Agencia UNO

Derecha chilena y cierre del Banco Central: ¿Podrá la "doctrina Milei" cruzar la frontera?

04 diciembre 2023 | 10:21

El cierre del Banco Central por parte de Javier Milei en Argentina, es una medida que se ha confirmado. Estaba en el proyecto de gobierno del economista argentino, pero ya se sabe que entre el día antes y el día después de una elección está claro que lo que más cambia es el ganador.

Pero en esto Milei no ha cambiado. Y en su negociación tomó la decisión de no entregar esta batalla, decisión políticamente correcta (defendiendo su mensaje), pero complejísima en sus consecuencias para Chile.

¿Por qué para Chile? Porque la doctrina del mundo neoliberal en Chile ha sido siempre la autonomía del Banco Central, la que se definió en la Constitución de 1980, aunque en rigor no operó de ese modo durante prácticamente todo el gobierno dictatorial porque no hubo ley al respecto hasta cinco meses antes que terminara el gobierno de Pinochet.

¿Y qué es la autonomía del Banco Central?

Para entenderla debemos comprender su función. El Banco Central debe garantizar la estabilidad de nuestra moneda (el peso chileno) y debe apoyarse en la estabilidad del sistema financiero. Su principal herramienta para la política monetaria es la capacidad de aumentar, reducir o mantener la tasa de política monetaria.

La política monetaria es la herramienta del Banco Central para dar señales al mercado (indirectas, pero claras) respecto a su propia perspectiva en relación a la situación económica (expansión, contracción), y respecto al fantasma constante de la inflación.

En el caso de Chile, desde hace casi treinta años esta tasa (la Tasa de Política Monetaria, TPM) se usa como punto de referencia para los préstamos interbancarios. De todos modos, la tasa no es obligatoria. Esa tasa es el objetivo que el Banco Central pretende conseguir en las relaciones interbancarias, y su herramienta es inyectar o retirar liquidez.

Un Banco Central busca establecer una modulación a los procesos financieros. Es un dispositivo que pretende organizar el movimiento ondulatorio del dinero, intentando mantener un equilibrio dentro del dinamismo.

Volvemos a la autonomía entonces. ¿A qué se refiere?

La autonomía es una forma de respuesta a un riesgo de la política monetaria, es decir, un riesgo de los mecanismos de regulación de la masa monetaria. Y es que un sistema altamente inducido por la acción política podría acarrear altas distorsiones económicas.

Por ejemplo, el uso de un Banco Central controlado por un Gobierno podría ser una herramienta útil para financiar el déficit fiscal mediante emisión de dinero, generando con ello inflación.

Quienes sostienen la tesis de la autonomía del Banco Central desean que este sistema regulatorio sea liviano y que carezca de influencia de la política gubernamental. Esta doctrina respecto al Banco Central siempre ha planteado un problema: ¿el Gobierno tiene derecho a incidir en todas las políticas existentes, pero no en la monetaria? Esta es la pregunta de quienes plantean sus dudas ante la autonomía del Banco Central.

O más aún: cuando la política monetaria arrastra a distorsiones graves en la vida social, ¿tiene derecho el Banco Central a tomar las medidas que equilibren la economía sin considerar otros aspectos?

Estas son las preguntas críticas más habituales al Banco Central.

Pero también hay preguntas en su favor. Y es que quienes defienden esta postura se hacen una pregunta distinta: ¿tiene derecho el Gobierno a tapar sus gastos excesivos mediante un mecanismo (la emisión de dinero) que deteriora el valor del mismo dinero, perjudicando a los ciudadanos ante el mercado?


Las dos posturas respecto al Banco Central en Chile

Vamos al caso chileno. La perspectiva altamente dominante señala que el Banco Central debe ser autónomo. La principal razón para esto proviene de un triunfo teórico de Milton Friedman, para quien la inflación es un fenómeno monetario en su totalidad.

