabriel Boric | Agencia UNO

Los datos que manejamos en nuestra encuesta indican que no fue factor de ninguna manera, que nada se movió. Pero la historia no se escribe así en la política. Lo que pasó, simplemente pasó. Es el realismo básico. ¿Y qué fue lo que pasó?

Lo que pasó es que el nuboso camino por el que avanza la política y sus misterios… Simplemente, todo el andamiaje construido desde hace más de un año por Carolina Tohá, se cayó.

Así de simple. No es que haya pasado nada grave. Pero Carolina Tohá no demostró tracción, esto es, la capacidad de generar un movimiento, la capacidad de mover el escenario. Michelle Bachelet aterrizó en una franja irrelevante, dijo palabras irrelevantes, pero se alineó un mundo de la política que hoy la ven con los mejores ojos posibles.

¿Parece absurdo? No importa. Allí está Bachelet, sin marcar en las encuestas de primera vuelta, pero marcando en las de segunda vuelta. Una razón más que poderosa en el mundo político.

Carolina Tohá, hace ya más de una década, estuvo en posiciones preferentes. El período de las grandes crisis empresariales (Penta y SQM, principales marcas asociadas), arribó al PPD en 2016, cuestionándose en el camino a Carolina Tohá. La crisis cayó sobre ella y desde entonces, despegarse de las pegajosas huellas de esa crisis, ha sido difícil.

La oportunidad de arribar al inexperto gobierno del Frente Amplio fue su nuevo ascenso. Construido con delicado esmero, con su conocida capacidad de elaboración y de estudio; el ascenso aparecía como una nueva oportunidad presidencial. Sin embargo, el reino de confusión que legisla sobre nuestra era la fue alcanzando.

El arribo de Bachelet, su descenso al suelo político, con pasmosa facilidad, sin resistencia relevante, sin un cara a cara visible; parecen mostrar que la Ministra Tohá no tendrá la tracción ni la gravitación necesarias para avanzar en su ruta presidencial.

A Michelle Bachelet le bastó con grabar un video para ello. Es demasiado evidente lo que ello supone.