Conforme a lo que establece el panorama de los Riesgos Globales 2023 elaborado por el Foro Económico Mundial, los riesgos de más alta probabilidad de ocurrencia y de mayor impacto siguen siendo aquellos asociados a eventos climáticos extremos.
Una muestra de lo anterior, son las múltiples emergencias (incendios, inundaciones, etc.) que durante este año se han registrado en distintos países, generando cuantiosas pérdidas de vidas, daños en infraestructura, y dejando en evidencia que los desastres afectan mayormente a las comunidades más vulnerables.
En el caso específico de Chile, el país cumple -además- con 7 de los 9 criterios de vulnerabilidad sobre Cambio Climático, establecidos por Naciones Unidas, lo que nos transforma en un territorio altamente expuesto a una diversidad de amenazas, dentro de las cuales se encuentran los calores intensos, que inciden directamente en la propagación de los incendios forestales.
Es importante destacar que las consecuencias de ese tipo de siniestros nos han dejado importantes aprendizajes y desafíos que están siendo abordados actualmente con una mirada de Estado.
En este contexto, uno de los puntos relevantes fueron las lecciones aprendidas tras los incendios forestales del periodo 2022-2023, donde se estableció la necesidad de reforzar el trabajo de identificación y adelantamiento de los recursos por parte de los organismos del sistema; capacitar a los niveles locales (municipios) en las herramientas disponibles para agilizar los procesos de detección de necesidades, junto con reforzar la comunicación del riesgo frente a esta amenaza, entre otros puntos.
Por ello, muy tempranamente durante el mes de junio, el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (SENAPRED), comenzó un trabajo de coordinación y preparación con CONAF y los organismos del Sistema, con el fin de enfrentar de mejor manera el periodo de mayor recurrencia de incendios. Es importante recalcar que ya no hablamos de una “temporada de incendios”, atendiendo que, en distintas regiones del país, se han registrado este tipo de situaciones durante prácticamente todo el año, provocando diversos niveles de afectación.
Por ende, lo fundamental es generar acciones concretas que permitan fortalecer la musculatura del sistema, antes y durante aquellos meses o periodo de alto riesgo. Lo anterior, en base a uno de los principios fundamentales de la Ley 21.364, como lo es la prevención, concepto que adquiere absoluta preponderancia en la forma en que se deben gestionar este tipo de riesgos.
La estrategia
De esta manera, en agosto se concretó la elaboración de una Estrategia para el Fortalecimiento de la Gestión de Incendios Forestales 2023-2024, (en actual implementación). Dicho trabajo, ha sistematizado y consolidado un conjunto de acciones y actividades a realizar en materias de prevención, mitigación y preparación para la respuesta.
Esta iniciativa contó con la participación de la Corporación Nacional Forestal , e incluyó los aportes del Ministerio de Obras Públicas, el Ministerio de Salud, el Ministerio de Agricultura, la Subsecretaría del Interior, el Estado Mayor Conjunto, Carabineros de Chile, la Policía de Investigaciones, Bomberos de Chile, la Superintendencia de Servicios Sanitarios, la Superintendencia de Electricidad y Combustibles, la Dirección Meteorológica de Chile, la Corporación Chilena de la Madera y la Red de Prevención Comunitaria.
De este modo, el 06 de septiembre, en base a la normativa que establece la nueva institucionalidad, se efectuó el primer Comité Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (COGRID) en las Fases de Mitigación y Preparación por incendios forestales, en las dependencias de SENAPRED, actividad que fue encabezada por la Ministra del Interior y Seguridad Pública.
En dicha oportunidad, se dio a conocer junto a CONAF los alcances de esta Estrategia, que contiene 115 productos, de los cuales 25 de ellos son nuevos, 64 fortalecen lo ya existente y otros 26 son de continuidad.
Entre las acciones preventivas incorporadas en dicha iniciativa, se destacan las restricciones de quemas agrícolas y forestales; la realización de patrullajes terrestres y aéreos estratégicos en sectores rurales y/o interurbanos por parte de Carabineros; la supervisión de trabajos de limpieza de caminos y de construcción de obras de eliminación de combustible vegetal; la difusión del Programa Comunidades Preparadas y la capacitación a encargados comunales de emergencia, entre otras labores.
Junto con aquello, CONAF, en virtud del aumento del presupuesto para su Plan Nacional para la Prevención, Mitigación y Combates de Incendios Forestales; contará con 70 aeronaves, entre aviones y helicópteros; además de la proyección de 28 brigadas para combate nocturno. Adicionalmente, para el cumplimiento de las acciones comprometidas en esta estrategia, se han sumado una serie de actores públicos y privados de los niveles regionales, provinciales y comunales lo que permitirá adicionar recursos y capacidades.
Por otro lado, y en la misma línea de la preparación, se debe destacar, además, la publicación el 19 de julio en el Diario Oficial, del Decreto que estableció Emergencia Preventiva en el tramo comprendido entre las regiones de Atacama y Magallanes y de la Antártica Chilena, durante los meses de octubre, noviembre y diciembre del año 2023, y enero, febrero, marzo, abril y mayo del año 2024. Lo anterior, con el objetivo de fortalecer acciones y una oportuna adopción de las medidas preventivas indispensables que permitan hacer frente a los incendios forestales que amenacen el territorio nacional.
Llamado a la prevención
Según los datos de CONAF, en Chile el 99.7 % es generado por causa humana, ya sean por acción u omisión. Si tenemos en consideración que, tempranamente, ya se han generado algunos incendios en las regiones de Atacama, Biobío y Los Lagos, es fundamental reforzar el llamado a la preparación y precaución, lo que debe venir acompañado de medidas concretas, muchas de ellas incorporadas en la Estrategia. No obstante, el llamado a la responsabilidad y colaboración a nivel personal resulta fundamental.
Por ello, es importante evitar aquellas acciones que, sumadas a las condiciones ambientales (altas temperaturas, fuertes vientos y sequedad de la vegetación) podrían propiciar la ocurrencia de incendios.
En este contexto, no se deben encender fogatas ni manipular fuentes de calor en zonas cercanas a vegetación; despejar los alrededores de las viviendas de vegetación y desechos que se puedan quemar, como también no generar trabajos con herramientas que pudiesen arrojar alguna chispa la que -en contacto con la maleza- podrían ocasionar un siniestro. Sin duda, el desafío es enorme, pero nadie sobra en este esfuerzo de construir un país más seguro, resiliente y sostenible frente a los incendios forestales.