Producto de ello experimentó fiebre severa que por diez días lo mantuvo en una lamentable agonía. Cuando empezaba a recuperarse, inesperadamente al día siguiente, el 24 de octubre, Tycho Brahe falleció sin llegar a cumplir los 55 años.
Según explicaba el Dr. Desiderio Papp, habría muerto “víctima de la etiqueta” al imponerse esa retención de la orina, que derivó en una severa y violenta infección urinaria, con un trágico final.
Sin embargo, el deterioro de su salud fue tan rápido que se sospechó que pudo haber sido envenenado. Tycho era un hombre vigoroso y razonablemente joven y su muerte fue muy inesperada. Fue enterrado en Praga en la iglesia de Tynn con el lamento de su viuda y sus ocho hijos.
Las pistas en el mostacho
Al conmemorarse los tres siglos de fallecimiento de Tycho, en 1901, decidieron remodelar la iglesia de Tynn y en la tumba de Tycho encontraron su esqueleto que aún conservaba parte de su característico mostacho, de casi 10 centímetros de longitud.
Todos sus huesos fueron dispuestos en un nuevo ataúd metálico y parte de su ropa y su mostacho fueron enviados al Museo Nacional de Praga. Allí permanecieron casi un siglo hasta que, en 1991, en una ceremonia en Praga, parte del mostacho le fue donado al embajador de Dinamarca, que lo regresa a Copenhague.
Lo donó al Planetario Tycho Brahe de la ciudad, cuyo director, Nils Armand; junto a Klaus Thykier, director de Museo Olf Römer, decidieron que quizás dicho mostacho permitiría refutar de una vez y para siempre el rumor del posible envenenamiento el 13 de octubre de 1601. Le entregaron, entonces, la muestra al Dr. Bent Kaempe, director del Instituto de Medicina Forense de la Universidad de Copenhague.
El Dr. Kaempe conocía el caso y tenía una sospecha que se podría tratar de envenenamiento por Mercurio que produce una uremia, un mal funcionamiento de los riñones que, al paralizarlos, puede llevar a la muerte del paciente. Además de Mercurio, buscó trazas de arsénico, veneno muy usado en esa época, y plomo.
Los resultados fueron categóricos. Los niveles de arsénico y plomo eran normales, pero el Mercurio era unas 100 veces el nivel de una muestra de control de un danés de fines del siglo XX. La conclusión parecía ser una sola: Tycho murió envenenado por Mercurio.
Como Tycho tenía un laboratorio donde practicaba la alquimia, podría tratarse de un envenenamiento sostenido en el tiempo, auto infringido, por un mal manejo en el laboratorio. Para probar esa hipótesis el Dr. Kaempe cortó un pelo, desde la raíz, en trozos minúsculos, como rodajas de un salchichón, que le daban una resolución de un día.
El resultado nuevamente fue categórico: once días ante de su muerte Tycho tiene un peak de Mercurio enorme; no presentó altos niveles de mercurio en las semanas anteriores ni en los días siguientes, salvo un día antes de su muerte que presenta un segundo peak de Mercurio.
Esto parecía zanjar el tema definitivamente: se trataría de un envenenamiento malicioso.
Los sospechosos
¿Quiénes tenían motivos y oportunidades? El principal candidato era su ayudante, Johannes Kepler; el segundo candidato su sobrino Erik Brahe, que lo visitaba desde Copenhague. ¿Qué motivos habrían tenido estos dos para acabar con el Tycho? El primero para quedarse con sus datos astronómicos y el segundo como venganza del rey de Dinamarca Christian IV, con quien Tycho se había peleado tiempo atrás.
Esta historia tiene aún otro capítulo. El Gobierno danés pidió la exhumación de los restos de Tycho y se hicieron nuevas pruebas, en Praga, en el 2010, que no confirman los hallazgos de Copenhague. No encontraron niveles altos de Mercurio ni de otras sustancias que se pudiese pensar en envenenamiento.
Kepler, sí, el gran Johannes Kepler, que descubrió gracias a las excelentes observaciones de Tycho Brahe, las leyes del movimiento planetario, parece ser exonerado de las sospechas que recaían sobre él como posible autor del magnicidio.
A fin de cuenta parece que estamos de vuelta donde partimos.
Tycho fue víctima de un caso agudo de uremia, que se le presentó bruscamente y que inesperadamente lo llevó a perder la vida, a los 54 años. Quizás el Dr. Papp tenía razón después de todo y Tycho murió víctima de las reglas de la etiqueta por no haber respetado la salud cuando su vejiga le pedía ser evacuada. Hay que respetar las buenas costumbres, pero la salud, siempre es lo primero.