Bajo esta tesis, un rol principal del Banco Central es ejecutar las acciones que reduzcan la inflación, aun cuando de ello deriven consecuencias sociales.

Las perspectivas más críticas a la autonomía del Banco Central o a la existencia del Banco Central han tenido origen, en Chile, desde la izquierda. La tesis inflacionaria de Friedman es discutida por ciertos economistas de izquierda.

Hay factores inflacionarios que provienen de precios del exterior, por ejemplo, los aumentos de precio de la guerra en Ucrania, que aumentó el valor del petróleo y el trigo.

Por cierto, el aumento del precio del petróleo es uno de los principales problemas en Chile ya que somos altamente dependientes de ese combustible en la cadena de transporte incluso de nuestra propia producción. Probablemente no hay producto en el supermercado donde no paguemos el precio del petróleo.

Desde la izquierda se debate si acaso se puede combatir este tipo de fenómenos simplemente subiendo la tasa de interés. Aquí es donde surge el control de precios de bienes o servicios estratégicos, regulación financiera o estímulos a determinadas áreas de la economía.

En España, el año pasado, se subsidió de manera muy importante el transporte público, mayoritariamente eléctrico, para promoverlo y así evitar el uso de combustible fósil en los automóviles particulares. Eso generó un efecto no solo en la economía de los hogares, sino además reduciendo la inflación.

La última discusión pública relevante sobre el Banco Central se produjo en la Convención Constituyente donde hubo importantes polémicas asociadas al tema. Si bien no se planteó un cierre del Banco Central por parte de la izquierda, sí se propusieron ideas muy distintas sobre sus funciones.

Los convencionales de MSC (Movimientos Sociales Constituyentes), independientes y un miembro de pueblos originarios señalaban que el Banco Central deberá considerar el bienestar social y desarrollo del país. Y se agregaba que la institución tendría que rendir cuenta al Presidente de la República y al Congreso.

La norma añadía que el Consejo del Banco Central estará a cargo de sus decisiones y que este consejo estará compuesto de manera paritaria, descentralizada y plurinacional. Se suma a este consejo otro factor: la representación sindical y empresarial.

Y se asumió que se debía velar por la coordinación entre el ente monetario y la política económica general. Para ello se pensaba confirmar un espacio de coordinación formal con los ministerios de: Hacienda, Economía, Trabajo y Medioambiente.

La propuesta desde la izquierda planteaba en realidad un Banco Central semiautónomo o, dependiendo cómo se ejecutase, nominalmente autónomo.

Finalmente el tema se dejó para después en la Convención Constitucional, pues solo se aprobó una norma anodina. Y también dio lo mismo porque la propuesta constitucional completa fracasó al ser rechazada en el plebiscito.

He aquí la discusión en el universo conocido de nuestra política, donde ha triunfado sistemáticamente la tesis del Banco Central autónomo. Y este triunfo ha sido de la derecha.

Pero cada cierto tiempo en la historia aparece alguien o algo que nos cambia la conversación. Y este cambio de la conversación viene de la derecha, pero más a la derecha. Y de fuera de nuestra frontera, pero será inevitable que esa idea cruce la cordillera.

Javier Milei ha propuesto para Argentina el fin del Banco Central

Es una idea excéntrica, aunque hay casos. Diez países en el mundo (de un total de alrededor de doscientos) no tienen esta institución. Los países más conocidos son Mónaco y Panamá. El listado completo es Andorra, Estados Federados de Micronesia, Islas Marshall, Isla de Man, Kiribati, Nauru, Tuvalu, Palaos y los ya mencionados Mónaco y Panamá. Con la inminente inclusión de Argentina, nos encontraremos con el primer país de alta complejidad que avanza en esta dirección.

En estos días ha estado en Chile Bertie Benegas Lynch, diputado argentino del partido de Milei (“La libertad avanza”), quien ha dicho que los impuestos, la deuda pública y la inflación son impuestos silenciosos y discrecionales para estafar a la gente.

