El sanguinario ataque de Hamás logró asesinar a más de 1.300 israelíes, en su gran mayoría civiles. Si hubiesen tenido la capacidad, hubieran matado a todos los judíos de Israel, porque voluntad para eso no les falta.
La ideología genocida de Hamás está consagrada en su propia carta fundacional: “El Día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes no luchen contra los judíos y les den muerte. Entonces, los judíos se esconderán detrás de las rocas y los árboles, y éstos últimos gritarán: ‘¡Oh musulmán!, un judío se esconde detrás de mí, ven a matarlo”.
Hamás se lanzó salvajemente a concretar un pogrom. Los terroristas desalmados entraron a Israel para matar israelíes, para matar judíos. Y lo hicieron en forma cruel, decapitando, incinerando y secuestrando a familias completas, ancianos, niños, en la peor matanza de la historia judía después del Holocausto.
La agresión perpetrada por Hamas fue articulada y respaldada por el fundamentalismo islámico de los ayatolas de Irán, un régimen que ha declarado públicamente su intención de borrar a Israel del mapa y que, en paralelo al accionar de sus brazos armados Hamas y Hezbolá, está tratando de desarrollar capacidades atómicas. Es decir, Hamas sirve los intereses de Irán y por su culpa los palestinos pagan el precio.
En esta situación tan compleja y peligrosa no estamos solos. Tenemos la solidaridad y el respaldo moral y político de más de 70 países del mundo libre, partiendo por Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y muchos más, incluido Chile, que también nos ha expresado su solidaridad.
En los países democráticos se entiende que Hamás no es un defensor de la causa palestina, sino un grupo terrorista de inspiración islamista-yihadista, al estilo de Al Qaida o Estado Islámico, cuya finalidad es implantar la shari’a, la ley islámica, y erradicar a los “infieles” del mundo, partiendo por Israel, por los judíos, para seguir luego con los cristianos.
La gravedad de los hechos ha sido comprendida también por numerosos defensores de la causa palestina, porque saben que el fundamentalismo islamista no es el camino para llegar a una solución pacífica entre ambos pueblos.
La estrategia cínica de Hamas es operar escondido en medio de la población civil en la Franja de Gaza, en escuelas y hospitales, lo que constituye un doble crimen de guerra, ya que por un lado ataca deliberadamente a la población civil israelí y por otro lado pone en riesgo deliberadamente a la población civil palestina. Como agravante, en estos momentos, unos 200 secuestrados israelíes y de varias otras nacionalidades, incluyendo dos mujeres de origen chileno, están siendo utilizados por Hamás como escudos humanos.
Israel, al contrario de los terroristas, se esfuerza al máximo para evitar víctimas civiles. Pero Hamas y Yihad Islámica Palestina usan a los civiles y los ponen en riesgo. Eso fue exactamente lo que sucedió en el hospital en Gaza, donde cayó y explotó un cohete fallido que iba dirigido hacia Haifa, en Israel.
Israel, como cualquier país, tiene el derecho y la obligación de actuar para proteger la vida de sus ciudadanos ante la amenaza terrorista y estamos decididos a acabar con Hamás para evitar que una masacre como la del 7 de octubre vuelva a ocurrir.
En esta lucha, todos los que dan un valor supremo a la vida humana están tomando una posición clara de condena inequívoca al terrorismo islamista y de apoyo al derecho de Israel a defenderse. Como dijo Albert Einstein frente a las barbaridades del Nazismo, “la única cosa necesaria para el triunfo del mal es que buenas personas no hagan nada”.