El día anterior al plebiscito nos enteramos de que la ministra Carolina Tohá tenía Covid e iniciaba una cuarentena que la mantendría fuera de los focos en esas horas decisivas.
La ministra había vivido una semana negra al conocerse su destemplada respuesta a las demandas de seguridad de Camila Avilés, concejala de Renca: “Qué show más patético, weona”. Una vez más la grabación de un teléfono indiscreto había hecho de las suyas.
En una coyuntura crítica para ella, el Covid salvador sacaba a la ministra del primer plano. Ahora bien, durante la votación la vimos en la tele de mascarilla y supuse que era para no contagiar a terceros.
Sin embargo, al conocerse el triunfo del “En Contra”, que favorecía al gobierno, Carolina Tohá reapareció haciendo declaraciones a rostro descubierto. ¿Sana? ¿Error médico? ¿Cura milagrosa?
Por cierto los chilenos tenemos que alegrarnos de que nuestra ministra del Interior goce de buena salud.
El incidente de Renca, más que fruto de un virus que pudo haber alterado la reacción de la ministra, parece haber sido eso que los españoles llaman un “ataque de caspa”, simple arrebato.
Antes que Carolina, su colega, Ana Lya Uriarte, ministra de la Segrpres, sufrió hace un año la agresión del Covid y debió abandonar de un día para otro su cargo de negociadora gubernamental con el Congreso y sumirse en una larga cuarentena.
Su labor había tropezado cuesta arriba con una oposición que negaba al gobierno la sal y el agua y la indisciplina de los parlamentarios oficialistas, a la hora de votar los proyectos del Ejecutivo.
Álvaro Elizalde, buen conocedor de los vericuetos del Congreso, la ha remplazado con eficiencia y buena salud.
Tras su mejoría, Ana Lya Uriarte apareció integrando un flamante Consejo del Puerto Exterior de San Antonio, el megapuerto con que Chile se propone fortalecer su presencia en el Pacífico.
Es de esperar que Ana Lya Uriarte haya aprovechado sus largos meses de convalecencia para informarse de cómo funciona un puerto.
Giorgio Jackson, el antecesor de Ana Lya, se desbarrancó debido a sus ataques de caspa ante los parlamentarios y el escándalo de los convenios y fundaciones en los que chapotean hasta hoy sus compañeros de Revolución Democrática. ¡A Jackson sí que un ataque de Covid podría haberlo salvado!
En el Reino Unido, el Covid sirvió de coartada al chascón primer ministro Boris Johnson cuando estaba en apuros.
Además, gracias a la muerte de su madre Isabel II, diagnosticada con Covid a los 95 años, su deslucido hijo Carlos pudo calzarse la corona como Carlos III. Sin el virus que la debilitó, Isabel II podría haber vivido hasta pasados los cien años como la reina madre.
Para que el Covid, que viene de regreso a Chile, no vaya a infiltrarse de nuevo en La Moneda, ni arrase con nosotros los chilenos de a pie, estamos al cateo de la potente vacuna que nos ha prometido la ministra Ximena Aguilera.
Sin embargo, aquí donde yo vivo en el Litoral de los Poetas, llevo tres semanas inscrito y esperando que me llamen desde la posta municipal para el pinchazo, y nada: “No tenemos vacunas”, me contestan por teléfono.
Después de la muerte del tiránico generalísimo, los republicanos españoles solían decir: “Contra Franco vivíamos mejor”. De modo similar, yo, que nunca he votado por Sebastián Piñera, digo hoy: “Contra Piñera nos vacunábamos mejor”.