Estamos en una especie de trampa, con un crecimiento per cápita nulo este año; inflación más persistente de lo esperado; altos niveles de desempleo y baja ocupación; ingresos monetarios de los hogares deprimidos y altos niveles de desahorro.

Más allá de los conflictos políticos, son síntomas que marcan un diagnóstico de cuidado de la economía.

Hace algunos días recibimos al ministro de Hacienda, Mario Marcel, en un seminario coorganizado junto al presidente del Senado, Juan Antonio Coloma. Este llevó por nombre una metáfora futbolística: “¿Cómo damos vuelta el partido? Estrategia de segundo tiempo para volver a crecer”.

Todos los participantes estuvimos de acuerdo en la necesidad urgente de dar vuelta el partido.

La buena noticia es que los objetivos y el lenguaje, que sabemos construye realidad, han comenzado a cambiar desde el propio Gobierno.

Y es que el presidente Boric comenzó su administración sin una agenda de crecimiento económico. Por el contrario, impulsó una ambiciosa reforma tributaria que fue rechazada en el Congreso.

Luego, se reemplazó por el llamado “pacto fiscal”, que incorporó al alza de impuestos y cumplimiento tributario algunas materias de eficiencia del Estado y medidas procrecimiento.

Hoy, tal como fue discutido en nuestro seminario y planteado con fuerza por múltiples economistas, entre ellos Manuel Marfán, el nuevo eje de un eventual acuerdo político amplio debe ser el crecimiento económico.

Sabemos que el crecimiento no lo es todo, pero también sabemos que sin producir más y mejor, tendremos muy poco para redistribuir. Nuestra economía se encuentra por debajo de sus reducidos niveles de tendencia y el PIB per cápita está estancado hace una década.

Desde el retorno de la democracia y hasta el año 2013 nuestro país creció un 5,3% real anual. Desde entonces, el producto solo se expandió un 1,9%. Tal como planteó Sergio Urzua, esta es la primera crisis económica endógena que enfrentamos en décadas. Es decir, fue causada por nuestras propias dificultades de acuerdos y errores en políticas.

Para tratar de encontrar dónde anclarnos para avanzar, es bueno mirar lo que la historia nos puede enseñar. En 1990, un recién asumido presidente Aylwin iniciaba su mandato con el programa de gobierno bautizado “crecer con equidad”.

En su discurso de asunción señalaba como tarea prioritaria restablecer un clima de respeto y confianza entre los chilenos. Más de 30 años después parece oportuno recordarlo, pues su relato aplica también a la coyuntura actual.

Resulta evidente que debemos avanzar en más y mejores derechos sociales. La seguridad pública, seguridad social, salud y educación son prioridades ciudadanas y deben ser también prioridades del Estado.

Pero sabemos que esa mayor equidad debe ser financiada en forma responsable y sostenible. Hay quienes señalan que para aquello primero se deben subir los impuestos.

Otros pensamos que la mejor manera de recaudar más es, en primer lugar, consolidar un sistema tributario estable en el tiempo, equilibrado y más simple, fomentando con fuerza el ahorro, la inversión y el empleo.

El partido lo estamos perdiendo

Para darlo vuelta hay tres elementos básicos y complementarios: fortalecer la confianza y respeto por las normas, cambiar la actitud y la estrategia.

Asumiendo que la confianza se modifica más lentamente que las urgencias de corto plazo, ya hemos visto un repunte actitudinal hacia el crecimiento, al menos, en el lenguaje.

Ahora es imperativo cambiar la estrategia, pasando a acciones probadas, que nos permitan restituir la confianza deteriorada y recuperar el tiempo perdido.

Ya no volveremos a las tasas de antaño, pero aún podemos recuperar nuestra vocación de progreso para salir de la trampa actual y volver a crecer con equidad.