Es la tesis minarquista o anarcocapitalista. Esta corriente es la más radical dentro de ese espectro que solemos denominar neoliberalismo, para referir a las distintas corrientes libremercadistas que emergen después de los retrocesos liberales consecuentes a la crisis de 1929, una crisis que además de ser la más grande de la historia tuvo como origen un liberalismo radical.

La tesis de eliminar el Banco Central proviene de la Escuela Austriaca de economía, escuela que culpa al sistema bancario (liderado por el Banco Central) de crear burbujas monetarias que conducen a ciclos de expansión y recesión iterativos.

En las bajadas políticas de esta tesis académica se asume que el banco central es la herramienta con la cual los gobiernos estafan a la gente. Esto, mediante decisiones arbitrarias de unos burócratas investidos de poderes técnicos de los que carecen, pues se trataría de personas que en realidad no pueden predecir cuál será la masa monetaria futura.

Sin la sensibilidad de lo real, estos funcionarios siempre se estarían equivocando, dicen desde el mundo de Milei. Reconocen, eso sí, que pueden ayudar con sus acciones a reducir la inflación, pero, dicen, “una inflación moderada es una estafa moderada”.

Derecha chilena y Banco Central

Chile ha sido considerado históricamente el país más radical en la aplicación generalizada de políticas libremercadistas, el país más friedmaniano. Es cierto que también la escuela austriaca tuvo participación en la conversación política en dictadura.

Pero está claro que la inspiración principal y la capacidad de articulación tecnopolítica provino de Chicago, fundamentalmente por la situación de una colaboración de décadas en Chile.

Y aunque Milton Friedman está a un extremo del espectro económico de la historia del siglo XX, no es menos cierto que en su posición, si miramos más al extremo de su posición, todavía quedan posiciones más radicales.

Y es así como más allá había una teoría mucho menos visible desde las acciones políticas. Es la Escuela Austriaca. Siempre ha sido una teoría relevante, que se estudia mucho y que es significativa, pero en la práctica se la considera algo parecido a la ficción en términos políticos.

La derecha chilena ha defendido como hueso santo la autonomía del Banco Central. Ha puesto allí, en esa argumentación, convicciones importantes, razones últimas y verdades superiores. El triunfo de Milei es una nueva buena noticia para una derecha que se ilusiona con aprovechar el ciclo de malestar social global para disputar ya no en el terreno del orden, sino en el de la disrupción, normalmente fomentado por la izquierda.

La derecha reformista y gatopardista pierde su sabiduría y se entrega al frenesí del éxito, del éxtasis, del misticismo propio de haber llegado al momento de la revelación.

La pregunta queda sobre la mesa. ¿Incurrirá la derecha en la borrachera austriaca de Milei? ¿O se quedará prudentemente en su amado Banco Central autónomo, honrando su palabra? ¿Qué pasará si seis meses después de asumido Milei Argentina crece cinco o seis puntos?

En la frontera hay un elixir delicioso para la derecha, un manjar de seducción ineludible. Se ha hecho un largo camino para triunfar con esas ideas. ¿Será el momento de rendirse por una prudencia futura? ¿O debe la derecha chilena defender su trinchera del país más afín al credo liberal?

La tentación es siempre grande. La izquierda la ha vivido mil veces. Y en ella ha sucumbido en muchas ocasiones.

Hoy comienza el desembarco de la muerte del Banco Central, porque la libertad avanza y los reguladores podrían pasar de moderados gestores del capitalismo a gestores de un robo a mano armado por parte del Estado, ese “pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina”, según Milei.

¿Qué es hoy el fin del Banco Central? ¿Es una droga? ¿O es una verdad que estuvo prohibida por la ignorancia? La derecha chilena tendrá que decidir. Y esta posición no será nada fácil para sus liderazgos.

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