Se cumplen cincuenta años del golpe militar y ya vemos una polarización sin precedentes. La persona comisionada por el gobierno para coordinar los actos conmemorativos del 11 de septiembre, Patricio Fernández, renunció al puesto debido a la molestia del Partido Comunista, que no compartía el enfoque que estaba tomando este aniversario.

El pecado de Fernández fue haber planteado en una entrevista con Manuel Antonio Garretón que el golpe militar tenía “causas”, lo cual implicaba hacer una revisión previa al quiebre constitucional. Pese a que en ningún momento justificó el golpe militar, el solo hecho de abrir la puerta a una mirada más detenida sobre la Unidad Popular fue motivo suficiente para que la izquierda más recalcitrante pidiera su cabeza.

La intransigencia de la tienda liderada por Guillermo Teillier no le hace bien a la democracia, cuyo motor siempre debe ser el diálogo respetuoso y las confrontación de ideas distintas. Analizar el golpe de Estado y la dictadura militar como un hecho casi sin contexto, donde la única razón de lo que vino a partir del 11 de septiembre de 1973 tiene que ver con la intransigencia de la derecha, la traición militar y la ayuda de Estados Unidos, es tapar el sol con un dedo.

Es un hecho que la izquierda también tiene responsabilidades. El período de la Unidad Popular fue un momento muy complejo, porque el gobierno de Allende propició un modelo de lucha de clases, donde la violencia fue un método consagrado para instalar y recuperar derechos. Yo mismo, siendo un niño, vi a mi padre defender su tierra de los ataques de usurpadores, que pasaron por alto el estado derecho y la legalidad vigente. Todo con el propósito de seguir adelante en la idea de instalar lo que en esos días llamaban la “revolución del proletariado”.

El PC no tiene interés en mirar ese lado de la moneda. Tampoco quiere recordar que la visita de casi un mes de Fidel Castro a Chile fue para convencernos de seguir como ejemplo el modelo cubano. El propio dictador llegó a La Moneda con un fusil de guerra como regalo para el Presidente Allende, hecho que deja establecido que la revolución no tenía precisamente impulsos pacíficos.

Más allá de estos antecedentes que pongo en el debate, quiero decir que soy un defensor de la democracia y que estoy dispuesto a firmar cualquier documento donde consagremos la no repetición de un golpe militar y las crudas vulneraciones a los derechos fundamentales que se cometieron a partir de 1973. Tales hechos son inaceptables y no pueden esconderse debajo de la alfombra como muchos pretenden, pues mientras haya chilenos desaparecidos cuyas familias no pueden recuperar sus cuerpos, no hay lugar para cerrar el duelo, tal como planteó equivocadamente en una carta al Presidente Boric, el escritor y fundador de Amarillos, Cristián Warnken.

Tampoco se puede aceptar que el PC nos tilde de negacionistas a quienes hemos cuestionado al gobierno de Allende y sus métodos. Un buen grupo de parlamentarios comunistas y frenteamplistas se han encargado de propalar que hacer una revisión histórica de la Unidad Popular es justificar lo que ocurrió después, lo que es una falacia máxima.

Reconocer las crudas violaciones a los derechos humanos de la dictadura militar, no anula que el gobierno de Allende también haya sido un periodo catastrófico para el país. Si no aceptamos ambas visiones, difícilmente se podrá llegar a un consenso sobre los hechos que ya tienen una data de 50 años y que el propio Presidente Boric pidió analizar, desmitificando la imagen de Allende y de la Unidad Popular.

No busco empatar ni mucho menos, porque soy una persona que defiende la vida y comprendo el dolor de las familias que han movido montañas para encontrar a sus familiares. Tampoco justifico el golpe militar porque es el fracaso total de la democracia y el peor resultado posible para una sociedad que no logró ponerse de acuerdo en algunos mínimos comunes.

Lo único que estoy pidiendo es hacer una reflexión profunda de nuestras posturas. Así como un sector de la derecha no puede seguir negando las violaciones de los derechos humanos, la izquierda debe dejar de glorificar y santificar el periodo de la UP, porque es la única manera de encontrar un entendimiento.

Si queremos un mejor país los invito a partir haciendo ese análisis.